Pablo Barrecheguren, bioquímico: “Alteraciones en el sueño pueden ser una primera señal de enfermedades neurodegenerativas; por eso no hay que asumir que todo es una consecuencia de la edad”

Longevity

Barrecheguren, doctor en Neurociencias, bioquímico y autor de libros como ‘Neurogamer’ y ‘¿Por qué soñamos?’, explica cómo funciona el cerebro, una herramienta vital para envejecer con plenitud

El patrón de sueño puede decir mucho sobre nuestra salud cerebral

El patrón de sueño puede decir mucho sobre nuestra salud cerebral

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Pablo Barrecheguren (Zaragoza, 1986) es doctor en Neurociencias, bioquímico y divulgador. Ha logrado acercar el conocimiento del cerebro al gran público con rigor, creatividad y una sorprendente capacidad para conectar ciencia, salud mental y cultura. En sus libros Neurogamer y ¿Por qué soñamos?, la neurociencia se vuelve comprensible. No escribe para especialistas, sino para quienes desean vivir con más lucidez, mantener la mente despierta y cuidar su salud cerebral a cualquier edad.

Profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, guionista de El cazador de cerebros (RTVE), finalista de FameLab, una competición internacional de monólogos científicos; y creador del canal de Youtube Neurocosas, tiene un estilo directo y claro: conocer cómo funciona el cerebro no es un lujo intelectual, es una herramienta vital para tomar mejores decisiones, adaptarse al cambio y envejecer con plenitud.

Ha pasado de la investigación académica a los escenarios y a YouTube. ¿Cómo surgió la idea de divulgar neurociencia con ese enfoque tan creativo?

Fue la vida, y no precisamente fácil. Durante el doctorado, me vi en una situación académica muy complicada que me obligó a hacer un parón y replantearme todo. Mientras buscaba cómo continuar, empecé a divulgar casi por supervivencia. Fui finalista de FameLab en 2015, allí pude ver que tenía algo que contar y una forma propia de hacerlo. Me uní a Big Van Ciencia, descubrí el poder de la narrativa y entendí que divulgar ciencia no es solo explicar: es emocionar.

En sus trabajos explica cómo el cerebro cambia, se adapta y envejece. ¿Qué deberíamos saber sobre el envejecimiento cerebral que no se explica lo suficiente?

Uno de los aspectos menos conocidos —y más importantes— es la relación entre el sistema cardiovascular y la salud cerebral. Tener una buena salud vascular es clave para mantener el cerebro en forma, especialmente con el paso de los años. Por ejemplo, la hipertensión es uno de los principales factores de riesgo para desarrollar demencias, incluida la enfermedad de Alzheimer. En resumen, cuidar el corazón es también cuidar el cerebro.

La hipertensión es uno de los principales factores de riesgo para desarrollar demencias, incluida la enfermedad de Alzheimer. Cuidar el corazón es también cuidar el cerebro

Pablo BarrechegurenBioquímico y neurocientífico
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Aparte de cuidar el sistema cardiovascular para tener un cerebro sano, ¿qué más podemos hacer para prevenir el deterioro cognitivo o reducir el riesgo de enfermedades como el Alzheimer?

Además de cuidar el corazón, hay un factor clave, mantenerse intelectualmente activo. Pero no se trata solo de hacer sudokus —que quizás también ayuden—, sino de desafiar al cerebro con aprendizajes complejos: estudiar un idioma, tocar un instrumento, leer sobre temas exigentes o empezar a escribir, por ejemplo. Todo eso construye lo que llamamos “reserva cognitiva”, es decir, la capacidad del cerebro para resistir el deterioro. Hay estudios que muestran que las personas que han tenido una vida con alta actividad cognitiva tienen menor riesgo de desarrollar demencias. Y cuando lo hacen, muchas veces la enfermedad aparece más tarde o con menor agresividad. Ahora bien, no podemos cargar toda la responsabilidad sobre el individuo. Necesitamos un sistema público fuerte que permita actuar de forma preventiva.

¿Cómo debería actuar el sistema sanitario cuando una persona mayor acude a consulta para detectar a tiempo posibles deterioros cognitivos?

Por ejemplo, si una persona mayor va al centro de salud, lo ideal sería que hubiera un protocolo estandarizado para detectar precozmente signos de deterioro cognitivo. Pero hoy, con las consultas saturadas, eso es inviable. Y eso no es culpa de las personas, sino de un sistema que no prioriza la salud cerebral como debería.

