Las cifras hablan. En 2022 el INE (Instituto Nacional de Estadística) las muertes por suicidio habían aumentado por cuarto año consecutivo. Por si esto fuera poco, las mismas fuentes apuntan que el suicido consumado es una de las principales causas de muerte de los jóvenes de entre 15 y 19 años, junto a los accidentes de tráfico. La desesperanza entre los jóvenes es un problema social que debemos tratar de resolver.
Agustín Bonifacio, especialista en salud mental infanto-juvenil e identidad de género, trata de aportar soluciones en su libro El plan B (Libros Cúpula, 2025). Algunas claves pasan por la empatía, el saber escuchar y arropar al joven que siente hastío vital. Vivimos en un mundo difícil que tiende al aislamiento y la individualización. Conviene volver a la colectividad, a sentirse parte de un grupo, al calor del hogar y a recuperar algunas de esas cosas que se han ido perdiendo por el camino.
Es necesario hablar abiertamente de lo complejo que es el escenario actual para los jóvenes y de lo averiado que está el ascensor social

Los intentos de suicidio son más habituales en mujeres jóvenes que en hombres jóvenes
Los discursos pesimistas tampoco ayudan. Sin caer en alegatos ilusorios, urge estimular el aliento vital y las ganas de vivir de nuestros adolescentes y jóvenes. Personas optimistas y de mirada franca como Agustín Bonifacio son necesarias y ya va siendo hora que reivindiquemos el trabajo tanto de los profesores como de otro tipo de educadores y trabajadores sociales.
¿Hablar del suicidio es una de las formas de normalizarlo y alejar a los jóvenes de los pensamientos catastrofistas?
Hablar del suicido da vértigo, especialmente cuando se trata de personas adolescentes o jóvenes. Sin embargo, sabemos que escuchar, hablar y preguntar sobre el suicidio es la primera medida de prevención.
No sé si se trata de “normalizar”. Pero es necesario poder hablar abiertamente de lo complejo que es el escenario actual para las personas jóvenes; de los discursos distópicos que reciben; de la enorme incertidumbre que les envuelve; de lo averiado que está el ascensor social; de las presiones y violencias específicas que reciben algunos colectivos determinados, …
En España, más del 60% de jóvenes dice haber experimentado ansiedad o síntomas depresivos en el último año y alrededor de un 55% habría pensado en el suicidio. En mi opinión, reconocer a las personas jóvenes que lo están pasando mal puede abrir el canal de comunicación. Es preciso generar esperanza y, de ese modo, ganar un tiempo muy valioso.
¿Por qué en las mujeres o mujeres jóvenes hay más riesgo de suicidio?
Diversos estudios nos dicen que ser mujer es un factor de riesgo para la depresión y para presentar una conducta suicida. También encontramos mayor índice de autolesiones. Las mujeres sufren una fuerte fiscalización sobre su imagen física; deben ser madres-esposas-dependientes y cuidadoras; deben gustar, agradar, complacer y primar el placer de los demás; deben ser más responsables… por no hablar de todas las violencias que reciben.
Que más de la mitad de la población tenga distintos niveles de malestar debería hacernos plantear qué mundo les estamos ofreciendo. De todos modos, no debería desarrollar yo esta pregunta, deberíamos preguntarles a ellas.
¿Es la falta de empatía una de las claves de esta desesperanza juvenil? ¿Cómo ayuda una figura aliada que valide sus emociones?
Validar las emociones es el primer paso para poder formar parte del círculo de confianza. Validar es reconocer, lo cual es diferente a reforzar. Esto abrirá el canal de comunicación. Validar también implica empatía, pero no una empatía en la que “nos fundimos con la otra persona”, sino una en la que entendemos que la otra persona lo está pasando mal y queremos poder acompañar, poder formar parte de la transformación de su escenario.
Tener una figura aliada, que reconoce tu malestar, cuando no ves una perspectiva esperanzadora, puede significar un gran alivio y esperanza. Desafortunadamente, parece que en estos tiempos la empatía no vende y lo que se promueve es un mundo más individualista. Sin embargo, ya sabemos que el individualismo o el aislarnos tiene costes emocionales, mientras que las personas con vínculos fuertes viven más y mejor.
Los factores protectores que pueden ayudar a disminuir el riesgo de suicidio, son de tipo social (...) El individualismo va en contra de la naturaleza humana
¿El individualismo es la puerta al suicidio?
El individualismo (y, sobre todo, el aislamiento) va en contra de la naturaleza humana porque somos seres sociales, interdependientes y vulnerables. ¡Nos necesitamos! Eso es lo que nos ha permitido evolucionar. El individualismo puede generar sensación de soledad, inseguridad, desconfianza, fragmentación social...
Sabemos que actualmente más de una cuarta parte de las personas jóvenes dice sentir soledad no deseada y que uno de los principales usos de la IA en 2025 es ofrecer compañía y terapia. El tercero es encontrar sentido a la vida. ¿Qué nos dice todo esto? Que necesitamos conectar de forma humana, vincularnos. Especialmente en el mundo físico. Las redes sociales tienen un efecto de la soledad no deseada. Precisamos de la presencialidad.
Si hablamos de factores protectores que pueden ayudar a disminuir el riesgo de suicidio, encontramos bastantes de tipo social: contar con apoyo familiar; contar con figuras adultas referentes; tener buenas relaciones con iguales; integración social y sentido de pertenencia… En conclusión, necesitamos aspectos contrarios al individualismo. La interacción social nos aporta felicidad.
