Álvaro Fernández-Vega, oftalmólogo: “Muchos problemas visuales ligados a la edad, como el glaucoma, son irreversibles, pero detectarlos a tiempo puede marcar la diferencia entre ver o no ver en el futuro”

Longevity

Con la premisa de que cuidar los ojos es cuidar la vida, el doctor Fernández-Vega Sanz advierte que muchos problemas de visión ligados a la edad pueden prevenirse si se detectan a tiempo

Álvaro Fernández-Vega Sanz, oftalmólogo

Álvaro Fernández-Vega Sanz, oftalmólogo. 

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Cuidar de los ojos es cuidar de la calidad de vida. Así lo afirma el doctor Álvaro Fernández-Vega Sanz, director de la Unidad de Retina y Vítreo del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, cuarta generación de una de las familias de oftalmólogos más prestigiosas de España y referente nacional e internacional en el tratamiento de patologías oculares.

Fernández-Vega nos advierte sobre cómo envejece nuestra visión y cuáles son las principales amenazas. “Muchos problemas visuales ligados a la edad, como la degeneración macular o el glaucoma, son irreversibles. Pero detectarlos a tiempo puede marcar la diferencia entre ver o no ver en el futuro”, advierte.

¿Cómo cambia la visión con la edad?

Con el paso de los años, el proceso natural de oxidación del organismo, propio del envejecimiento, afecta también a los ojos, favoreciendo la aparición de diversas patologías. A partir de los 40, es frecuente la presbicia o vista cansada, causada por el endurecimiento del cristalino. Esto explica que muchas personas que nunca necesitaron gafas empiecen a requerirlas para actividades de cerca.

¿Todos vamos a tener presbicia?

Sí. Es como las canas, a todos nos salen tarde o temprano. La presbicia es universal, aunque su aparición varía de una persona a otra. A partir de los 45 años solemos necesitar alrededor de +1 dioptría para ver de cerca; a los 50, +1,5; y a los 55, cerca de +2. Es un cambio matemáticamente predecible. Los hipermétropes suelen notarlo antes, mientras que los miopes, gracias a su defecto de visión próxima, pueden retrasar el uso de gafas para leer. Pero el deterioro del enfoque cercano es inevitable.

A partir de los 40, es frecuente la vista cansada, y muchas personas que nunca necesitaron gafas empiezan a requerirlas para actividades de cerca

Álvaro Fernández-Vega SanzOftalmólogo

¿Y cataratas?

Con el tiempo, además de endurecerse, el cristalino pierde su transparencia natural y se va volviendo opaco, formando cataratas. Inicialmente, es como un visillo pero si no se interviene acaba siendo un telón que impide que la imagen llegue al fondo del ojo. Esto puede ocurrir a distintas edades, pero según pasan los años, la probabilidad de tener una catarata es mayor. A los 80 prácticamente todo el mundo ha desarrollado cataratas. Afortunadamente, tiene una solución quirúrgica. Operamos extrayendo el contenido del cristalino (es como una lenteja detrás del iris) mediante una pequeñísima incisión y colocamos una lente intraocular. Con esta lente artificial que además diseñamos de forma personalizada para cada paciente, podemos corregir también la graduación, tanto de lejos como de cerca.

Entonces, la cirugía de cataratas es un 2 por 1…

En efecto, puede cubrir ambas distancias. Aunque no se logra la misma flexibilidad que el cristalino natural, la mayoría de los pacientes pueden realizar sus actividades diarias sin depender de las gafas. De hecho, últimamente, esta cirugía se está utilizando incluso en pacientes que no tienen mucha catarata, para corregirles defectos de graduación.

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¿Qué otros problemas de visión van ligados a la edad?

Uno muy frecuente, que afecta a la retina, es la degeneración macular asociada a la edad (DMAE). La luz entra atravesando la córnea, pasa por la pupila y el cristalino, recorre la cavidad vítrea y llega al fondo del ojo, donde está la retina, que es como si fuera el papel pintado que recubre una habitación. La retina es especial porque es tejido cerebral. Está compuesta por nueve capas de neuronas superespecializadas que se unen en una especie de cordón, que es el nervio óptico y lleva la información visual al cerebro. A diferencia de la córnea o el cristalino, que sí podemos reemplazar, ni la retina ni el nervio óptico se pueden regenerar o trasplantar. Y su papel es esencial porque la imagen que miramos tiene que ser captada por el ojo, pero luego tiene que ser interpretada en el cerebro.

¿Por qué se produce la degeneración macular asociada a la edad? 