No se trata solo de hacer sudokus, sino de desafiar al cerebro con aprendizajes complejos: estudiar un idioma, tocar un instrumento, leer sobre temas exigentes, escribir... Todo eso construye lo que llamamos “reserva cognitiva” 

Pablo BarrechegurenBioquímico y neurocientífico

En su último libro, ¿Por qué soñamos?, aborda el papel del sueño en la salud cerebral. ¿Por qué es tan crucial dormir bien para el cerebro?

Porque durante el sueño el cerebro no se apaga, al contrario, se reorganiza. Es el momento en que consolida recuerdos, limpia residuos metabólicos y refuerza conexiones neuronales. Dormir bien es clave para la memoria, el estado de ánimo, la concentración y el rendimiento cognitivo. Y en niños y adolescentes, es aún más importante, porque el sueño forma parte esencial del desarrollo cerebral.

¿Y en edades más avanzadas?

Sigue siendo crucial. El sueño cambia con la edad: se vuelve más fragmentado, hay menos proporción de sueño profundo... pero eso no significa que debamos normalizar dormir mal. Hay patologías tratables como la apnea del sueño o el insomnio crónico. Incluso hay estudios que muestran que ciertos hábitos como tomar un baño caliente una hora antes de dormir pueden mejorar el sueño en personas mayores. También hay que evitar el alcohol antes de dormir, ya que empeora la calidad del sueño, aunque en un primer momento, nos ayude a conciliarlo.

Durante el sueño el cerebro no se apaga, se reorganiza. Dormir bien es clave para la memoria, el estado de ánimo, la concentración y el rendimiento cognitivo

Pablo BarrechegurenBioquímico y neurocientífico
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¿Cuántas horas antes de dormir deberíamos evitar el alcohol?

Lo ideal es no consumir alcohol al menos cuatro horas antes de acostarse. Haber bebido y ponerse a dormir reduce significativamente la proporción de sueño profundo, que es la fase más reparadora. En las personas mayores, este efecto es aún más pronunciado. Por eso, si queremos un descanso de calidad, lo más recomendable es evitar el alcohol por completo antes de dormir.

En su último libro habla de los sueños. ¿Por qué soñamos y cómo afectan estos a nuestro cerebro?

Es una de las grandes preguntas de la neurociencia que aún no tiene una respuesta definitiva. Lo que sí sabemos es que la fase REM, donde ocurren la mayoría de los sueños, está muy relacionada con la consolidación de la memoria y la regulación emocional. Una teoría plausible es que los sueños no tengan una función en sí mismos, sino que sean un subproducto de esos procesos cerebrales. Es como cuando trabajas la madera: el objetivo principal es tallar una figura o construir algo útil, pero en el proceso caen virutas. Los sueños serían esas virutas, no son el propósito central, pero aparecen inevitablemente mientras el cerebro organiza, procesa y limpia la información acumulada durante el día. En el caso de los niños, que sueñan más, esto también se relaciona con el hecho de que su cerebro aún está en desarrollo. Sus estructuras neuronales no están completamente maduras, y el sueño —incluido el sueño REM— forma parte de ese proceso de maduración.

Alteraciones en los sueños o en el patrón del sueño pueden ser una señal temprana de enfermedades neurodegenerativas como el párkinson

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Alteraciones en los sueños o en el patrón del sueño pueden ser una señal temprana de enfermedades neurodegenerativas como el párkinson. 

STOCKCAKE / Europa Press

¿Y las pesadillas?

Solemos pensar que podrían tener una función adaptativa, como si sirvieran para entrenarnos frente a los miedos. Pero si así fuera, al despertar nos sentiríamos más preparados o tranquilos. Y lo cierto es que suele ocurrir justo lo contrario, tras una pesadilla nos levantamos más angustiados, inquietos o emocionalmente alterados. En lugar de desensibilizar, pueden amplificar el malestar, especialmente si se repiten con frecuencia. Por eso, aunque formen parte del proceso onírico, no podemos considerarlas necesariamente útiles desde el punto de vista psicológico.

¿Lo que comentas sobre los sueños y las pesadillas es también aplicable a la vejez?

Absolutamente. A menudo se da por hecho que dormir mal, tener sueños raros o perder memoria a partir de los 60 o 70 años es algo “normal” y sin solución. Pero no deberíamos resignarnos, muchos de esos cambios pueden tener una causa concreta, y en muchos casos, tratamiento. Por ejemplo, alteraciones en los sueños o en el patrón del sueño pueden ser una señal temprana de enfermedades neurodegenerativas como el párkinson. Por eso es fundamental consultar con un profesional en lugar de asumir que todo es una consecuencia inevitable de la edad. Por lo tanto, es tan importante tener un buen sistema sanitario y consultar estas cuestiones con un profesional.

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¿Y qué hay de la regeneración neuronal en la edad adulta? ¿Se pueden crear nuevas neuronas?

