El santuario subterráneo griego del siglo VI antes de Cristo fue descubierto en Paestum, a aproximadamente una hora y media en coche de Pompeya, en 1954. En su interior, varias vasijas de bronce contenían una sustancia pegajosa de color marrón anaranjado. Durante 30 años, hasta tres equipos diferentes de investigadores trataron de revelar qué era exactamente ese residuo. Pero no lo consiguieron.
Sus hipótesis fueron que los frascos contenían algún tipo de grasa animal o vegetal contaminada con polen y partes de insectos. Han tenido que pasar más de 70 años para que finalmente un análisis biomolecular ha podido revelar que la intrigante materia en cuestión era miel, un producto muy apreciado en el mundo antiguo.
Ofrendas para los dioses
Según explican los especialistas de la Universidad de Oxford en un artículo publicado en la revista Journal of the American Chemical Society, la miel normalmente se dejaba en los templos como ofrendas para los dioses o incluso se enterraba junto a los muertos.
Las conclusiones obtenidas con procedimientos analíticos modernos como la espectrometría de masas para proteínas y el análisis de la composición de moléculas pequeñas indican que la sustancia probablemente se había guardado en forma de panal.

Parte del residuo pegajoso de color marrón anaranjado que ha resultado ser miel
“La aplicación de múltiples técnicas fue clave para el éxito de esta investigación. Pudimos obtener una imagen completa de la composición molecular del residuo, lo que nos permitió distinguir entre contaminantes, productos de degradación y biomarcadores originales”, explica el profesor James McCullagh codirector del proyecto.
Este enfoque integrado permitió identificar azúcares, ácidos orgánicos y proteínas de jalea real que habrían pasado desapercibidos con un solo método. Los resultados demostraron que la antigua materia tenía una huella química casi idéntica a la de la cera de abejas moderna.
La miel, además, era similar a la que se puede obtener hoy en día, según se demostró al comparar los datos obtenidos para el residuo de las vasijas de bronce con los análisis de muestras de panales modernos y las simulaciones experimentales de panales degradados.
“Usamos espectroscopia fotoelectrónica de rayos X para analizar la superficie de la materia y encontramos productos de corrosión del cobre. Los iones de cobre son biocidas por naturaleza, y creemos que su presencia podría haber ayudado a proteger los marcadores de azúcar en esta zona de la descomposición microbiana”, añade la doctora Luciana da Costa Carvalho, autora principal del estudio.

Una de las hidrias de bronce griegas (vasijas con tres asas)
Paestum fue una importante ciudad fundada por colonos griegos en el territorio conocido como Magna Grecia (sur de la península itálica y Sicilia). Estaba rodeada por una muralla y un foso exterior. Sus construcciones se han conservado bien porque en una época estuvieron cubiertas de marismas.
El análisis fue posible gracias a la colaboración entre el Museo Ashmolean de la Universidad de Oxford y el Parque Arqueológico de Pompeya. Ambas instituciones trabajaron conjuntamente para preparar una exposición de 2019 titulada “La Última Cena en Pompeya”.
Detalles de cómo se fabricaron los objetos
En el marco de esa muestra, los expertos del Parque Arqueológico de Paestum y Veila “realizaron generosamente varios préstamos importantes y de alto perfil, incluyendo una hidria griega de bronce del Heroon y su contenido orgánico”, recuerda la doctora Kelly Domoney, codirectora del estudio. “Tuvimos una oportunidad única para reanalizar dicho contenido utilizando instrumentación moderna”, añade.
Para esa exposición se evaluaron cuidadosamente 37 objetos, con técnicas que incluyeron microscopía y radiografía, para fundamentar su futura conservación. En muchos casos, esto reveló nueva información sobre cómo se fabricaron y utilizaron los artefactos.

Paestum era una ciudad de los colonos griegos situada en Campania
Algunas vasijas, por ejemplo, conservaban hollín de los fogones en la parte inferior de la base, mientras que otras mostraban una densa acumulación de cal en el interior, lo que demuestra que se utilizaban como hervidores para calentar agua.
“La aplicación de análisis químicos y científicos para extraer información nueva y detallada de los utensilios antiguos permite adoptar un enfoque más fundamentado y matizado para comprender la vida y los rituales de las sociedades pasadas, y todo ello a partir del material que ya se encuentra en las colecciones de todos los museos arqueológicos”, dice el doctor Gabriel Zuchtriegel, director del Parque Arqueológico de Pompeya y exdirector del Parque Arqueológico de Paestum y Velia.
“El punto de inflexión del proyecto llegó con la identificación de las principales proteínas de la jalea real, todas específicas de las secreciones de las abejas. Nuestros resultados demuestran el poder de la proteómica ascendente combinada con la metabolómica en la investigación de muestras arqueológicas”, concluye la coautora Elisabete Pires.