Tamara Pazos, bióloga: “Nuestro sistema inmune nos libra varias veces al día de posibles tumores, y lo mejor que podemos hacer por él es dormir seguido durante al menos 7 horas” 

Longevity

En su nuevo libro 'Crecer sin envejecer (o casi)', la bióloga gallega Tamara Pazos aborda cómo el entorno social, económico y urbano influye profundamente en el envejecimiento

Frente al discurso individualista de la salud, la autora defiende que los grandes avances en longevidad han sido fruto de transformaciones colectivas y no de la fuerza de voluntad personal

Tamara Pazos alega que

Tamara Pazos alega que “los grandes saltos en la esperanza de vida no llegaron por comer mejor o hacer más ejercicio, sino por logros colectivos como el saneamiento o los medicamentos”.

NIHAO Agency

La bióloga gallega Tamara Pazos (A Coruña, 1992) lleva varios años siendo una referente en el campo de la divulgación científica en medios de comunicación, internet y las redes sociales. Este libro te hará vivir más (o por lo menos mejor) (Paidós), su segundo libro, publicado en 2023, se convirtió en todo un fenómeno editorial. 

Ahora Pazos regresa a las mesas de novedades de las librerías con Crecer sin envejecer (o casi), un libro en el que la divulgadora se mete de lleno en la ciencia de la longevidad para proporcionar a sus lectores herramientas para influir para bien en su proceso de envejecimiento. “Hoy sabemos que el 80% del envejecimiento de una persona está relacionado con lo que le pasa a su ADN y solo un 20% a la información e instrucciones de funcionamiento de ese material genético”, puede leerse en la introducción de un libro en el que Pazos hace hincapié en cómo el contexto social, económico, urbano y cultural en el que vivimos tiene un potencial enorme para determinar cómo envejecemos.

El 80% del envejecimiento está relacionado con lo que le pasa a nuestro ADN, no con las instrucciones que contiene

Tamara PazosBióloga

Usted se muestra bastante crítica en el libro con el argumento de la genética para explicar por qué unas personas envejecen mejor y viven más.

Es que a pesar de que las instrucciones que heredamos de nuestros padres tienen peso en cómo atravesaremos los últimos años de nuestra vida, lo más determinante es el contexto en el que vivimos, nuestros hábitos y los contaminantes ambientales que puedan acelerar ese envejecimiento en unas personas más que en otras.

También muestra su desacuerdo con los argumentos de la fuerza de voluntad y la meritocracia.

Creo que poner en valor la fuerza de voluntad de las personas es un ejercicio de optimismo y muy humano, ya que, si todo lo que hace falta para estar saludable es fuerza de voluntad y disciplina, en cualquier momento podríamos tomar fuerzas y hacerlo nosotros. Generamos así una sensación de justicia sobre la salud, como algo que puedes trabajar y solucionar por tu propia mano. Y si bien la motivación y la determinación a la hora de tomar decisiones saludables es muy importante, no lo son todo.

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No quiero ser pesimista, pero ¿podemos decir que la mayor parte del cómo envejecemos no está en nuestras manos?

Estamos más indefensos frente al contexto en muchas cosas que son colectivas y no individuales. Pero no seamos pesimistas, realmente tenemos mucho que decir y hacer para mejorar nuestra calidad y esperanza de vida, pero esto se debe hacer de forma colectiva, buscando cambios y mejoras sociales. Si lo pensamos, los grandes saltos en la esperanza de vida de nuestra especie no han estado vinculados a hacer ejercicio, alimentarnos bien o descansar mejor, sino a hitos colectivos de la humanidad como desarrollar medicamentos, saneamientos en ciudades, potabilización de aguas, diseños urbanos más saludables… Todo eso es colectivo, no individual.

En un mundo cada vez más dominado por la ideología neoliberal, ¿se puede abrir –incluso dentro de las ciudades y de los países– una brecha enorme en materia de envejecimiento entre quienes más y quienes menos tienen?

Esta cuestión ya ocurre y esa brecha ya existe. Se ha estudiado mucho la esperanza de vida y la salud vinculada al contexto socioeconómico. Sabemos que hay más sedentarismo en áreas urbanas empobrecidas en las que hay altas tasas de criminalidad en las calles o no hay zonas peatonalizadas ni espacios verdes para salir a moverse por la calle. También sabemos que en esas áreas hay más número de restaurantes y oferta gastronómica de baja calidad nutricional. Todo esto, además de las muchas desventajas de calidad de vida y cuidado que están vinculadas a los pocos recursos, se ha visto que no solo disminuye la longevidad en estos sectores de la sociedad, sino que tiene mucho más impacto en la calidad de vida de los años vividos con más impacto de trastornos metabólicos, convivencia con dolores crónicos y una vulnerabilidad muy aumentada a los trastornos neurodegenerativos.

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Del sistema inmune a la “obsesión antioxidante”

Hembos hablado recientemente con dos investigadoras españolas muy reconocidas a nivel internacional: María Mittelbrunn y Mónica de la Fuente Rey. Ambas coinciden en señalar al sistema inmune como el marcador más importante a nivel envejecimiento. ¿Por qué es tan determinante la salud de nuestro sistema inmune para envejecer más y mejor?

El sistema inmune no se encarga solo de combatir enfermedades infecciosas y de curar cicatrices, tiene una función de monitorear muy de cerca nuestras células. En el momento en el que detecta que hay alguna con errores y que potencialmente podría ser perjudicial para el bienestar del tejido o incluso poder dar lugar a un tumor, las elimina rápidamente. Gracias a esto, nuestro sistema inmune nos libra varias veces cada día de posibles tumores. Además, se encarga de regular ágilmente la inflamación y la respuesta al estrés del organismo, por lo que básicamente es el responsable de mantener en el tiempo nuestra salud y vitalidad, evitando el envejecimiento de los tejidos.

