Antoni Bolinches: “El hombre busca relaciones cómodas; la mujer quiere relaciones vivas”
¿Por qué se forman menos parejas?
Con casi 50 años de carrera en el ámbito del crecimiento personal y las relaciones, el psicólogo explora en ‘El síndrome de las supermujeres’ la crisis de las parejas en Occidente
Antoni Bolinches, psicólogo clínico y terapeuta de pareja, ha publicado más de una decena de libros sobre la felicidad y las relaciones
Antoni Bolinches (1947) tiene un aire a Alfred Hitchcock. De aspecto bonachón, siempre elegante y bromista, a menudo transmite sus ideas a través de aforismos. No en vano, tres de los 14 libros que ha publicado durante su larga trayectoria profesional son recopilaciones de aforismos, ajenos y propios. El resto son libros de autoayuda sobre la felicidad, el sexo y la pareja. Como Hitchcock, ha dedicado casi 50 años a estudiar el misterio. En su caso, uno de los grandes misterios de la historia de la humanidad: la búsqueda del amor. “Por suerte me he convertido en un clásico”, bromea.
Estos días presenta la quinta edición revisada de El síndrome de las supermujeres, un libro en el que explora las dificultades que tienen las mujeres de éxito para encontrar pareja. Al contrario que los hombres, los logros sociales, culturales y profesionales de ellas no les abren un sinfín de oportunidades en el amor, sino lo contrario: los hombres las rehúyen. El ensayo se publicó en febrero de 2020, pocos días antes de que se decretara el confinamiento por la crisis de la covid: “El día que se presentaba en Madrid, ya no encontré restaurantes para cenar al acabar el acto. Y todos los actos programados para los siguientes días se cancelaron”, recuerda. De aquella experiencia, dice, aprendió a “relativizar el éxito”.
La pareja que funciona no es por su óptima compatibilidad, sino por el grado de madurez de las partes
Antoni Bolinches, psicólogo clínico y terapeuta de pareja
Escribe: “Cuando las mujeres se hacen grandes no encuentran hombres de su talla”. ¿Cómo ha evolucionado su tesis sobre las supermujeres desde la covid hasta hoy?
En aquel momento era un problema incipiente; ahora es un problema creciente.
Lo hemos visto en Corea y ahora en EE.UU. Las mujeres están diciendo basta a las dinámicas heredadas de las sociedades patriarcales.
En España también está pasando. La mitad de mis libros tratan sobre el crecimiento personal aplicado a las relaciones de pareja. En todo este tiempo he detectado que las mujeres establecen tres niveles de selección. Primer nivel: para tener novio. Segundo nivel: para que sea pareja formal. Tercer nivel: para que sea padre de sus hijos.
Y el hombre, ¿no hace esta distinción?
No, porque el hombre busca relaciones cómodas; la mujer quiere relaciones vivas.
¿Y de qué modo se puede conciliar esa disparidad de criterios?
Sólo hay una manera: a través de la madurez. La pareja que funciona no es por su óptima compatibilidad, sino por el grado de madurez de las partes. La pareja debe ser como una mesa: para soportar todo lo que le cae encima, hay que tener las cuatro patas sólidamente instaladas: buen acoplamiento sexual, carácter compatible y escala de valores similar. Sólo si se estas tres patas son firmes tres tiene sentido la cuarta: un proyecto de vida convergente.
Estos tiempos de incertidumbre, ¿son buenos para la madurez?
Son muy buenos, porque es muy necesaria, pero son muy malos para conseguirla.
¿Entonces?
Estamos en una crisis de modelo de civilización. Y por eso el núcleo de la civilización, que es la pareja, está en crisis. Pero es que también está en crisis el modelo económico y el concepto mismo de felicidad.
Las mujeres están decepcionadas por la insuficiente evolución de los hombres, y los hombres están desorientados por la evolución de la mujer
¿Cómo se formarán parejas en el futuro?
Los hombres nos hemos de poner las pilas sin que se nos fundan los plomos (otro aforismo). Porque si no lo hacemos, me temo que nos dirigimos a una guerra de sexos. Las mujeres están decepcionadas por la insuficiente evolución de los hombres, y los hombres están desorientados por la evolución de la mujer. Esas mujeres que tienen entre 40 y 60 años (e incluso más jóvenes) que son cultas, guapas, inteligentes, maduras y realizadas profesionalmente no encuentran parejas masculinas. No hay tantos hombres adecuados para ellas; y los que hay, no muestran especial interés por ellas.
¿Cómo reaccionan estos hombres “desorientados”?
Algunos buscan relaciones más cómodas con mujeres que vienen de otros países. Mujeres con una cultura, no diré sumisa, pero sí más servicial.
