Seis años tardó Carolina en acceder a ponerse un audífono. Cada vez oía peor, pero no quería reconocer que lo necesitaba. “Eso es de viejos”, decía. “Cada vez estaba más recluida, a pesar de que había sido siempre tremendamente sociable. Dejó de hacer el voluntariado en hospitales que llevaba años realizando, de ir al gimnasio e incluso abandonó las clases de manualidades. Cada vez salía menos de casa”. Lo cuenta su nuera Marta, porque Carolina E. Q. sigue sin querer hablar de ello. Incluso, hoy por hoy, cuando, con 75 años, lleva ya un año por fin usando audífono. Pero no quiere saber nada de este tema, y mucho menos comentarlo.
Así que es su nuera la que cuenta todo lo que vivió Carolina por el estigma del audífono. “Todo fue progresivo”, explica Marta. “Al principio, con 70 años, empezó a oír cada vez menos, pero era como si se fuera adaptando a su nueva condición. Estaba mucho más apagada porque no se enteraba de las cosas. Y, cuando mi suegro se jubiló, se marcharon de Madrid a vivir a Asturias, donde ella tiene familia. Y, al estar a cinco horas de distancia en coche, nos veíamos menos, por lo que la comunicación por teléfono era fundamental para hablar con nosotros y con sus nietos. Entonces ella insistía siempre en que hiciéramos videollamadas porque de esa manera por lo menos podía vernos y nos entendía mejor”.
Con 70 años Carolina empezó a oír cada vez menos, pero decía que el audífono era cosa de viejos
A esto se une que el entorno de la persona que está perdiendo audición también intenta ayudar, pero a menudo no sabe cómo. “En casa cada vez la hablábamos más alto y ponía la televisión a un volumen insoportable para poder escucharla. Pero cuando salíamos a restaurantes, de compras o en la propia calle no se enteraba de nada”, explica Marta.
Estigma, deterioro y consecuencias invisibles
La pérdida de audición en las personas mayores y no tan mayores, muchas veces a partir de los 45 años, tiene repercusiones graves en el deterioro cognitivo. Acelera el envejecimiento físico y mental y afecta a la socialización y, por tanto, a la calidad de vida cuando la persona se niega durante años a reconocerlo, como en el caso de Carolina, y, por ende, a ponerle remedio. El recuerdo que tienen de grandes audífonos con personas muy mayores usándolos, o incluso de películas antiguas en las que los viejos se ponían una especie de trompetilla en la oreja para conseguir oír a alguien, han hecho que numerosas personas no asuman con naturalidad la necesidad de usar audífonos con la edad. Lo mismo ocurre con las gafas o incluso con los bastones.
Las opciones para paliar esta pérdida de audición son bien el uso de audífonos, que están ya muy perfeccionados y personalizados, o bien el implante coclear, que recomiendan los médicos en algunos casos, en especial cuando el oído interno está ya muy dañado. Se calcula que más del 5% de la población mundial, es decir, unos 430 millones de personas, padece una pérdida de audición discapacitante que requiere tratamiento, de los cuales 34 millones son niños, según los datos de la OMS que maneja la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha realizado una estimación sobre cómo este problema va en incremento en la sociedad actual. Su cálculo es que en 2050, esta pérdida de audición discapacitante afectará al 10% de la población (es decir, a una de cada 10 personas, lo que supondría unos 700 millones de ciudadanos).
Además, está comprobado científicamente que la prevalencia de la pérdida de audición aumenta con la edad, por lo que entre los mayores de 60%, los afectados por esta pérdida discapacitante representan una de cada cuatro personas (el 25%). En ello insiste la SEORL-CCC con el propósito de que la población tome conciencia de que este problema está claramente asociado con la edad de buena parte de la población mundial. Por eso no debe suponer ningún estigma el recurrir a métodos que ayuden a tratarlo, como el uso de audífonos o de necesitar en algunos casos realizarse una intervención para ponerse un implante coclear.
