En diciembre de 2023, tres monjas octogenarias fueron trasladadas de su convento a una residencia de ancianos por decisión de la Archidiócesis de Salzburgo (Austria), su responsable pastoral. Las hermanas —Bernadette, de 88 años, la hermana Regina, de 86, y la hermana Rita, de 82— no fueron consultadas, y nunca estuvieron de acuerdo. Hace poco tomaron las riendas del asunto y volvieron a su convento, contraviniendo las órdenes de la Iglesia.
Para volver al recinto tuvieron que contratar a un cerrajero con la ayuda de los antiguos alumnos del colgio asociado al convento ¿Por qué? Porque las cerraduras habían sido cambiadas. Desde su nuevo hogar, que es el mismo en el que habían vivido, han explicado sus razones.
“Estoy tan contenta de estar en casa… Siempre estaba nostálgica en la residencia. Estoy muy feliz y agradecida de haber vuelto”, dijo la hermana Rita a la BBC. La hermana Bernadette insiste en que “no nos preguntaron” sobre el traslado, y defiende su desobediencia: “Teníamos derecho a permanecer aquí hasta el final de nuestras vidas y eso se rompió”. “He sido obediente toda mi vida, pero esto fue demasiado”, afirmó.
La Archidiócesis de Salzburgo ha manifestado su preocupación por el regreso de las monjas. El edificio, argumenta, ya no es adecuado para las monjas, y carece de lo que sí tiene la residencia: atención esencial, profesional y médica para tres monjas que, pese a su energía y fe, son octogenarias.
El conflicto empezó en 2022. La Archidiócesis asumió el convento, junto al monasterio agustino de la Abadía de Reichersberg, que asumió el destino de las monjas. Ellas habían pasado la mayor parte de sus vidas en el convento. Incluso, la hermana Bernadette fue compañera de colegio, en 1948, con una joven Romy Schneider. Fue la Abadía la que decidió dejar vacante el convento y trasladar a las monjas a un asilo.
“Antes de morir en ese asilo de ancianos, prefiero irme a un prado y entrar en la eternidad de esa manera”, dice Bernadette
De vuelta a la que siempre ha sido su casa, los exalumnos del colegio asociado al convento las ayudas a seguir adelante. Han conseguido restablecer el agua y la electricidad, y les han abierto una cuenta de Instagram, compartiendo vídeos de oración e historias de la vida del convento.
Las monjas dicen que son mucho más felices sirviéndose té y albóndigas de ciruela entre ellas que estando en la residencia. “Antes de morir en ese asilo de ancianos, prefiero irme a un prado y entrar en la eternidad de esa manera”, dice a la BBC la hermana Bernadette.