La noche de miedo de 25 vecinos de la España vaciada: “Salvamos el pueblo”
España arde
Un pueblo de Zamora se ha convertido en símbolo del abandono rural y de la lucha contra las llamas
La angustia de pueblos acosados por el humo y el avance del fuego: “Papá, la vida vale más que la casa”
Una noche de angustia
Un hilito de plata invisible une La Vanguardia con San Martín de Castañeda, el pequeño municipio de la comarca de Sanabria (Zamora) que se ha convertido en un símbolo. De la España vaciada, del olvido del mundo rural, del abandono de los bosques... Y de la lucha contra el fuego. Esta redacción volvió a telefonear este martes a los protagonistas de la crónica de la víspera (“Papá, la vida vale más que la casa”) para saber cómo habían amanecido. La primera noticia fue alentadora: “Lo conseguimos: salvamos el pueblo”.
José Antonio García, de 61 años, policía prejubilado, el heraldo de esa victoria, quizá debería añadir “de momento”. Se ha ganado una batalla, pero la guerra no ha acabado. Tania, otra de las vecinas que se quedó en el pueblo, atiende la llamada en la sierra, entre el camino a La Cueva y el Cargadeiro, donde un cortafuegos logró frenar el avance de las llamas. La comunicación se interrumpe cada vez que los medios aéreos que por fin pueden actuar en la zona hacían una descarga.
Tierra de ganaderos
Otra alegría. El humo se disipó un poco por la mañana y el viento amainó ya no soplaba con tanta fuerza, lo que permitió la batalla aérea y controlar desde arriba las llamas que amenazaban la vecina Vigo de Sanabria. En tierra, todo igual. Como 25 vecinos más, Martín, de 72 años, seguía en su casa. Su hija, Cristina, que la víspera se llevó a Zamora a su madre y a sus tías, le llamó a primera hora: “Está bien y dice que no se mueve”. Más o menos como las vacas de Lucía, hija y nieta de ganaderos.
La familia intentó acceder el lunes hasta la zona con un camión especial para salvar el ganado, pero la Guardia Civil se lo impidió (el vídeo de arriba revela la tensión del momento). En Retorno a Brideshead, Evelyn Waugh explica que a veces el amor es tan abrumador “que nos lleva a lugares inimaginables y nos hace cometer locuras”. En este retorno a San Martín de Castañeda se podría decir lo mismo. Ir con el camión por la carretera era peligroso, pero la alternativa resultó mucho peor.
“No son solo vacas: son nuestra vida. Impotente, mi padre cogió un todoterreno con un remolque para llevar todas las que pudiera, de dos en dos, hasta una zona más tranquila. Hizo varias idas y vueltas por atajos y caminos impracticables para tratar de poner a resguardo unas pocas reses. Tenemos 200. No podía trasladarlas a todas, claro, pero al menos lo intentó”. Las de arriba, sueltas, no estabuladas, están de momento bien, pero el humo y el fuego “las pueden desorientar en cualquier momento”, añade Lucía.
Bomberos en otro frente de Zamora, el de la Sierra Culebra
Otra amenaza se cierne para el sector en Castilla y León, Extremadura, Galicia y Asturias: la pérdida de pastos y la falta de suministros. “Nos queda pienso para tres o cuatro días, quizá más, pero necesitamos ayudas ya. De nada servirán dentro de un mes. El bosque está como está por la pérdida de explotaciones ganaderas, una forma natural de roturar el terreno. Cada vez somos menos y si también desaparecemos...”, se desespera un ganadero de Sanabria que pide el anonimato.
San Martín de Castañeda merece alabanzas porque, a diferencia de otras Fuenteovejunas, aquí casi nadie defiende que “solo el pueblo salva al pueblo”, como si la Unidad Militar de Emergencias (UME) no estuviera dando lo mejor de sí o como si las brigadas de extinción de incendios no se jugasen literalmente la vida por un sueldo pírrico, que no llega a 1.300 euros al mes. Y, por lo que se refiere a alabanzas, muchos de los 25 vecinos que rechazaron irse señalan a José Antonio García.
El amor puede ser tan abrumador a veces que nos consume por completo, nos lleva a lugares inimaginables y nos hace cometer locuras”
Aunque en San Martín hubo un “todos a una”, como en el clásico de Lope de Vega, José Antonio actuó de brújula, catalizador y argamasa para sellar posibles grietas. Su casa se convirtió en una especie de cuartel general donde todos podían encontrar alimentos, bebidas y un lugar donde reposar, “aunque casi nadie durmió más de dos horas”. Suya, por ejemplo, fue la idea de tener las arquetas abiertas y las mangueras listas por si era necesario, algo que por fortuna no pasó.
Militares luchando contra el fuego en Zamora
Líder sin proponérselo, José Antonio asegura que todos empezaron a estar acongojados (él utiliza otra palabra) a partir de las 17 horas del lunes, cuando la fuerza del viento hizo temer lo peor. A las 23 horas, sin embargo, la noche refrescó y el vendaval se convirtió en brisa. Lo mejor estaba por venir. “A las tres de la madrugada llegó un camión autobomba de la UME con 5.000 litros de agua. “Te aseguro aquel monstruo subió una pendiente que yo no sé si subiría con mi 4x4”.
“En media hora, apagaron todos los focos de la ladera”, asegura este policía prejubilado, que vive la mitad del año en San Martín y la otra mitad en Zamora. Su primera frase fue optimista (“Salvamos el pueblo”), pero las siguientes invitan a reflexionar: “Las políticas han de cambiar si no queremos vivir en un desierto. Estos fuegos se volverán a repetir y cómo se puede apagar uno de 20 kilómetros de ancho y 40 de fondo. No hay UME, bomberos ni vecinos que puedan hacerlo”.