Y las mujeres que se separan después de relaciones largas, ¿con quién se emparejan?
Algunas se juntan con otras mujeres, sin que previamente hayan manifestado interés en su mismo sexo. Sólo por una cuestión de simpatía y afectividad. Y eso puede dar paso a una relación sexual. Bien es cierto que al menos una de las dos suele tener ese componente lésbico. Normalmente, no es la que sale de la relación, sino la mujer con quien se encuentra. La que se inicia, para entendernos, lo hace en clave femenina.
¿Y qué pasa con las chicas jóvenes? Más de una cuarta parte de las catalanas de la Generación Z se declaran “no heterosexuales”
Me lo creo. Mi tesis es que la mujer no es homofóbica y el hombre es homofóbico. Tú, si duermes en la misma cama con un amigo, no te abrazas con él y le dices: ¡Qué bien estamos! Al revés: cada uno se pone en una punta de la cama. Pero cuando se acuestan dos chicas jóvenes sí se dan muestras de cariño. Hay muchos casos de juegos sexuales de la primera juventud entre mujeres que se consideran heterosexuales. Nunca serán lesbianas, pero han tenido relaciones con amigas. Como ellas no son homofóbicas, estas muestras de afecto pueden llegar a sexualizarse.
El hombre prefiere ser admirado que admirador, mientras que la mujer quiere un hombre al que admirar
Según Bolinches, muchas mujeres están decepcionadas con los hombres, mientras que ellos se encuentan “desorientados”
¿Puede ser que algunas de ellas también estén desorientadas?
Claro. Eso ocurre. Y en este contexto, se permiten experimentar. Algunas se declaran bisexuales, o les atribuimos un componente bisexual, aunque ellas dicen que simplemente se enamoran de “personas”. Al presentar este libro he charlado con muchas periodistas jóvenes (de 30 años o incluso menos) que me decían sentirse identificadas con lo que explico: no encuentran chicos en este nuevo modelo de relaciones de género. Pero lo cierto es que no conozco tanto ese rango de población. La muestra que yo he estudiado es distinta: mujeres algo más mayores que obtienen a partir de 7 u 8 puntos sobre 10 en su autoevaluación de los cuatro parámetros de la seguridad personal que yo he definido: autoestima (lo que yo me quiero), autoimagen (lo que yo me gusto), autoconcepto (lo que yo me valoro) y competencia sexual.
Es decir, las supermujeres se atribuyen cierto grado de excelencia.
Sí. Esta autopercepción de excelencia se da también en los hombres (diría que en mayor grado). Lo que ocurre es que las mujeres, como consecuencia de ese nivel, sufren una doble penalización amorosa: hombres que no se atreven a decirles nada porque se estresan a su lado; y hombres que se atreven, pero que a ellas no les gustan lo suficiente. Además, la mayoría de los hombres que a ellas les gustan se inclinan por relaciones más cómodas porque tienen mucho más donde elegir.
Una supermujer, además de ser atractiva, ¿tiene que resultar “cómoda” para el hombre?
Los parámetros sociológicos indican que ser atractiva como mujer todavía está muy asociado a lo físico. La supermujer también tiene un buen físico. Lo que cambia es la perspectiva de quien la mira. Dicho de otro modo, si el hecho de ser atractiva contribuye a que sea deseable o lo contrario. Si suma o resta. En el libro he establecido cuatro variantes de supermujer, en función de su actitud hacia los hombres y sus expectativas amorosas: la conformada, la autosuficiente, la facilitadora y la reactiva. La que hace una aceptación superadora de la realidad es la supermujer conformada. No significa que aguante estoicamente su situación, sino que se sabe adaptar a ella. Suele ser una etapa de transición para convertirse en autosuficiente (aquella que crea buen rollo comunicativo, pero que también está bien sola) o en facilitadora (quien tiene una peculiaridad adicional: te quiere ayudar para que tú también triunfes como ella). Lo contrario es la supermujer reactiva, mujeres que por un lado sienten la necesidad de atraer a los hombres, pero por otro no pueden evitar afirmarse competitivamente ante ellos. Esa es la variante más neurotizante del síndrome y su pronóstico amoroso no es bueno.
¿De quién depende superar el síndrome de las supermujeres, de las mujeres y de los hombres?
De ambos. Ellas pueden ser supermujeres autorrealizadas. Entonces dan menos miedo, no presionan y generan relaciones más cómodas a nivel interpersonal. No tienes que estar constantemente presionándote a ti mismo para estar a la altura, porque ella ya no te pide estar a ninguna altura. Estáis en un mismo plano.
¿Qué pasa con los superhombres?
