“Cuando una persona entiende que su cuerpo puede 'aprender' a usar mejor la energía, cambia su forma de comer”. Andrea Calderón es dietista-nutricionista, doctora en Biología y directora del máster universitario en Nutrición, Composición Corporal y Metabolismo de la Universidad Europea. Durante su etapa universitaria, escuchó infinidad de veces hablar del “metabolismo lento” como una condena inevitable y del “rápido” como un privilegio genético. También que, con la edad, el cuerpo simplemente se deterioraba: el metabolismo se ralentizaba, la masa muscular se perdía y el desayuno era, por decreto, la comida más importante del día.
Pero ahora Calderón, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación, asegura que esas ideas son simplificaciones erroneas. En El poder de la flexibilidad metabólica, desarma esos mitos heredados y ofrece un mensaje claro: la salud se entrena. Y no importa si tienes 40, 50 o 70 años.
Si trabajamos la flexibilidad metabólica, mejoramos cómo usa el cuerpo la grasa
“La salud se entrena. Y no importa si tienes 40, 50 o 70 años”, apunta la nutricionista
En su libro habla de la flexibilidad metabólica como una habilidad que se puede entrenar. Pero, desde un punto de vista emocional y psicológico, ¿cómo cree que la relación con nuestro metabolismo influye en cómo nos vemos?
Muchísimo. De hecho, creo que no se habla lo suficiente del papel que juega el metabolismo en cómo nos sentimos y nos percibimos. Cuando tenemos buena salud metabólica, no solo es más fácil mantener un peso adecuado, sino que también tenemos más energía, mejor humor y una mente más clara. Esa sensación de “me veo mejor porque me siento mejor” es real. Por el contrario, cuando el metabolismo está rígido, aparecen el cansancio, la niebla mental, la irritabilidad… y acabamos culpando al cuerpo, al “metabolismo lento”, como si fuera nuestro enemigo. Por eso me gusta tanto la idea de “entrenarlo”: porque implica una relación de cuidado, no de castigo.
Hay que entender que los alimentos no son “buenos” o “malos”, sino herramientas que nos permitan tener un cuerpo más eficiente. Cuando dejamos de ver la comida como un enemigo y empezamos a verla como una aliada para entrenar nuestra flexibilidad metabólica, desaparece esa culpa constante. Comer deja de ser una fuente de ansiedad para convertirse en una forma de autocuidado. Y eso, a nivel emocional, es un antes y un después.
¿Cuáles son los bloqueos emocionales o psicológicos más comunes y cómo podemos superarlos?
El primero es la impaciencia. Muchas personas llegan queriendo perder en dos meses lo que llevan años empeorando. Y si no ven resultados rápidos, se frustran, piensan que no sirve de nada y tiran la toalla. También está la idea de que si no logran mantener rutinas estrictas, están “fracasando”, cuando en realidad mejorar el metabolismo no va de perfección, sino de constancia.
La clave es empezar desde el principio, no desde el peso. Mejorar la salud metabólica es el primer paso. Porque si tu cuerpo no está preparado, da igual la dieta o el ejercicio que hagas: se va a resistir. Si primero trabajamos tu flexibilidad metabólica, mejorando cómo usas la grasa, reduciendo la dependencia del azúcar, activando tus mitocondrias, luego todo va más fluido. Así que el mensaje es claro: no empieces con la báscula como objetivo. Empieza enseñando a tu cuerpo a funcionar mejor, y lo demás llega. A veces más lento de lo que esperas, pero de forma mucho más duradera y saludable.
Podemos rejuvenecer el cuerpo por dentro
La flexibilidad metabólica se refiere en gran parte a cómo utilizamos las fuentes de energía de nuestro cuerpo, pero, ¿qué tan importante es también “flexibilizar” los hábitos sociales y familiares?
Es fundamental. No podemos hablar de salud metabólica si eso implica vivir aislados o decirle que no a cada plan con amigos o familia. La clave está en aprender a integrar, no a excluir. De hecho, uno de los pilares de la flexibilidad metabólica es precisamente eso: adaptabilidad. Y no solo fisiológica, también en tu estilo de vida. Tu cuerpo tiene que saber cuándo usar grasa, cuándo tirar de glucosa… pero tú también tienes que saber cuándo priorizar el autocuidado y cuándo disfrutar de una cena con amigos sin culpa.
