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“Obligar a compartir habitación con alguien que no has elegido es un atentado a la intimidad”: los nuevos modelos de residencias para mayores, en centros pioneros en España 

Longevity

Más allá de los reglamentos de las residencias tradicionales, nuevas iniciativas reinventan la atención a las personas mayores, poniendo en el centro cada historia personal, con sus gustos, ritmos y decisiones

Egurtzegi: viviendas con cuidados, solo plazas concertadas (no privadas), financiadas públicamente con copago según renta. Competencia de la Diputación.

Estitxu Ortolaiz

Durante décadas, el destino de miles de mayores en España ha sido el mismo: residencias que se parecen más a hospitales que a hogares, con horarios y protocolos que rara vez reflejan la voluntad de quienes las habitan. Lugares con comidas poco apetecibles, compañeros de habitación impuestos y normas que deciden cuándo ducharse, comer o incluso ir al baño. Allí, muchos dejaron de ser protagonistas de su vida para convertirse en “pacientes” de una larga espera hacia la muerte —o, simplemente, en “residentes” que deben adaptarse al sistema, en lugar de que el sistema se adapte a ellos.

Pero algo está cambiando. En el entorno de las residencias para seniors hay iniciativas en España que están rompiendo ese molde y devolviendo a las personas mayores el derecho a decidir cómo quieren ser cuidadas: según sus gustos, sus ritmos y sus sueños. Espacios donde la vida no se adapta a las normas, sino a quienes los habitan. La transformación llega, por ejemplo (entre otros centros) de la mano de modelos como el de Grand3dad, en Lleida, y el de Matia, en Donostia: proyectos inspiradores que demuestran que el sistema tradicional de residencias puede reinventarse por completo.

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El Centre Geriàtric de Lleida es un centro privado acreditado, con plazas públicas y privadas al mismo precio, 2.230,54 € al mes (tarifa pública en Catalunya). Este fue el primer centro transformado por Gran Edad SL, y hoy funciona también como laboratorio real de innovación en cuidados.llevaba medio siglo funcionando como muchas residencias en España, con horarios fijos, protocolos rígidos, la vida organizada desde el miedo al accidente y la obsesión por la seguridad, pero marzo de 2020 lo cambió todo. Mientras España se encerraba en sus casas, la mitad del equipo del centro se quedaron a vivir 28 días con sus residentes. “No podíamos abandonarlos”, recuerda Carol Mitjana, CEO y cofundadora de lo que después sería Grand3dad. “Pero algo mágico ocurrió durante ese encierro, la vida se organizó sola”.

De pronto, no había turnos de ocho horas. Los profesionales desayunaban, comían y cenaban con los residentes. Compartían sobremesas, veían la tele juntos, se enfadaban y se reconciliaban como en cualquier familia. “De repente, no había pacientes y cuidadores. Había gente viviendo junta”. La sorpresa fue descubrir que, cuando desaparecieron los protocolos, los residentes no se pusieron en peligro; al contrario, recuperaron energía y entusiasmo. “Nos organizamos según intereses comunes, no por patologías. Entendimos que había que trabajar por capacidades, no por limitaciones. La gente recuperaba la ilusión, participaba en decisiones cotidianas”, y cuando acabó el confinamiento, ya no pudieron volver atrás. “Fue como encender una luz y ya no podíamos apagarla”, recuerda Mitjana.

Durante el confinamiento, de repente, no había pacientes y cuidadores, había gente viviendo junta; la gente recuperaba la ilusión, participaba en decisiones cotidianas

Carol MitjanaCEO y cofundadora de Grand3dad
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¿Cuándo fue la última vez que alguien te prohibió ir al baño sin avisar? ¿O servirte agua cuando tienes sed? ¿O preparar un café a tu antojo? Parece absurdo, pero en muchas residencias de España, estas libertades básicas desaparecen el día que cruzas la puerta. “Para mí, la felicidad es poder hacer cosas por mí misma, por pequeñas que sean”, dice Carol Mitjana mientras recorre los espacios del Centre Geriàtric de Lleida, que hoy parecen más un hogar que una institución. “La geriatría ha funcionado durante décadas como si fuera un hospital. Ese marco fue útil para garantizar unos mínimos asistenciales, pero terminó imponiendo rutinas clínicas en lugares que, en esencia, deberían ser espacios de vida”.

En Grand3dad –la consultoría que nació de aquella experiencia del confinamiento— tiene una filosofía simple, que cada persona pueda vivir como quiere, con apoyos a su medida. Esa idea se concreta en cada gesto cotidiano. “La intuición se convirtió en método”, resume Alba Mor, psicóloga y gestora de proyectos, que lo explica como un triángulo perfecto: persona, equipos y espacio. “Primero, un objetivo personal claro: ¿cómo quiere vivir cada residente? Segundo, equipos alineados con tiempo de calidad para cada uno. Y tercero, un espacio que lo permita: si quiero pintar, tengo el material a mano; si soy de café, voy a la cocina sin pedir permiso”.

Hay un objetivo personal claro: ¿cómo quiere vivir cada residente?  