La retina tiene dos zonas: una periférica, que capta lo que pasa alrededor, y una central, la mácula, que nos da la visión de precisión y nos permite reconocer rostros, leer o coser, por ejemplo. Con esta enfermedad, los pacientes mantienen su visión periférica, lo que les permite seguir moviéndose y orientándose, pero pierden la capacidad de ver con claridad lo que tienen justo delante. Incluso en los estadios más avanzados, esta enfermedad no provoca una ceguera total, pero el paciente pierde calidad de vida porque limita mucho las tareas de precisión. Si miran el reloj, ven el puño y el codo, pero no la hora que marca. Si viviéramos todos 120 años, todos desarrollaríamos DMAE. La edad, la genética y el tabaquismo son tres factores vinculados a esta enfermedad.

A diferencia de la córnea o el cristalino, ni la retina ni el nervio óptico se pueden trasplantar, y su papel es esencial

Álvaro Fernández-Vega SanzOftalmólogo
El riesgo de padecer glaucoma crece con la edad

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¿Cómo evoluciona la enfermedad?

Tiene dos formas. Una es la seca o atrófica, producida por un envejecimiento lento y progresivo de la retina que va perdiendo células en esa zona del centro de la visión. Pero a veces puede transformarse en una forma húmeda o neovascular, creando una red de vasos sanguíneos anormales detrás de la retina. Se trata de un mecanismo defensivo del organismo, que ante esa ‘irregularidad’ intenta crear una cicatriz para reparar el daño. Esa red resulta muy tóxica y, cuando aparecen estos neovasos, destruye rápidamente la mácula, provocando una pérdida brusca de la visión central de la noche a la mañana.

¿Se puede hacer algo en estos casos?

La forma seca no se puede tratar, pero la húmeda sí. Se utilizan inyecciones intravítreas de fármacos antiangiogénicos que frenan el crecimiento de esos vasos anómalos. El problema es que su efecto no es permanente y el organismo vuelve a generarlos. Por eso, el tratamiento requiere inyecciones periódicas, primero mensuales y luego, si es posible, más espaciadas. Aun así, muchos pacientes necesitan tratamiento de por vida. Se están investigando fármacos de mayor duración, para reducir la frecuencia de las inyecciones, y dispositivos de liberación lenta, como los implantes PDS, que están en fase de ensayos clínicos. En un futuro más lejano, podría recurrirse a la ingeniería genética para que las propias células de la retina lleguen a fabricar su propia terapéutica.

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¿Da síntomas la DMAE?

Además de la pérdida de nitidez al leer o ver detalles, hay señales menos evidentes pero importantes, como percibir ondulaciones en las líneas rectas. Si empezamos a ver torcidas o borrosas las rayas de los azulejos, las baldosas de suelo o los barrotes de una verja es una señal de alarma. Hay test caseros, como la rejilla de Amsler, una cuadrícula de líneas verticales y horizontales, que ayuda a detectar precozmente alteraciones en la visión central. Para la población general no es imprescindible, pero sí recomendable en personas con antecedentes familiares o ciertos marcadores retinianos que indican riesgo de DMAE.

¿El desprendimiento de retina está también asociado a la edad?

Puede darse a cualquier edad, pero es más frecuente a medida que envejecemos. Se debe a la tracción del humor vítreo, un gel transparente que rellena el ojo entre el cristalino y la retina, y que está adherido a las paredes internas del globo ocular. Con los años, este gel pierde agua, se desestructura y termina colapsando, separándose de la parte posterior del ojo, aunque sigue anclado en zonas periféricas. Esto puede provocar la aparición de las llamadas ‘moscas volantes’, unos puntitos o telarañas que flotan en el campo visual. Es lo que llamamos desperdicio del vítreo y un proceso natural del envejecimiento ocular que todos vemos alguna vez. Pero si se nota un cambio en esas moscas o cuerpos flotantes conviene ir al especialista. En la mayoría de los casos no pasa nada, pero en un pequeño porcentaje, alrededor de un 2%, la retina se rompe, lo que suele ir acompañado de luces como relámpagos.

Si empezamos a ver torcidas o borrosas las rayas de los azulejos, las baldosas de suelo o los barrotes de una verja es una señal de alarma

Álvaro Fernández-Vega SanzOftalmólogo

¿Hay alguna solución?

Si se detecta a tiempo, se puede hacer una ‘soldadura’ con láser alrededor de la rotura, para evitar complicaciones mayores. Si, por el contrario, no se actúa en el momento, el líquido intraocular se cuela por la fisura y provoca el desprendimiento. Es un problema muy serio, que requiere cirugía.