Lo importante es lo que haces la mayor parte del tiempo, no una comida puntual. Mejorar la flexibilidad metabólica no es encerrarse en un gimnasio, comer brócoli todos los días o dejar de salir. Es justo lo contrario: es reconectar con tu cuerpo y enseñarle a funcionar mejor, paso a paso. El problema es que muchas veces se nos venden cambios radicales y poco sostenibles, cuando la realidad es que el metabolismo mejora con hábitos pequeños pero consistentes: moverte más, entrenar fuerza, descansar bien, reducir ultraprocesados… Y sí, también permitiéndote disfrutar de la comida y de tu vida social. Mi consejo es: empieza por lo que puedes mantener, no por lo que suena más exigente. Porque si tu plan no encaja con tu vida, no durará.
Algunas personas se sienten derrotadas por la edad, como si estuvieran predestinadas a perder masa muscular y tener un metabolismo más lento, pero en el libro menciona que podemos “revertir nuestra edad metabólica”.
Sí, nunca es tarde. Y no lo digo como frase motivacional, lo digo porque hay ciencia detrás. Nuestra edad metabólica se puede mejorar, sin importar si tienes 40, 50 o 70 años. Es verdad que con la edad hay ciertos cambios fisiológicos, pero muchos de los problemas que atribuimos al paso del tiempo (como perder músculo, acumular grasa visceral o sentir más cansancio) no se deben solo al envejecimiento, sino a los hábitos. No podemos quitarle años al DNI, pero sí podemos restárselos a nuestro organismo por dentro. Y me refiero a rejuvenecer tu cuerpo por dentro, no a que mágicamente cumplas años hacia atrás.
Y lo mejor de todo es que se nota. Cambiar hábitos (comer mejor, moverte más, entrenar fuerza, cuidar tu descanso…) mejora tu metabolismo, y eso lo sientes enseguida: menos cansancio, más fondo físico, menos antojos, menos hinchazón, e incluso mejor humor. Y sí, a veces también se refleja por fuera, porque la edad aparente muchas veces sigue la pista de la metabólica. Y recuerda que cuanto mejor funcione tu metabolismo, más años de vida ganarás, pero lo mejor es que serán años de buena vida. Me encanta la frase que dice ¡dale vida a los años!
Hoy en día, muchos asocian la longevidad con tener menos grasa corporal o con tener un cuerpo “delgado”. Sin embargo, hablas del músculo como “el seguro de vida”. ¿Qué papel juega el músculo en la verdadera longevidad?
El músculo no es solo una cuestión estética, es metabólicamente activo, nos protege frente a enfermedades y es clave para envejecer con calidad de vida. Yo siempre digo que el músculo es tu seguro de vida, porque te ayuda a gestionar mejor la glucosa, reduce la inflamación, mantiene tu metabolismo activo y te da autonomía física a medida que pasan los años. Y sí, eso implica que quizás tenemos que dejar de obsesionarnos con “perder peso” y empezar a pensar en “ganar músculo”. Incluso aunque eso signifique que el número de la báscula no baje tanto como esperábamos. Porque lo importante no es pesar menos, sino vivir mejor.
Al mejorar la eficiencia de tu cuerpo, comes de forma más consciente y menos compulsiva, evitas el picoteo constante
Muchas personas dicen tener un 'metabolismo lento' para justificar la dificultad de perder peso.
No tienes el metabolismo dañado ni estropeado, y tampoco estás condenada a tener un “metabolismo lento” de por vida. Esa es una de las grandes mentiras que nos han colado durante años. En el libro lo explico claro: el metabolismo no es una máquina que se rompe sin remedio, es un sistema dinámico que se adapta a lo que haces cada día. Y si le das lo que responde. Siempre. Así que deja de pensar en “tengo que adelgazar” y empieza a pensar en “voy a enseñar a mi cuerpo a usar bien la energía”. Porque muchas veces lo que está bloqueado no es tu cuerpo, sino su capacidad de usar la grasa como fuente de energía. Y eso se entrena. Igual que entrenas fuerza para ganar músculo, entrenas tu metabolismo para que funcione mejor.
