Para envejecer bien, física y mentalmente, hay que hacer ejercicio. Pero no hace falta correr maratones. De hecho, eso podría ser incluso contraproducente. Un nuevo estudio realizado con casi 17.000 adultos del Biobanco del Reino Unido revela que es la actividad física moderada la que mejor protege al cerebro del envejecimiento.
El trabajo, dirigido por el profesor Chenjie Xu -especialista en Salud Pública de la Universidad Normal de Hangzhou (China)- y publicado en Health Data Science, muestra que la relación entre ejercicio y edad cerebral no es lineal sino que tiene forma de U, de modo que tanto la inactividad como el ejercicio excesivo se asocian con un envejecimiento cerebral acelerado.
En cambio, la práctica moderada de actividad física -tanto de intensidad moderada como vigorosa- muestra un efecto neuroprotector y se relaciona con un cerebro biológicamente más joven en términos de rendimiento cognitivo (como el tiempo de reacción) y de menos trastornos cerebrales, demencia y depresión.
Para medir esta “brecha” o ventaja cerebral, los científicos chinos analizaron más de 1.400 variables del cerebro de los participantes extraídas de imágenes de resonancia magnética, a las que aplicaron un algoritmo que predice la diferencia entre la edad real de la persona y la edad estimada de su cerebro. Y esos parámetros se relacionaron con los registros de la actividad física realizada mediante acelerómetros durante siete días.
“Nuestro estudio proporciona información útil: más ejercicio no siempre es mejor: la moderación es la clave”, explicó el profesor Xu al presentar sus hallazgos.
Efecto del ejercicio en la salud
Es como una U invertida en el cerebro y de S en el cuerpo
José Luis Trejo, neurocientífico y director del Grupo de Estilo de Vida y Cognición en el Instituto Cajal de Madrid (IC) del CSIC que lleva décadas estudiando los efectos cerebrales del ejercicio físico, no se muestra sorprendido por estos resultados. “Hace tiempo que hemos detectado que, en lo que respecta al cerebro, el ejercicio -tanto en cantidad como en intensidad- produce un efecto de U y si haces un ejercicio muy extenuante puedes acabar peor que una persona sedentaria porque se producen cambios fisiológicos que deterioran tu capacidad cognitiva”, explica.
Pero si los beneficios del ejercicio sobre la salud cerebral tienen forma de U invertida -”y según lo que midas incluso de J invertida”-, Trejo apunta que su efecto sobre el conjunto del cuerpo sigue una curva sigmoidea, en forma de S. “Inicialmente, cuanto más ejercicio haces más beneficios tiene, pero llega un momento en que tu organismo ya no mejora, aunque tampoco pierde todo”, explica.
El ejercicio extenuante provoca deterioros en el cerebro, según los neurobiólogos
Eso no es así en el caso del cerebro, donde el ejercicio extenuante sí provoca deterioros. Investigadores de la Universidad del País Vasco han constatado que los maratonianos pierden una cantidad alta de mielina (la capa que envuelve las fibras nerviosas y facilita la comunicación entre neuronas y, por tanto, el pensamiento) en ciertas regiones del cerebro. Según su trabajo, publicado en Nature Metabolism en marzo pasado, esa alteración neuronal se mantiene hasta dos semanas después de finalizar la carrera, aunque se recupera después de dos meses.
“El ejercicio es un estrés adaptativo; si es suave, tu cerebro se adapta; pero si es muy fuerte, extenuante, el cerebro no se adapta y resultan perjudicadas por estrés las mismas variables fisiológicas que el ejercicio moderado mejora”, justifica Trejo.
Si haces un ejercicio muy extenuante puedes acabar peor que un sedentario porque se producen cambios que deterioran tu capacidad cognitiva
¿Y cuándo un ejercicio deja de ser moderado y beneficioso para pasar a resultar dañino para el cerebro?
El especialista del CSIC subraya que tanto la intensidad como la cantidad de ejercicio dependen de la persona. En lo que respecta a intensidad, “sería moderada si se sitúa entre el 65% y el 75% de tu frecuencia cardíaca máxima, lo que a efectos prácticos es caminar o correr hasta la velocidad en que empieza a faltarnos el aliento para hablar, sin pasar de ahí”.
Por lo que respecta a cantidad, Trejo enfatiza que depende de la edad y forma física de la persona, de su historial previo de ejercicio físico y de su dieta.
”Lo que está demostrado es que, para la mayoría de personas, los mayores beneficios sobre el envejecimiento y la capacidad cognitiva se producen con ejercicio moderado en cantidad e intensidad, sin que eso signifique que no haya gente sedentaria con buenas habilidades cognitivas o personas que hacen mucho ejercicio y están sanos”, concluye el director del Grupo de Estilo de Vida y Cognición en el Instituto Cajal de Madrid-CSIC.