Un giro desde la experiencia
El incremento del deterioro cognitivo de las personas mayores que empiezan a perder audición tiene muchos matices. Y cuanto más tarde le pongan remedio más rápido se produce ese deterioro, que tiene que ver con numerosas enfermedades como la demencia o el Alzheimer, entre otras. Es decir, las consecuencias para la salud son cada vez peores. Pero no fue el tomar conciencia de todo esto lo que llevó a Carolina a acceder a ponerse finalmente un audífono, sino su propia vivencia.
“Su otra hija vive en Buenos Aires y se fue sola a verla. Pero esta vez vio que no se podía manejar y se compró allí un audífono en una farmacia porque vio que no oía y se vio en una situación ya más extrema. Pero era horroroso, le molestaba y escuchaba con él unos pitidos espantosos. Así que, a la vuelta, volvió a decir que no lo necesitaba”, recuerda Marta. ¿Qué fue entonces lo que le hizo acceder finalmente a ponerse uno? “No lo sabemos. Un poco toda la situación. El aislamiento en el que vivía, que cada vez podía hablar menos por teléfono, desde Asturias con nosotros, en Madrid, y con su hija, en Buenos Aires. Y cada vez hablaba menos, cuando ella era de esas personas que no se callan ni debajo del agua, así que le estaba afectando ya muchísimo al estado anímico”.
Cada vez hablaba menos, cuando ella era de esas personas que no se callan ni debajo del agua, le estaba afectando ya muchísimo al estado anímico

Primer plano de un implante coclear.
Y es que Carolina no quiere contar qué le hizo cambiar de opinión. Recuerda su nuera que fue después de una visita al médico de cabecera que la mandó al otorrinolaringólogo, así que su familia piensa que tuvo que ver con eso, porque, hasta entonces, siempre se había negado a ir. “Le costó muchísimo aceptarlo, pero ya no se enteraba de ninguna conversación. Y, cuando se puso el audífono, el cambio fue total”, relata su nuera Marta. “Desde entonces, con 75 años, ha vuelto a hacer muchas de las actividades que había dejado, la falta de audición le quitaba años y la deprimía. Ahora todo eso se acabó”.
Soluciones médicas y esperanza tecnológica
La cuestión es que, como decía Marta, la perdida de audición, cuando está relacionada con la edad, es casi siempre progresiva, generalmente, no se oye mucho peor de golpe. Lo que ocurre es que se van perdiendo frecuencias, como explica Juan García-Valdecasas, vocal de la comisión de Otología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello. “Se va perdiendo lentamente. Primero las más agudas y luego el resto”. Este médico se dedica a la otología, una subespecialidad de la otorrinolaringología dedicada, en concreto, al tratamiento de los problemas de audición.
“Hay muchos tipos de pérdida de audición, pero la más frecuente se debe al paso de los años”, resalta García-Valdecasas. “Además, factores como la hipertensión, la diabetes, el colesterol alto y la exposición al ruido terminan por afectar al oído. Por lo que cuanto antes se ponga remedio, menos probabilidades de deterioro cognitivo y demencia va a tener la persona”. “De hecho, en los últimos cinco años se ha avanzado mucho en los conocimientos en relación con esta cuestión”, resalta este médico. Y recuerda que el último estudio, publicado por la revista científica The Lancet en 2024, situaba en un 46% el aumento de la probabilidad de deterioro cognitivo relacionado con los factores de riesgo mencionados por este especialista.
Si todas las personas con problemas de audición le pusieran remedio, se reduciría en un 8% los problemas con demencia
Este otólogo aporta un dato definitivo que apuntan las investigaciones: “Si todas las personas con problemas de audición le pusieran remedio, se reduciría en un 8% los problemas con demencia”. “Es algo que aísla socialmente, aumenta el deterioro y, además, también incrementan los riesgos de otro tipo, como los corporales, por ejemplo, de sufrir atropellos o caídas”.