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¿Podemos hacer algo para cuidar nuestro sistema inmune?

Lo mejor que podemos hacer por el sistema inmune es dormir. Es el momento del día en el que trabaja más intensamente, reparando el cuerpo y reparándose a sí mismo. El sistema inmune está constituido por células que también necesitan reemplazarse y fortalecerse para trabajar bien. Es importante que el sueño sea continuo durante al menos 7 horas por la noche. Cuando el sueño se ve interrumpido no alcanzamos los estados profundos de reparación corporal necesarios para resetear ese sistema inmune. 

¿Y la dieta?

La dieta es otro foco de entrada de un montón de sustancias que entrenan al sistema inmune para reconocer lo propio de lo ajeno y saber a qué debe atacar. Si nuestra dieta es muy variada, estaremos perfeccionando un nuevo eje acuñado en ciencia: el eje cerebro-intestino-microbiota-inmune. Estos cuatro elementos están estrechamente relacionados, ya que un intestino recubierto de una microbiota saludable fruto de una dieta variada va a generar un sistema inmune sólido que se comunique bien con nuestro cerebro para coordinar nuestra actividad vital.

Lo mejor que podemos hacer por el sistema inmune es dormir, es el momento del día en el que trabaja más intensamente, reparando el cuerpo

Tamara PazosBióloga

“La motivación es importante, pero no lo es todo: no podemos individualizar la responsabilidad sobre la salud”, refiere Pazos.

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Le quería preguntar también por “la obsesión colectiva de antioxidarnos” que aborda en su libro. El boom de los antioxidantes, ¿tiene una base científica?

Efectivamente, el estrés oxidativo es una de las causas de alteraciones en el material genético que puede dar lugar a problemas de funcionamiento o a un envejecimiento acelerado. Cuando las células sufren daños y estrés como con la radiación solar sin protección, con la inflamación, con el estrés cognitivo... Esto puede generar radicales libres que alteran las moléculas que hay alrededor. Si esa molécula es el ADN, esto va a dar lugar a mutaciones que puedan pasar a futuras células acumulando daños que aceleran el envejecimiento.

La preocupación es lícita entonces, pero mi duda es si con toda esta moda de los antioxidantes, la industria y el marketing también nos está colando goles por la escuadra...

Totalmente, el cuerpo tiene mecanismos para antioxidarse por sí mismo, ya que todas las fuentes de estrés que he mencionado forman parte del día a día de un ser humano y la evolución ha puesto de su parte para que sobrevivamos a un mundo que oxida. La actividad física, el descanso y la alimentación variada son suficientes para que el cuerpo no viva en un estrés oxidativo constante. Si queremos ir más allá no tenemos que irnos al consumo de suplementos o al endiosamiento de algunos alimentos concretos. El sol, que sale gratis, si es tomado con prudencia, tiene efectos antioxidantes. El sol directo con su luz ultravioleta tiene un potencial dañino, pero la luz infrarroja que nos llega incluso si estamos vestidos con capas finas sentados en un parque, tiene la capacidad de penetrar en nuestras células teniendo un efecto antioxidante y muy positivo para la salud. De hecho, las zonas verdes son los espacios en los que más fácil es obtener esta radiación infrarroja.

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Volvemos a las desigualdades: no todas las personas tienen la misma capacidad de acceso a zonas verdes.

Creo que está en nuestra mano aprovechar más las zonas verdes y priorizar este tipo de ocio siempre que la climatología lo permita. También está en nuestra mano colectivizarnos y demandar a ayuntamientos y organismos públicos que el urbanismo y diseño de las ciudades esté al servicio de la salud humana y no al revés. El hecho de tener ciudades diseñadas para la salud es lo más antioxidante que vamos a tener. Si se fomenta que se pueda llegar andando o en bicicleta a los sitios, si hay zonas agradables y accesibles a las que ir a socializar sin implicar necesariamente un gasto o tener que consumir alcohol, por ejemplo, estaremos ofreciendo a la población espacios en los que desarrollar rutinas saludables que combatirán cosas tan oxidantes e inflamatorias como el sedentarismo, la inactividad física, la falta de luz solar y el estrés fruto del aislamiento social. El desplazamiento saludable y el ocio gratuito en espacios públicos debe ser un tema central y transversal en los ayuntamientos.

Tener ciudades diseñadas para la salud es lo más antioxidante que vamos a tener

Tamara PazosBióloga
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Evelyn López
Eduardo Díaz-Rubio, presidente de la Real Academia Nacional de Medicina, especialista en Oncología Médica

Hemos hablado de la importancia que las condiciones socioeconómicas sobre el envejecimiento, pero siempre hay cosas que podemos hacer y que están a nuestro alcance que no cuestan dinero –o que incluso te hacen ahorrar (no fumar, por ejemplo)– y que tampoco requieren de una exigencia de tiempo enorme. Sé que dice en el libro que desde sus 33 años le cuesta dar consejos, pero ¿qué básicos recomendaría a cualquier persona para llegar a envejecer más y mejor?

Dormir, evitar el sedentarismo y comer bien. Suena muy sencillo, pero no lo es, por lo que hay que meter una cuarta pata: cuidar de nuestra atención. Muchas veces los problemas de descanso y las malas decisiones alimentarias vienen fruto de una atención que está al servicio de la vida rápida, las redes sociales, las plataformas de series o las aplicaciones que usamos en los trabajos. Ante este escenario es muy difícil conectarse al presente y tomar decisiones que prioricen la salud. Invertir tiempo en practicar la meditación, la lectura o el aburrimiento son clave para que seamos cada vez más dueños de nuestras decisiones.

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