¿Hay una mirada femenina en la cocina catalana? Esta era la pregunta nuclear de la mesa redonda Mujer y gastronomía catalana. El talento no tiene género, organizada el lunes por la Acadèmia Catalana de Gastronomia i Nutrició en el auditorio de la Francesca Bonnemaison. Moderada por el periodista Antoni Bassas, la conversación reunió a la periodista Helena Garcia Melero, las cocineras Carme Ruscalleda y Carlota Puigvert, y Casilda Agenjo, ama de casa, para reivindicar el papel esencial de las mujeres en el pasado, presente y futuro de la cocina catalana.
Desde el inicio, la conversación se centró en el papel de las mujeres como transmisoras del saber culinario. Ruscalleda recordó sus primeros pasos entre fogones: “Mi madre no disfrutaba cocinando y empecé a hacer de muy jovencita la cena en casa. Era eso o limpiar el gallinero”. Agenjo evocaba su infancia a través de los olores, más que de los sabores: “Mi madre cocinaba bien, influida por la cocina francesa y también la catalana, aunque entonces no la llamábamos así; era simplemente la cocina”. Garcia Melero dibujó una escena doméstica reconocible: esos bocadillos de infancia en los que todo se aprovechaba—los suyos, de lomo, atún, croquetas y llucet de bou—, y la figura de quien los preparaba, su abuela Rosa, siempre frente a los fogones. “Esa imagen es impensable en el siglo XXI –reconocía– por eso me emociona tanto que una cocinera como Carme Ruscalleda reivindique ahora ese tipo de bocados, confirma la intuición brutal que tenía mi abuela”.
Carme Ruscalleda, durante una intervención en la mesa redonda
La más joven de la mesa, Carlota Puigvert, representa una generación que ha heredado la tradición pero vive la cocina desde un contexto muy distinto. Hija de cocinera —sus padres fundaron Les Cols en Olot—, advirtió que “mucha gente de mi generación tiene miedo de ir al mercado”. Todas ellas coincidieron en que se ha producido una ruptura en la transmisión del conocimiento culinario. “Ahora se compra más envasado y se ha perdido el contacto con los ingredientes”, acordaron.
Puigvert advirtió que mucha gente joven tiene “miedo de ir al mercado”
Para Ruscalleda, se trata de una cuestión de actitud. “El futuro de la cocina profesional no me preocupa en absoluto; el de la cocina doméstica, sí. Ahora es más fácil cocinar y sin embargo se cocina menos”. Garcia Melero apuntaba que “comer bien es un acto de cultura, pero también de salud, física y mental”, y lamentó que los mercados tradicionales se estén convirtiendo en “parques temáticos”. Ruscalleda insistía en la importancia de reconectar con el producto fresco y de temporada: “¡Por nuestra mesa todos deberíamos conocer los 40 principales!”.
Así se puso el acento en la pérdida del conocimiento del producto. “En la pescadería la gente solo compra rape, lenguado o merluza. Hay que conocer más pescados y atreverse a improvisar”, defendió Agenjo. La reflexión derivó hacia una pregunta inquietante: ¿existirán cocinas en las casas dentro de 30 años? Según Garcia Melero, su desaparición supondría un “empobrecimiento general” y reivindicó ese espacio del hogar como un antídoto contra la soledad, “una de las pandemias de nuestro siglo”.
Fue ya al final cuando Bassas lanzó la pregunta del millón: ¿Cuál es el plato que más disfrutan cocinando? Agenjo, sin dudarlo: “Los postres, como el quiche de limón”. Puigvert confesó su apego por los productos de temporada y Garcia Melero se decantó por la coca de trampó. Ruscalleda se quedó con el público: “Escudella y carn d’olla”. Hasta aquí todo normal. Pero siguió: “Este verano (¡este tórrido verano!) Lo he cocinado unas cuantas veces”. Lógicamente, en el tentempié posterior al acto —degustación de embutidos de la Vila Viniteca y cava de Torelló Viticultors— no se hablaba de otra cosa.

