A mayor número de pasos diarios, menos síntomas de depresión y menor riesgo de padecer esta enfermedad en el futuro. Esa es la conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) tras revisar treinta y tres estudios científicos que incluían a 96.173 personas mayores de 18 años (el 54,5% mujeres) y observar que, en todas las edades, las personas activas (las que dan al menos 7.500 pasos al día) y muy activas (10.000 o más) presentan menos síntomas depresivos que las que llevan un estilo de vida más sedentario.
Los estudios transversales analizados revelaron una correlación inversa significativa entre el número diario de pasos que dan las personas y los síntomas depresivos, y que basta un aumento modesto de pasos para reducir dichos síntomas. En concreto, caminar mil pasos más al día se asocia a una reducción del 9% en la incidencia de la depresión en los siguientes años.
Con todo, las mayores diferencias se observan entre quienes tienen recuentos superiores a los 7.500 pasos diarios. La prevalencia de la depresión es un 42% menor entre estas personas que entre las que llevan un estilo de vida sedentario y no llegan a los 5.000 pasos.
Y cuando el foco se pone en cómo afectan esos pasos a medio y largo plazo (entre 4 y 7 años después), quienes dan más de 7000 diarios tienen un 31% menos riesgo de depresión que quienes no llegan a los 5.000. “Y un dato muy interesante que se pone de manifiesto en nuestro estudio de revisión es que, por poco que aumentes lo que caminas, eso ya te reporta beneficios, porque con cada mil pasos que aumentes, se reduce un 9% el riesgo de depresión”, explica a La Vanguardia Bruno Bizzozero Peroni, primer autor del artículo que hoy publica Jama Network Open.
Por poco que aumentes lo que caminas ya te reporta beneficios; mil pasos más bajan un 9% el riesgo de depresión
Puntualiza que solamente han analizado la cifra diaria de pasos, no el tipo de actividad ni la intensidad. “Los pasos los podemos obtener de caminar, correr, bailar, etcétera; cuál de estas actividades y a que intensidad o en qué entorno son más beneficiosas para prevenir la depresión, no fue posible sintetizarlo porque los estudios que incluimos no lo analizaron”, aunque para eso hay otros artículos previos publicados que lo desarrollan, como mencionan en la discusión de su estudio.
También explican que sus resultados concuerdan con los de un metaanálisis reciente que sugiere que pequeñas dosis de actividad física se asocian con menos incidencia de la depresión en adultos. Pero subrayan que en el suyo se han usado medidas objetivas de actividad física (no autodeclaradas por los participantes) y los resultados “apoyan una relación lineal” entre número de pasos diarios y los síntomas depresivos al menos hasta los 10.000 pasos al día, que es el máximo examinado en los estudios. A este respecto, aseguran que “todavía no se puede establecer si existe un límite por encima del cual no se obtendrían beneficios adicionales” por caminar más.
Insisten también en que esta relación lineal resulta relevante porque puede permitir a personas de edad avanzada o con limitaciones para la actividad física diaria lograr una mejora significativa en el ánimo con tan solo dar unos mil pasos más cada día, una estrategia que puede ser accesible para la mayoría de la población.
Por ello, consideran que hay evidencia suficiente para que comiencen a fijarse objetivos sobre el número de pasos diarios que debe dar un adulto como estrategia de salud pública para prevenir la depresión.
Precisan que, no obstante, lo que ellos han constatado es una asociación, y se necesitan nuevos estudios longitudinales para aclarar el posible papel protector de los pasos diarios sobre la salud mental en la edad adulta y ver cómo cambian los síntomas y la incidencia de la depresión a medida que cambia la cantidad de pasos dados.

Cada vez más personas contabilizan los pasos que dan al día como parte de un estilo de vida saludable
Los investigadores del Centro de Estudios Socio Sanitarios de la UCLM apuntan que, hasta ahora, se han propuesto diferentes mecanismos potenciales para explicar la asociación entre actividad física y depresión: algunos biológicos, como cambios inflamatorios, la activación de la vía mesolímbica (una ruta cerebral implicada en la liberación de dopamina) y la regulación del hipotalámico-hipofisario-suprarrenal (y con ello del cortisol), y otros psicosociales como la calidad del sueño, la autoestima o el apoyo social.