Las mascarillas que vuelven a utilizarse en las zonas más expuestas de la España quemada, cuyo uso del tipo de las FFP2 recomiendan varias autonomías, conectan la crisis de este agosto ardiente con la del coronavirus del 2020. Hay más paralelismo porque para atajar una ola de incendios funciona el mismo principio básico que en una epidemia, el de la rápida intervención de los servicios públicos, para sofocar las llamas antes de que se extiendan de forma descontrolada en un caso y para aislar los contactos de los infectados antes de que el contagio se generalice, en el otro.
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