Alba Mor Psicóloga y gestora de proyectos

Centre Geriàtric Lleida

Cedida

De esa filosofía nació el método I FEEL, el corazón de Grand3dad: un modelo que transforma la residencia en unidades de convivencia con identidad propia, como casas dentro de una casa grande. Un enfoque que, tras consolidarse en Lleida, ya se exporta a toda Europa como referencia en la transformación del cuidado. La cocina lo dice todo. Ya no es territorio prohibido, sino el corazón de la vida diaria. Los residentes deciden qué desayunar, improvisan meriendas y mantienen tradiciones. Carmen Triquell, mientras prepara café para su hijo Josep que la visita cada día, lo resume: “Yo vivo aquí, es mi cocina. No he dejado de hacer lo mismo que en mi propia casa”.

Jaume, de 69 años, llegó tras un susto con la diabetes. “Tenía miedo que esto fuese como una residencia normal, pero el primer día me desperté cuando quise, preparé mi desayuno y decidí sobre la marcha si salir al mercado o al cine. Lo importante es que puedo elegir”. La diferencia está en los detalles que nadie ve, pero que lo cambian todo: los ritmos son personales, no institucionales. “Si alguien se levantó toda su vida a las seis, respetamos su ritmo; si fue noctámbula, no la despertamos a las siete”, explica Cristina Jofre, cofundadora de Grand3dad. “Ya no manda el reloj, sino la persona”.

Tenía miedo que esto fuese como una residencia normal, pero el primer día me desperté cuando quise, preparé mi desayuno y decidí sobre la marcha si salir al mercado o al cine

JaumeUsuario de Grand3dad
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Los espacios se diseñan para la vida, no para la seguridad obsesiva. Incluso en las unidades con mayor dependencia, el principio es inquebrantable: nada de prohibiciones absurdas. “Lo que más deprime es querer hacer algo y que no te dejen”, insiste Carol Mitjana. “Aquí evaluamos riesgos reales, no inventamos peligros”. Los equipos trabajan por propósitos, no por tareas. “Durante años se trabajó con rutinas rígidas, como una cadena de montaje que deshumanizaba a todos”, explica Jofre. Ahora la formación cambia tareas por propósitos.  

Lluís, de 75 años, lo confirma: “Aquí recuperé la confianza en mí mismo; sentirme útil me devolvió la alegría”. Santi, de 69, es más directo: “En el centro tengo compañía y conversación. No estoy solo”. Y Joan, de 88: “He hecho amigos de verdad, no simples conocidos. Y si quiero salir, cojo la furgoneta-enlace y voy a la ciudad. Es libertad de verdad”. El cambio se percibe en cada profesional. “Aquí cada día es distinto; lo importante son las ilusiones. A veces les explico geografía y juntos imaginamos lugares donde les gustaría estar”, cuenta el psicólogo y educador Julià Gallego. Incluso en la peluquería: “Intento captar la esencia de cada persona para peinar o maquillar”, explica Susana, la peluquera. “No se trata solo de un peinado, es escuchar, conversar, acompañar”.

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Matia: Cuando envejecer significa reescribir y elegir tus propias reglas

A 400 kilómetros al norte, en Donostia, se está gestando otra revolución del cuidado. La institución Matia no se limita a transformar residencias, está replanteando la manera de entender y vivir la etapa de la vejez. Su propuesta parte de una pregunta sencilla, pero decisiva: ¿y si no tuvieras que escoger entre la soledad de tu casa y la rigidez de una residencia tradicional? “Nuestro propósito —afirma Erkuden Aldaz, directora de Matia Instituto— no es organizar cuidados, sino acompañar vidas. La dignidad, la autonomía y la capacidad de decidir sobre cómo queremos vivir son el verdadero modelo”.

“La población mayor crece exponencialmente y no hay una única solución”, añade Gorka Alías, responsable de Comunicación de Matia. “La clave está en ofrecer opciones más humanas, que combinen lo privado, lo comunitario y lo afectivo, y donde las personas se sientan como en su propia casa”. La apuesta es evitar que las personas mayores tengan que elegir entre extremos. Matia funciona como un laboratorio que ensaya alternativas diversas: viviendas independientes, apartamentos con cuidados integrados, convivencia en comunidad. Todo sostenido por una amplia red ciudadana de apoyo.

La clave está en ofrecer opciones más humanas, que combinen lo privado, lo comunitario y lo afectivo, y donde las personas se sientan como en su propia casa

Gorka AlíasResponsable de Comunicación de Matia 
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“Para las personas mayores es muy importante el contacto con sus hijos y sus nietos, a los que cuidan a menudo hasta los 10 o 12 años; y ¿les vas a decir que se vayan solos de vacaciones en lugar de irte con ellos?”