¿La comunidad LGTBI+ es más vulnerable?
Algunas fuentes nos indican que la probabilidad de ideación de muerte e intentos de suicidio es hasta 7 veces mayor entre jóvenes LGBTIQA+ que en sus equivalentes cisheterosexuales. Los porcentajes pueden ser aún más elevados en jóvenes trans y personas no binarias; así como en personas racializadas o pertenecientes a minorías étnicas.
Como sociedad debemos aspirar a crear espacios seguros (escuela, familia, trabajo, vía pública, redes sociales…) donde las personas (en este caso las jóvenes) LGBTIQA+ puedan explorar y expresarse a nivel de orientación, identidad o expresión de género. Y es necesario recordar el importante papel que los medios de comunicación tienen al respecto. Debemos reivindicar narrativas positivas y adecuadas sobre las personas LGBTIQA+, y que condenen las conductas LGBTIQAfóbicas.
¿Cuáles son los vínculos entre depresión y suicidio?
Poder ofrecer un buen abordaje global a las personas que sufren depresión (especialmente si no cuentan con redes formales o informales de apoyo) es imprescindible. En el libro hablo de disponer de equipos (y equipamientos) de salud mental accesibles e interdisciplinares, así como de acciones que incidan en la reducción del aislamiento y la vinculación con la comunidad.
Hay una alarmante relación entre acoso y suicidio: muchas personas acosadas, pero también acosadoras, han tenido conductas autolíticas

Antonio, un joven con parálisis cerebral que sufrió bullying por parte de algunos de sus compañeros de escuela
¿Qué aconsejas para superar el fracaso escolar y el bullying?
Para mí el acoso (y el ciberacoso) no ha de abordarse únicamente desde los centros educativos. Además, cada vez disponemos de más datos que nos hablan de prevalencia o perfiles. Estudios recientes indican que aún hoy las mayores victimizaciones se reciben por el aspecto físico y por desafiar los estereotipos sexistas. También sabemos que hay una alarmante relación entre acoso y suicidio: un porcentaje relevante de personas acosadas, pero también acosadoras, declaran haber tenido conductas autolíticas. Todo ello nos debe ayudar a diseñar estrategias más eficaces y transversales.
El abordaje ha de ser global: los centros educativos y los equipos docentes han de contar con medios; el alumnado ha de disponer de herramientas; las familias han de poder actuar como aliadas (sabemos que 1 de cada 3 víctimas de acoso no lo explica por miedo y para no preocupar a sus familiares); y la sociedad ha de ofrecer un discurso claro de no tolerancia al acoso.
Danos algunos motivos para la esperanza juvenil…
Como personas individuales, debemos pensar que no sólo podemos hacer mucho, sino que debemos hacerlo. A nivel micro y macro. En lo que se refiere a esto último: colaborar en el desarrollo de la resiliencia y habilidades sociales de los jóvenes, ofrecerles referentes positivos (no sólo algunas figuras de redes sociales), celebrar la diversidad… y compartir tiempo de calidad con ellos.
Una vez formemos parte del círculo de confianza de la persona debemos abordar las posibles violencias que pudiera estar recibiendo; así como acompañar para una mayor vinculación – participación comunitaria. Las oportunidades educativas, deportivas, las relaciones sociales positivas con iguales… promueven esperanza.
En este sentido, me gusta mucho algo que decía la primatóloga y activista Jane Goodall: “pensar globalmente puede generar depresión”, y recomendaba pensar global y actuar local. Me explico: frente a tanta noticia catastrofista, generadora de desesperanza, explorar conjuntamente con las personas jóvenes aquellas acciones e iniciativas positivas que se están llevando a cabo en nuestro entorno cercano (voluntariados, activismos…) puede ser muy beneficioso.
¿Y cómo sociedad?
Debemos crear mejores condiciones para el bienestar de las personas (acceso a vivienda digna, empleo estable y digno, acceso a servicios eficaces de salud…), especialmente para los colectivos más vulnerables.
¿Sentirse bien tratado es la cura al suicidio?
Muchas personas (también jóvenes) acarrean importantes mochilas de malestar: por no encajar, de trato inadecuado, de indefensión… y poder ir experimentando y añadiendo a su historia vital vivencias o episodios de buen trato, de cuidado, de aceptación incondicional, de protección… incluso pequeños éxitos cotidianos, ofrecerá los cimientos desde los que construir un nuevo escenario y un proyecto de vida motivador.
En un contexto profesional, cuando acompañamos a familias que pueden llegar a nuestras consultas muy “quemadas” o con experiencias de fracaso previas, el buen trato, el acompañar evitando juicios… mejora el canal de comunicación, el vínculo… desde el cual se pueda diseñar un plan de mejora o cambio.
¿Qué debemos hacer ante la ideación suicida en un joven?
Si una persona joven nos ha confiado su desesperanza vital es algo muy valioso, debemos hacer un buen uso. También si lo hemos descubierto por redes. Reconocer su malestar y validarlo es fundamental. Ofrecernos como alguien con quien puede contar es importantísimo. A partir de ahí, se puede ir tejiendo una red de apoyo (contemplando, en primer lugar, a la familia, a no ser que se trate de una situación de maltrato o abuso) y de vinculación.
Ante la ideación suicida se puede consultar / acudir a urgencias o llamar al 024 (línea de atención a la conducta suicida, también para familiares o entornos).
¿Un mundo mejor es posible?
Un mundo mejor es posible y necesario.