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“Los mayores siguen viviendo en sus casas, deciden qué hacer y cómo vivir, pero con las ventajas de una residencia”: Pescueza, el pueblo que apuesta por la vejez activa de sus vecinos

Longevity

Mientras en España casi dos millones de personas mayores viven solas, en Pescueza, un municipio de apenas 150 habitantes en Extremadura, los vecinos han logrado que sus mayores sigan en su entorno, en sus casas y entre los suyos, haciendo del pueblo una gran residencia

Dos vecinas de Pescueza.

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Todo empezó en 2011, cuando un grupo de pescozanos (en Cáceres, Extremadura) creó Amigos de Pescueza, una asociación sin ánimo de lucro que ha convertido el cuidado en un proyecto común. No se resignaron a ver cómo sus mayores tenían que marcharse a residencias en otras ciudades o quedarse solos en sus casas. En lugar de eso, se organizaron para reinventar la vejez: montaron un centro de día, una pequeña residencia, servicios a domicilio y programas de envejecimiento activo. Todo diseñado para que cada vecino pueda decidir cómo quiere vivir esta etapa, sin perder su autonomía ni su lugar en el pueblo.

“Queríamos que las personas de Pescueza no tuvieran que marcharse cuando envejecieran, que pudieran seguir aquí, acompañadas, participando, sintiéndose parte”, explica Cristina Iglesias, psicóloga y presidenta de la asociación. “Aquí no hay usuarios, hay vecinos; no se atiende a los mayores, se convive con ellos. Cada día, algunos acuden al centro a ducharse o comer, otros pasan el día entero y diez personas viven allí de forma permanente. Ellos deciden qué quieren hacer, cómo se organizan, incluso a qué hora se levantan o si prefieren ir al bar del pueblo a tomar café”, relata Paula Arroyo, terapeuta ocupacional y directora del centro residencial. Porque en este pueblo de Cáceres han entendido que la vejez no se gestiona, sino que se acompaña.

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Paula tiene 26 años y llegó hace dos al pueblo, atraída por un modelo que encajaba con su vocación, una atención centrada en la persona, donde cada mayor decide sobre su propio cuidado y conserva su autonomía. “Lo que me enamoró fue ver que cada persona mayor elige cómo quiere vivir. En otros centros hay horarios fijos y silencio, aquí hay risa, movimiento, vida. Las normas las ponen ellos”, cuenta.

“Nos adaptamos a cada uno. Esto no es una institución, es su casa ampliada”, explica esta terapeuta ocupacional. El proyecto ofrece servicios de fisioterapia, podología o peluquería, pero lo más importante no se mide en prestaciones, sino en vínculos. “Cada mayor recibe lo que necesita, sin renunciar a ser quien es, sin perder su poder de decidir sobre su vida, y ese es el verdadero lujo de envejecer aquí”.

Lo que me enamoró fue ver que cada persona mayor elige cómo quiere vivir, en otros centros hay horarios fijos y silencio, aquí hay risa y vida

Paula ArroyoTerapeuta ocupacional y directora del centro residencial de Pescueza

Una comunidad que cuida

La asociación se gestiona por y para los vecinos. Son ellos quienes proponen ideas, votan decisiones y se implican como voluntarios. Pepa Rodríguez, maestra jubilada de 68 años y secretaria de la junta directiva de Amigos de Pescueza, conoció el proyecto cuando su madre comenzó a tener deterioro cognitivo. “Primero le llevaban la comida, luego pasaba el día allí y, más tarde, se quedó a vivir. Nunca se sintió sola. Lo más bonito de este proyecto es que los mayores siguen viviendo en su casa, pero con las ventajas de una residencia y todo sin salir del pueblo. Aquí, todo se organiza para ayudarte a quedarte.”

Pepa participa también en el programa de Envejecimiento Activo y representa a esa generación de nuevos séniors que entienden la madurez como una etapa de plenitud. “Siempre he pensado que la vejez no es cortar con la vida, sino adaptarse poco a poco. Yo quiero seguir en mi casa, pasear, cuidar mis flores. Envejecer activamente para mí significa seguir formando parte del mundo y disfrutar”, explica. En Pescueza existe incluso una palabra propia para definir su espíritu: “nos dicen que somos muy ‘acudidos’, porque si a alguien le pasa algo, todos aparecen; así somos los pescuezanos, como una gran familia.”

Esto es una residencia abierta. Cada uno usa los servicios que necesita. Nadie tiene que dejar su hogar

Luis Martín CarvajalTeniente de alcalde de Pescueza,  78 años

Luis Martín Carvajal, de 78 años, nació en Pescueza, pero emigró a Barcelona con 16, y regresó cuando se jubiló, hace una década, junto a su mujer. Hoy es teniente de alcalde, tesorero de la asociación, miembro del coro y de la hermandad. También se coordina y prepara las actividades del Festivalino, un evento cultural que se celebra en el pueblo en abril.

“Tengo 78 años, no tomo ninguna pastilla y las analíticas me salen perfectas. Será la tranquilidad del pueblo”, bromea. Y resume con sencillez el sentido del proyecto: “Esto es una residencia abierta. Cada uno usa los servicios que necesita. Nadie tiene que dejar su hogar. La compañía y las actividades alargan la vida.”

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El municipio ofrece otra forma de vivir la vejez. 