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Egurtzegi: “El fin es la vida, no los cuidados”

En Usurbil, a las afueras de Donostia, se levanta Egurtzegi, inaugurado en julio de 2023. Concebido como un modelo de viviendas con cuidados, el edificio ofrece 110 alojamientos para 127 personas, organizados en siete unidades de convivencia y un Centro de Día abierto a la comunidad. Pero Egurtzegi no es una residencia al uso. Se concibe como un conjunto de viviendas diseñadas desde la lógica del hogar, viviendas con cuidados, solo plazas concertadas (no privadas), financiadas públicamente con copago según renta, y competencia de la Diputación. Cada alojamiento incluye dormitorio, sala de estar, baño propio adaptado y una pequeña cocina. El espacio es privado y puede amueblarse con objetos personales, permitiendo trasladar la identidad de cada residente.

“La vivienda es una pieza clave del cambio de modelo. No basta con habitaciones en residencias: hablamos de casas dentro de unidades de convivencia”, subraya Erkuden Aldaz. Y añade: “Obligar a compartir habitación o baño con alguien que no has elegido es un atentado a la intimidad”. Los profesionales llaman a la puerta antes de entrar. “No es una habitación, es su casa”, recalca Aldaz. “Estas viviendas dan respuesta a un derecho: el de vivir con dignidad, autonomía y apoyos personalizados, en un entorno que reconozca quién eres y respete tu proyecto de vida”.

Egurtzegi: viviendas con cuidados, solo plazas concertadas (no privadas), financiadas públicamente con copago según renta. Competencia de la Diputación.

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Lugaritz: La apuesta más ambiciosa

Pero la propuesta más revolucionaria y ambiciosa de Matia es Lugaritz: 51 viviendas en régimen de alquiler en pleno corazón de Donostia, competencia del ayuntamiento, pensadas para personas mayores de 65 años —con o sin dependencia— que quieren planificar su envejecimiento sin renunciar a un hogar propio. Cada residente diseña su plan de vida con apoyos personalizados según necesidad. El proyecto, inspirado en modelos nórdicos, pero adaptado a la realidad vasca, busca preservar la autonomía y la intimidad, al tiempo que fomenta una convivencia natural.

Los espacios comunes favorecen la interacción cotidiana: el txoko –típico de las sociedades gastronómicas guipuzcoanas–, los paseos ajardinados, la plaza compartida. Cada persona cuenta con un profesional de referencia que acompaña su proyecto vital. “Lugaritz son viviendas para toda la vida en alquiler. Los apoyos se orquestan con una gestora de casos y vienen de fuera: ayuda a domicilio, centro de día, recursos comunitarios”, explica Aldaz. “En Lugaritz hay vida vecinal organizada: las propias personas proponen talleres, celebran, se ayudan. Es ciudadanía, no institucionalización”.

Estas viviendas dan respuesta a un derecho: el de vivir con dignidad, autonomía y apoyos personalizados 

Erkuden AldazDirectora de Matia Instituto

Lugaritz, viviendas asequibles en alquiler “para toda la vida” bajo competencia del ayuntamiento.

Cedida

MatiaZaleak: Tejiendo comunidad

La apuesta de Matia va más allá de los edificios. A través de MatiaZaleak, impulsa acciones que acompañan el envejecimiento desde la comunidad, fomentando vínculos, participación y sensibilización. “Nuestra tarea es tejer puentes con la comunidad”, explica Ainhoa Arrillaga, dinamizadora del proyecto. “Trabajamos para que las personas mayores puedan seguir aportando; la sociedad tiene mucho margen de mejora para verlas y apreciarlas.” 

Su trabajo revela una realidad incómoda: han analizado más de 1.200 noticias sobre personas mayores y el edadismo mediático está normalizado. “La mayoría invisibiliza, infantiliza o problematiza la vejez. Solo el 15% promueve relatos positivos, y el 70% de las imágenes muestra a personas mayores solas”. La respuesta es la campaña #NoSonCosasDeLaEdad, con vídeos, herramientas digitales y un banco de imágenes libres de edadismo. “Queremos romper con los estereotipos. Las personas mayores no son un grupo homogéneo, sino diverso, activo y capaz de seguir contribuyendo”.

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Grand3dad y Matia: la revolución del cuidado que rompe con el modelo tradicional

Ambas iniciativas marcan el final de un paradigma que durante décadas trató a las personas mayores como pacientes que debían adaptarse al sistema, en lugar de diseñar sistemas que se adaptaran a ellas. Frente a residencias que diluyen la identidad y la autonomía, los modelos de Grand3dad y Matia devuelven a los mayores el control de su vida cotidiana. El futuro del cuidado ya está aquí. La revolución del cuidado no necesita tecnología futurista ni presupuestos millonarios. Solo necesita algo que durante décadas hemos negado a nuestros mayores: el derecho elemental de seguir siendo ellas mismas.

Es la diferencia entre convertir los últimos años en una larga sala de espera o en vida plena hasta el final. Entre ser cuidado como un problema o acompañado como alguien único, con historia, con gustos, con derecho a decidir. Y quizás, cuando sea nuestro turno —porque un día llegará—, también podamos hacer algo tan simple y tan revolucionario como preparar un café cuando queramos, en nuestra cocina, para las personas que amamos. Porque al final, de eso se trata: de que envejecer no sea el final de tu historia, sino otro capítulo que tú mismo escribes.