Lo más relevante no es tanto crear nuevas neuronas como cuidar y mantener activas las que ya tenemos. Lo verdaderamente poderoso es la plasticidad cerebral, la capacidad del cerebro para adaptarse, reorganizarse y crear nuevas conexiones. Esa plasticidad no desaparece con la edad, aunque puede costar más con los años. Pero siempre hay margen de mejora si estimulamos el cerebro de forma adecuada.

¿Y cómo podemos estimular el cerebro de forma adecuada a partir de edades avanzadas?

La clave está en la constancia, no en hacer cosas grandes de vez en cuando. El ejercicio físico, sobre todo el cardiovascular, mejora la circulación y la plasticidad cerebral. A nivel cognitivo, el cerebro necesita desafíos: aprender algo nuevo, leer temas complejos o resolver problemas mantiene vivas sus conexiones. También es esencial dormir bien, cuidar la alimentación y tratar los trastornos del sueño que muchas veces se normalizan con la edad. No se trata de hacer cosas extraordinarias, sino de sostener buenos hábitos cada día.

Sincronizar nuestras rutinas con el ritmo natural mejora el bienestar y puede incluso aumentar la eficacia de ciertos tratamientos médicos

Pablo BarrechegurenBioquímico y neurocientífico

¿Y qué papel juega el ritmo circadiano en todo esto?

El ritmo circadiano actúa como un reloj interno que regula funciones esenciales del organismo: el sueño, el estado de ánimo, el sistema inmunológico, el metabolismo… Cuando llevamos horarios irregulares —por ejemplo, al trasnochar habitualmente o cambiar los horarios de las comidas y el descanso—, ese reloj se desajusta, y eso puede tener efectos negativos tanto físicos como mentales. Cada vez hay más estudios que muestran cómo sincronizar nuestras rutinas con ese ritmo natural mejora el bienestar y puede incluso aumentar la eficacia de ciertos tratamientos médicos. Respetar nuestros tiempos internos no es solo una cuestión de descanso, es una herramienta poderosa para cuidar la salud a todos los niveles.

En su canal de Youtube: “Neurocosas”, ¿qué tipo de dudas recibe por parte del público sénior?

Me escriben personas mayores y, sobre todo, familiares que están desesperados. Preguntan por el alzheimer, el deterioro cognitivo, el insomnio… temas que les preocupan profundamente. Y lo más triste es que, detrás de esas dudas, muchas veces hay una sensación de abandono. Se nota que llegan desatendidos por el sistema. Yo intento redirigirlos a profesionales, pero me impacta ver cuántas personas buscan respuestas en internet porque no las están recibiendo donde deberían. Y eso es algo que, como sociedad, no podemos ignorar.

Estar en casa sentado todo el día, sin rutinas ni vínculos, es uno de los peores escenarios para el cerebro

Pablo BarrechegurenBioquímico y neurocientífico

¿Qué opina de los llamados entrenamientos de “neurofitness”? ¿Es una forma eficaz de ejercitar el cerebro o es solo una moda?

Soy bastante escéptico con muchos de esos programas que prometen mejorar la memoria o la agilidad mental con juegos o ejercicios repetitivos. La evidencia científica que respalde su eficacia a largo plazo es muy limitada. En general, lo que suelen entrenar es la habilidad para hacer mejor ese mismo juego, pero eso no siempre se traduce en mejoras cognitivas reales en la vida diaria. Lo que sí sabemos que funciona es lo de siempre: aprender cosas nuevas, moverse, tener vida social, dormir bien… Eso sí, son entrenamientos reales para el cerebro, aunque no vengan en formato de app ni tengan nombre comercial.

Entonces, ¿los entornos sociales estimulantes también influyen en nuestra salud cerebral?

Muchísimo. Estar en casa sentado todo el día, sin rutinas ni vínculos, es uno de los peores escenarios para el cerebro. Las relaciones sociales no solo nos dan apoyo emocional, también activan múltiples áreas cerebrales: lenguaje, memoria, atención, empatía… Hablar con alguien, compartir una comida o simplemente salir a dar un paseo con otra persona ya supone un reto cognitivo mucho más completo que hacer un puzle en solitario. La soledad se ha asociado a un mayor riesgo de deterioro cognitivo y enfermedades neurodegenerativas.

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¿Qué mensaje daría a quienes se jubilan o cruzan la barrera de los 60 y quieren seguir mentalmente activos?

A quien tenga más de 60, le diría que no espere a tener tiempo libre para empezar. Basta con elegir dos actividades: una física y otra mental, y mantenerlas cada semana. Eso ya puede marcar la diferencia. El cerebro no se jubila, hay que hacerlo sudar para que envejezca mejor. Lo que no se usa, se atrofia.

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