El legado de Cèsar Martinell en Aiguamúrcia volverá a latir 40 años después de que la bodega del sindicato agrario dejara de funcionar. El viticultor de Sant Sadurní d’Anoia Pepe Raventós, al frente de Raventós i Blanc, ha aunado la recuperación de la cooperativa modernista con el rescate de la finca Can Sumoi, cuyo origen se remonta a 1645, en El Montmell. Una vez concluya la vendimia, se abordará el proyecto de rehabilitación del histórico edificio, declarado Bé Cultural d’Interès Local (BCIL), con el objetivo de empezar a vinificar hacia el 2027.
En esta iniciativa confluyen también la apuesta por la variedad de uva sumoll, que años atrás estuvo al borde de la desaparición, y la complicidad con los cooperativistas y los payeses de la zona.
La cooperativa está rodeada de viña
El pequeño pueblo de Aiguamúrcia, que suma 54 empadronados, es la cabecera del municipio de mayor extensión del Alt Camp, con diez núcleos de población, entre ellos Santes Creus. El monasterio cisterciense está a solo dos kilómetros y se otea desde la cooperativa. El paisaje de viña se impone en este enclave del Alt Camp y también en la ruta por las sinuosas carreteras que conducen hasta Can Sumoi, en la comarca vecina del Baix Penedès.
Las botellas de añadas añejas siguen tal como las dejaron hace 40 años
El contrato de alquiler a largo plazo de la instalación estipula que la marca Can Sumoi, que actualmente elabora seis vinos de mínima intervención en una bodega del Alt Penedès, se compromete a priorizar la compra de uva a los diez socios de la cooperativa, siempre que cultiven de manera ecológica. “Decidimos cerrar la bodega cuatro décadas atrás al no poder asumir la renovación de la maquinaria; durante este tiempo hemos hecho un esfuerzo para mantener el edificio en buen estado y la mayoría de agricultores hemos vendido la uva, principalmente parellada, xarel.lo y macabeo, a elaboradores de cava del Penedès”, explica Joan Carles Armeijach, presidente de la cooperativa.
Los grandes depósitos de la cooperativa de Aiguamúrcia
La de Aiguamúrcia, de 1919, es una de las cooperativas más pequeñas diseñadas por el vallense Cèsar Martinell, autor de las emblemáticas “catedrales del vino” de la Terra Alta, el Priorat, la Conca de Barberà y el Alt Camp y discípulo de Antoni Gaudí. “De la de Aiguamúrcia yo destacaría la sobriedad, funcionalidad y una cierta elegancia en la utilización de elementos tan característicos de la arquitectura gaudiniana que le inspiran, como los arcos parabólicos o la volta catalana, y el uso de ladrillo visto”, comenta la historiadora local Judit Romeo. El proyecto de rehabilitación deberá ser aprobado por la comisión territorial de Patrimoni Cultural de la Generalitat.
Joan Munné y Alfred Ferrís, con una de las yeguas de Can Sumoi, recorren la viña
Joan Munné, director técnico de Raventós i Blanc, apunta que de las 300.000 botellas que produce actualmente Can Sumoi se prevé pasar a un mínimo de 400.000, una vez entre en funcionamiento la renovada instalación con maquinaria moderna. En un futuro, el reto es llegar a las 500.000. “Es importante vinificar cerca de la viña, con la uva de Can Sumoi y con la que compramos a agricultores de Aiguamúrcia, El Montmell, Querol, Rodonyà, Masllorenç, Montferri y La Bisbal del Penedès, pero el embotellado lo haremos en Sant Sadurní”, detalla Munné. Y a medida que se vaya recuperando la finca, con la reconstrucción de antiguos muros de piedra seca, reconquistando el terreno invadido por el bosque para volver a plantar cepas e intensificando la gestión forestal, Raventós acaricia la idea de habilitar una pequeña bodega en uno de los edificios de la masía para crear vinos de parcela. De las más de 400 hectáreas de la finca, un quincena producen uva, las otras cinco se prevén replantar en los próximos años, y el resto es un inmenso boscaje de pino blanco que se encarama hasta más de 600 metros de altitud.
El edificio principal del complejo de Can Sumoi
Alfred Ferrís, experto en tracción animal y con una larga trayectoria en gestión agrícola y forestal, se ha incorporado este verano a Can Sumoi como masover . Cuenta que en otoño se focalizarán en un ámbito de 20 hectáreas para reducir la densidad arbórea. Cuatro yeguas y dos asnos juegan un papel relevante para mantener a raya el avance de la vegetación en el perímetro agrícola de la finca. El conjunto de la masía está rodeado de viña y salpicado con algunos olivos. Dentro del bosque se ha desbrozado recientemente una pequeña parcela, en la que se adivinaban vestigios de cepas y donde se plantará sumoll.
La apuesta por mantener viñedos se ha revelado fundamental en tiempos de incendios devastadores al actuar como eficientes cortafuegos, tal como se ha demostrado este verano en el sur de Francia o en Galicia.
El trabajo nunca se acaba en un proyecto de estas dimensiones, que Pepe Raventós inició en el 2016.
Además del cambio climático o del endémico olvido del campo, otro escollo que complica la vida a los agricultores es la acción de la fauna salvaje, de jabalíes y corzos. En Can Sumoi, han evitado que entren en las viñas y destrocen la cosecha con la instalación de un vallado cinegético.
Un vallado cinegético protege la viña de la fauna salvaje; la finca está rodeada de bosque