Dicen que el glaucoma es una de las principales causas de ceguera en el mundo occidental.

En efecto, es una enfermedad muy traidora, porque al principio no duele ni se nota, hasta que el daño está muy avanzado. Se debe a un aumento de la presión intraocular por un mal drenaje del líquido interno del ojo, lo que acaba dañando el nervio óptico. A diferencia de la DMAE, afecta primero a la visión periférica, por lo que el paciente puede seguir leyendo o reconociendo caras sin notar el problema.

Detectado a tiempo, ¿tiene solución?

En general, sí. El glaucoma suele evolucionar lentamente, y una revisión cada uno o dos años bastaría para detectarlo a tiempo. El problema es que muchas personas no se hacen controles oftalmológicos, y la enfermedad progresa sin avisar. Cuando se diagnostica tarde, el daño al nervio óptico ya es irreversible. Pero la detección temprana permite frenar su progresión bajando la presión ocular con colirios que reducen la producción o facilitan la salida del líquido, tratamientos con láser para abrir los conductos de drenaje, o incluso cirugía, poniendo unos dispositivos muy pequeños en el ángulo por donde se drena el humor acuoso.

El glaucoma es una enfermedad muy traidora, porque al principio no duele ni se nota, hasta que el daño está muy avanzado

Álvaro Fernández-Vega SanzOftalmólogo
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¿Podríamos considerar el síndrome del ojo seco como una alteración relacionada con la edad?

En parte, sí. Es una afección muy común que produce escozor, picor o lagrimeo y se debe múltiples causas: desde una evaporación excesiva de la lágrima o un parpadeo incompleto hasta alteraciones en los párpados o déficit en la producción lagrimal. También influyen enfermedades sistémicas, carencias vitamínicas, ciertos fármacos como ansiolíticos, tratamientos para el acné o colirios vasoconstrictores, así como patologías dermatológicas como la rosácea, que afecta el borde de los párpados y altera la función de las glándulas que producen la lágrima. Además, en las mujeres, los cambios hormonales ligados a la menopausia provocan una sequedad general de mucosas, incluida la conjuntiva ocular. Estas molestias suelen aliviarse bien con lágrimas artificiales.

¿Por qué hay lagrimeo si hay menos producción de lágrima?

Tenemos dos tipos de lágrimas. La más importante se produce en los párpados y se compone de moco, proteínas y lípidos. Cuando no tenemos esa lágrima tan efectiva, el ojo responde con la glándula lagrimal principal, que es la que usamos para llorar, produciendo lágrimas más acuosas, pero sin los componentes que le dan la calidad.

Ha dicho que los párpados también influyen.

Mucho. En el borde de los párpados existen glándulas que secretan los lípidos de la lágrima. Si esa zona se inflama, como ocurre en la blefaritis o por infecciones como el Demodex (un ácaro microscópico), la calidad lagrimal disminuye y se agrava el ojo seco.

En las mujeres, los cambios hormonales ligados a la menopausia provocan una sequedad general de mucosas, incluida la conjuntiva ocular

Álvaro Fernández-Vega SanzOftalmólogo

¿Existe alguna forma de prevención de estos problemas oculares?

No podemos evitar el envejecimiento, pero sí reducir su impacto. En personas con riesgo de DMAE, por genética o ciertos marcadores, se pueden indicar suplementos antioxidantes como luteína, zeaxantina o zinc, para tratar de disminuir el riesgo de formas más agresivas. Pero no se trata de tomarlos indiscriminadamente, sino bajo control médico, porque en ensayos clínicos se ha observado que estos suplementos, en pacientes fumadores, por ejemplo, aumentaban el riesgo de cáncer de pulmón.

¿La dieta puede ayudar?

Sí. Seguir una dieta mediterránea equilibrada, rica en verduras de hoja verde oscuro, frutas rojas y con más pescado que carne, ayuda a proteger la salud visual y previene el desarrollo o la progresión de patologías como la degeneración macular, el ojo seco y el glaucoma.

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¿Alguna recomendación más para prevenir posibles problemas oculares?

Proteger los ojos de traumatismos, algo que a menudo se subestima. Vemos muchos casos de lesiones graves, incluso pérdidas oculares, por accidentes perfectamente evitables. Por ejemplo, uno de los deportes con más riesgo es el pádel que debería practicarse con gafas de protección de policarbonato, también indicadas cuando hay que martillear metal contra metal, ya que pueden saltar esquirlas. También son bastante comunes los accidentes con desbrozadoras, al descorchar botellas de champán o con fuegos artificiales, tan habituales en los festejos de nuestro país.

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