Otro dato que puede parecer sorprendente es la edad a la que deberíamos estar todos pendientes de este problema de salud. “A partir de los 45 o 50 años empieza a perderse audición, la misma a la que instaura, por ejemplo, la presbicia”, afirma este otólogo. Tema aparte es el de los implantes cocleares. “Suelen recomendarse a pacientes que no pueden usar audífono, generalmente porque tienen el oído interno muy deteriorado”, explica.
Ejemplos de superación: cuando el oído vuelve a abrir el mundo
En general, los especialistas en otorrinolaringología insisten en el hecho de los implantes cocleares se pueden poner a cualquier edad, no hay ninguna máxima a partir de la cual sea desaconsejable. Por esta razón, según los expertos de la SEORL-CCC, cada vez se realizan más estas cirugías en adultos mayores de 75 años. Aunque especifican que los candidatos a este dispositivo deben cumplir con una serie de condiciones, con que resumen en tener un estado de salud compatible con una intervención quirúrgica, contar con una capacidad cognitiva adecuada para sacar provecho del implante y, además, comprometerse en realizar las programaciones y la rehabilitación que le paute su médico. “En pacientes con pérdida de audición, el implante coclear puede mejorar el deterioro cognitivo asociado a la edad”, afirma rotundamente esta sociedad médica.
Y precisamente este es el caso de Santiago López Bellido, quien perdió la audición debido a varios problemas de salud, pero la recuperó gracias a un implante coclear. Cuenta que le cambió la vida: “Mi máxima es que eres lo que superas, la clave es ser positivo. Me diagnosticaron un cáncer de lengua a los 31 años que me hizo perder la voz y, poco a poco, también la audición. Ahora tengo 60 años y tengo en un oído, el izquierdo, un implante coclear, y en el otro, el derecho, llevo un audífono”.
Santi ha logrado superar estos tres años gracias a precisamente a los avances que se han hecho en este cambio. Él lleva, en concreto, el implante coclear Nucleus 8 de GAES, en cuya revista Oímos contó hace unos años lo importante que fue para él el disponer de estos avances, así como el apoyo de su familia para que el implante fuera un éxito. “Un fármaco que me dieron para la quimioterapia, cisplatino, dañó mi nervio auditivo y fue por eso por lo que fui perdiendo audición poco a poco y empecé a llevar audífonos. Pero, con el paso del tiempo, uno de los oídos, el izquierdo, me dio muchos problemas, tenía acúfenos que me producían mareos y entonces fue cuando el médico me dijo que me tenían que poner el implante coclear. A los cuatro meses de ponérmelo, tras la rehabilitación, estaba al 95% de audición del oído izquierdo a 65 dB, no me lo podía creer”.
Santi hace hincapié en la tecnología. “Ahora llevo el implante Nucleus 8 de Cochlear y lo tengo vinculado al móvil. Y así puedo escuchar llamadas, mensajes de audio y también música. Siento muchísima libertad”. Tanto que su pasión por el deporte le ha llevado a correr ya cinco maratones a lo largo de estos años, aunque ahora nos anticipa que esta misma semana le ha dicho el médico que la semana que viene le ponen un PEG. Con estas siglas se conoce la gastrostomía endoscópica percutánea, que se trata de una operación mediante la cual se coloca un tubo flexible a través de la pared abdominal hasta el estómago. Este sistema facilita la nutrición, la administración de líquidos y de medicamentos directamente en el estómago, sin necesidad de que pasen por la boca y el esófago.
A los cuatro meses de ponerme el implante coclear, tras la rehabilitación, estaba al 95% de audición del oído izquierdo a 65 dB, no me lo podía creer
“Me lo ponen porque tengo mucho riesgo de atragantamiento o de que me dé una neumonía por aspiración”, dice Santi muy tranquilo. Lo afronta con gran optimismo. Como nos decía antes, no concibe de tomárselo de otra manera. Con su fortaleza y voluntad seguro que todo sale bien. Y, claramente, él es todo un ejemplo para los que se resisten a ponerse un sencillo audífono por no parecer mayores, así como casos como el suyo demuestran que la edad no es un peso, es un auténtico regalo.