El 'metabolismo rápido' suele verse como un privilegio genético, pero sabemos que la flexibilidad metabólica es clave. ¿Por qué cree que aún hay tanta confusión?
Porque durante años nos han hecho pensar que el metabolismo era una especie de lotería genética. Y sí, la genética influye, claro, pero no lo es todo. Lo que pasa es que es mucho más fácil pensar que “nací así” que asumir que puedo entrenar mi metabolismo, aunque me lleve tiempo y constancia.
También hay mucha confusión porque se sigue explicando el metabolismo como una cosa abstracta y no: tu metabolismo es cómo usas la energía, cómo te recuperas, cómo duermes, cómo responde tu cuerpo a lo que haces cada día. Por eso es tan importante divulgar bien, con ejemplos reales, para que la gente entienda que no necesita tener 20 años ni ser atleta para mejorar su metabolismo.
“No necesita tener 20 años ni ser atleta para mejorar su metabolismo”.
Es una clara defensora de movernos más y comer mejor. Pero, a nivel personal, ¿qué es para usted la “flexibilidad metabólica”?
Para mí, la flexibilidad metabólica es esa capacidad que tiene tu cuerpo de adaptarse y dar lo mejor de sí en cada momento, eligiendo de forma eficiente qué fuente de energía usar: si tirar más de hidratos de carbono o si aprovechar mejor la grasa. Y esto, que puede parecer un detalle técnico, en realidad es una pieza clave de nuestra salud. Porque cuando tu metabolismo es flexible, todo fluye mejor: tus mitocondrias funcionan a pleno rendimiento, reduces el riesgo de enfermedades como la resistencia a la insulina, y te sientes con más fondo físico, menos fatiga y mejor composición corporal.
Y también es una filosofía de vida. Es saber adaptarte a lo que necesitas sin romperte, sin castigarte. Es poder pasar un rato sin comer sin que tu cuerpo entre en pánico, o entrenar sin depender de suplementos o picos de azúcar. Es libertad. Mi visión es que en los próximos años hablaremos menos de “adelgazar” y más de optimizar nuestra salud desde dentro. Veremos avances en personalización nutricional, en cronobiología, en microbiota… pero sobre todo, espero que también cambiemos el lenguaje.
La edad aparente muchas veces sigue la pista de la metabólica.
Una de las cosas que más me gusta de la flexibilidad metabólica es que nos invita, sin darnos cuenta, a comer de forma más sostenible. Lo que es bueno para tu metabolismo, más vegetales, legumbres, frutas, cereales integrales, alimentos reales, también suele ser bueno para el planeta. Cuando basas tu alimentación en productos frescos y de origen vegetal, reduces el consumo de carne en exceso, especialmente la carne roja, y dejas a un lado los ultraprocesados, que no solo dañan tu salud metabólica, sino que también tienen una huella ambiental enorme.
Además, al mejorar la eficiencia de tu cuerpo, comes de forma más consciente y menos compulsiva, evitas el picoteo constante y aprovechas mejor la energía de los alimentos. Y eso también se traduce en menos desperdicio y en un consumo más responsable. Porque cuidar tu salud no debería estar reñido con cuidar el entorno. De hecho, para mí, una dieta realmente saludable es aquella que también lo es para el planeta. Y la flexibilidad metabólica nos ayuda a conectar esos dos mundos.
Hay un mensaje recurrente en tu libro: cuidar el cuerpo como un sistema dinámico. ¿Podría contar un hábito o ritual personal que haya adoptado?
Uno de mis rituales más importantes es entrenar fuerza (aunque debería ser más constante). No por estética, sino porque sé que mantener masa muscular es proteger mi metabolismo, mi salud hormonal y mi energía. Lo complemento con paseos cuando puedo, luz natural (en la medida de lo posible) y respetar mis ritmos de sueño, incluso en épocas de mucho trabajo. Pero no nos vamos a engañar, no siempre hacemos cuanto querríamos, y me incluyo. Y algo que siempre intento hacer es escuchar a mi cuerpo. Comer con conciencia, moverme cuando lo necesito, parar cuando el cuerpo me lo pide. Al final, la flexibilidad metabólica también tiene mucho de intuición corporal: cuanto más te conoces, mejor te cuidas.