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El carril para que los vecinos de Pescueza puedan tener su espacio en la calle

Cedida. Asociación de Amigos de Pescueza

La rutina de Luis refleja lo que significa envejecer activamente: pedalea cada mañana, desayuna con amigos en el bar, descansa después de comer y por la tarde asiste a los talleres del centro, por ejemplo, a uno sobre cómo aprender a utilizar el móvil para comunicarse con sus familias. “En Barcelona había mucha gente, pero estabas solo, aquí todos te conocen, te saludan, te preguntan. A veces digo que esto parece “Gran Hermano”, porque te ven por todas partes… pero te sientes acompañado.”

Se puede envejecer de otra manera

Entre las residentes del centro está Herminia Sansón, de 86 años, risa fácil y espíritu incansable. Nació en Pescueza, emigró a Cataluña y regresó en 1995 con su marido. Desde que enviudó, vive en la residencia junto a otras nueve personas y se ha convertido en el alma del lugar. “En el centro estoy acompañada, en casa me quedaba sola y me asustaba. Aquí, si pasa algo, siempre hay quien me ayude. Me siento muy bien.”

Herminia eligió libremente vivir allí, y su energía es contagiosa: cada mañana camina dos kilómetros, cuida varios huertos, recoge aceitunas y en mayo sale a pescar para regalar el pescado a los vecinos. “No puedo estar sentada con los brazos cruzados. Siempre hago algo. Y si puedo ayudar a mis compañeras, las ayudo.”

En el centro estoy acompañada, en casa me quedaba sola y me asustaba, pero quí, si pasa algo, siempre hay quien me ayude

Herminia Sansón86 años

Vecinos mayores de Pescueza, en Cáceres

Cedida. Asociación de Amigos de Pescueza

“Lo más bonito de todo esto es ver cómo el pueblo entero se ha unido por una causa, alrededor de sus mayores. Aquí todos ponemos algo: tiempo, cariño, compañía. No hay jerarquías, solo personas que se cuidan”, asegura Cristina Iglesias, directora de Amigos de Pescueza. Y es que hace más de una década, Cristina y un grupo de vecinos se propusieron un objetivo: que ningún mayor tuviera que abandonar su casa y pudiera seguir viviendo en su pueblo, con autonomía y compañía.

“En lugar de dejar la gestión en manos de una empresa o del Ayuntamiento, decidimos hacerlo nosotros, los vecinos”, recuerda. Así nació esta asociación que hoy impulsa el proyecto Quédate con nosotr@s, un modelo de cuidado comunitario que demuestra que envejecer también puede ser una forma de permanecer.

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El centro empezó con cuatro plazas y hoy ofrece diez residenciales, además de servicios a domicilio y apoyo a personas que viven solas. “Queríamos un modelo que acompañara todo el proceso del envejecimiento: desde la prevención hasta la dependencia. Que el pueblo entero fuera un hogar”, explica Cristina, quien coordina el proyecto de forma voluntaria, aparte de su trabajo como psicóloga fuera del pueblo. “La Junta Directiva somos todos voluntarios, lo hacemos porque creemos en ello; si tuviéramos que pagar un administrativo, el presupuesto no alcanzaría.”

Así, la sostenibilidad del proyecto depende de aportaciones de los mayores, ayudas públicas y el compromiso de la comunidad. “Si no existiera este proyecto, Pescueza sería un pueblo sin vida. Muchos mayores se habrían ido a residencias fuera o con sus hijos. Hoy viven aquí, pasean, participan, siguen siendo parte del pueblo.” La transformación es visible: calles con rampas, señalización inclusiva, un consultorio médico, fisioterapia, podología y muchas otras prestaciones y servicios de las que disfrutan los aldeanos. “Pescueza es un pueblo hecho residencia, cada casa es como una habitación más del centro.”

La Junta Directiva somos todos voluntarios, lo hacemos porque creemos en ello; si tuviéramos que pagar un administrativo, el presupuesto no alcanzaría

Cristina IglesiasDirectora de Amigos de Pescueza

Vecinos mayores de Pescueza, en Cáceres

Cedida. Asociación de Amigos de Pescueza

En 2024, Amigos de Pescueza recibió el Premio a la Gobernanza Colaborativa e Innovación Social en el Congreso de Economía Plateada de Cáceres. “Este premio no es solo para mí, ni para el Ayuntamiento, es para todo el pueblo. Porque esto funciona gracias a una comunidad que cree en cuidar”, concluye Cristina. Y deja una reflexión: “Aquí nadie tiene miedo al futuro, los mayores saben que pueden dejar las puertas de sus casas abiertas. Y si algo les pasa, se les atiende, eso les da paz. Pescueza es un pueblo que cuida, y cuando cuidas, también te cuidan.”

En el Satu, el bar del pueblo, alguien repite la frase que mejor define el espíritu del pueblo: “Aquí los mayores no se jubilan de vivir.” Quizás ahí esté el secreto de esta longevidad colectiva: una red invisible de afectos, tejida con paciencia y amor. En Pescueza, la vejez se acompaña, se cuida. Y en ese gesto cotidiano —sentarse, escuchar, compartir— se esconde una revolución que está cambiando la manera de envejecer en el medio rural. Porque aquí han entendido que envejecer bien no es un privilegio, sino un derecho que se construye entre todos, día a día.