Que tienen un montón de mujeres para elegir. Además, existe la brecha de generación a favor del hombre, otro hándicap para la supermujer. Un hombre de 50 años se puede emparejar tranquilamente con mujeres a partir de 30. Porque aquí entra el componente de la admiración. El hombre prefiere ser admirado que admirador, mientras que la mujer quiere un hombre al que admirar. Por tanto, si eres un hombre admirable, tienes una ventaja amorosa. Pero si eres una mujer admirable, tienes una desventaja amorosa.
La mujer, si no está suficientemente bien, ya está mal; el hombre, mientras no esté mal, ya está bien
¿A los hombres nos cuesta más salir de nuestra zona de confort en las relaciones?
Una de mis aforismos más gráficos es: la mujer, si no está suficientemente bien, ya está mal; el hombre, mientras no esté mal, ya está bien. Eso se demuestra con los datos de las parejas que vienen a terapia: el 80% acuden por iniciativa de la mujer. El hombre acepta para contentarla o porque no tiene otro remedio si no quiere perderla. Ellos dicen: ‘Yo creía que estábamos bien’. A lo que ellas responden: ‘No, no estamos bien; quizás tú estás bien gracias a mis sacrificios’. Toda mujer, en el fondo, pretende reeducar a su marido, conformar al hombre que ella necesita.
Y el hombre, ¿no pretende lo mismo?
Creo que hay una parte biológica en esto, pero reforzada por un componente cultural y educacional. Es proverbial ese chascarrillo sexista: ‘Te quiero, eres perfecto, ya te cambiaré’. Se atribuye a las mujeres, porque el hombre es más conformista. En general, la mujer cuestiona lo que haces y dices, y eso al hombre le estresa.
En el libro explica que en lo que se refiere a la sexualidad heterosexual ha surgido el síndrome de sólo ante el peligro. ¿A qué se refiere?
Cuando una mujer reivindica que el hombre le dé placer, éste empieza a dudar de su competencia. Para el hombre, la competencia sexual se limita a menudo a la cópula, siendo él el amo del acto sexual. Pero en el momento que las mujeres dicen: ‘¿Y yo qué?’, el hombre empieza a preguntarse: ‘¿Y yo cómo?’ Pensemos que, de los cinco medidores psicosexuales, la mujer nos supera en todos: tienen más zonas erógenas, que además están más sensibilizadas, tienen más vías orgásmicas, más potencial orgásmico y además no tienes periodo refractario después del orgasmo. El hombre es claramente el sexo débil.
La mayoría de las nuevas parejas se conocen ahora por internet.
Bueno, mucha gente está volviendo ya a las dinámicas tradicionales. La socialización fuera de internet se da principalmente a través de cinco ámbitos: educativo, artístico, deportivo, cultural o a través de otros hobbies. Yo soy un pesimista optimista. Pesimista porque lo veo mal y optimista porque tengo una receta: aceptación superadora, inteligencia constructiva y maduración personal.
Entiendo que se refiere a los hombres...
Claro. Y a nivel terapéutico, funciona. Desde que escribí Peter Pan puede Crecer, donde hablaba del síndrome de la inmadurez masculina, yo diría que al menos 500 hombres han venido voluntariamente a mi consulta, porque han hecho autocrítica para mejorarse. Eso es la aceptación superadora.
¿Cree usted en eso de las nuevas masculinidades o simplemente es algo que los hombres utilizan para encontrar pareja?
Podría ser un estímulo, sí. Se lo digo con otro aforismo: Si aparentas lo que quieres ser, puedes llegar a ser lo que aparenta. En el fondo, te estás orientando hacia cómo quieres ser. Y, por tanto, eso favorece el proceso de mejora de uno mismo. Si no creyera que podemos mejorar, no me dedicaría a la psicología desde hace casi 50 años. Mi método es la terapia vital: aprender de lo que vives. Los buenos momentos son para disfrutar y los malos para aprender. Si tú tienes un mal momento y no lo gestionas bien, te neurotizas, te alcoholizas, te drogas, te autodestruyes. Si tú tienes un mal momento y lo afrontas de cara, sales fortalecido. Madurez son malos momentos bien asimilados. Neurosis son malos momentos mal asimilados. Este es el resumen de mi modo de terapia.
¿Hasta qué punto el síndrome de la supermujer tiene que ver con el auge del feminismo? Las encuestas apuntan que los jóvenes se derechizan porque se oponen al feminismo radical...
No sé si es posible ser feminista no radical... Porque entonces nos quedaríamos es ser simplemente femenina. Pero sí es posible que algunas feministas se hayan neurotizado. Eso es lo que yo llamo supermujer castradora: la que te castiga por no ser como ella quiere que seas. No sólo no te acepta, sino que te castiga. Y entonces, tú te vas haciendo de menos. Y cuando has perdido tu personalidad, además te deja porque ya no tienes carácter.