Es la pregunta con la que se acostarían anoche cocineras y cocineros que esperaban, este año sí, la llegada de una estrella, ya fuera su primera, segunda o tercera. Pasa todos los años y cada vez olvidamos que la de Michelin es una guía privada y tiene sus normas, que no hay por qué comprender ni compartir. Y que no se puede dar nada por sentado, ni siquiera cuando asoman trazos de modernidad o se reconocen méritos a restaurantes que se alejan del concepto del lujo clásico. Ni cuando otras, de vez en cuando, sucumben al reconocimiento internacional y sueltan estrellas que caen más por la fuerza de la gravedad que del convencimiento.
Ha sido un año bueno para Catalunya, que suma cuatro restaurantes en la categoría de biestrellados. Dos de ellos eran candidatos desde hace muchos años, como Enigma, del talentoso Albert Adrià, considerado uno de los mejores restaurantes de alta cocina creativa en el mundo y La Boscana (Bellvís), de Joel Castanyé, años de empeño en introducir la fruta de Lleida en su cocina salada y dulce, en contar el territorio y en situar su querido pueblo en el mapa de la excelencia.
Gala de la Guía Michelin 2026
También pudo celebrar la segunda (sin ruido, quizás por la sorpresa o por la timidez) uno de los cocineros de la órbita de Albert Adrià, Fran Agudo, que ha conseguido convertir un coqueto bar en una de las esquinas del Eixample en un muy buen restaurante. Y para Aleia, en Casa Fuster, donde el jerezano Rafa Bedoya tiende puentes entre las cocinas andaluza y catalana con un modelo de restaurante muy al gusto de los inspectores. También hubo un par de primeras estrellas en la capital catalana (lamentablemente nada nuevo para Girona o Tarragona). Fueron para Scapar, japonés de la zona alta que encaja con el éxito actual de la cocina omakase que gusta cada vez más a Michelin, y para Kamikaze, que abrieron como pequeña taberna -discípulos de Disfrutar-y ha ido subiendo el listón de la cocina y de la puesta en escena.
No hubo ayer ningún triestrellado a pesar de la interesantísima oferta gastronómica de alto nivel en España. En Catalunya serán a partir de ahora candidatos al máximo reconocimiento los nuevos biestrellado, Enigma, La Boscana, Mont Bar y Aleia, que se suman a Les Cols (Olot), Miramar (Llançà), Enoteca Paco Pérez (Barcelona), Bo.TIC (Corçà) y Cinc Sentits (Barcelona). Nada para el resto de España en esta categoría más allá de que revalide la segunda tras su traslado Ramon Freixa en Madrid. Nueve biestrellados parecen muchos para Catalunya pero no lo son en una tierra rica en talento culinario. Y no hay que olvidar que todavía no han conseguido esa puntuación otros restaurantes catalanes tan importantes como Alkimia (Barcelona), Can Jubany (Calldetenes), El Tinars (Llagostera), Ca L’Enric (Olot), Dos Palillos (Barcelona), Caelis (Barcelona), y tantos otros. No le han devuelto todavía la primera estrella al maestro Carles Gaig, que la perdió a causa de un traslado y cuyo restaurante Petit Comitè Carles Gaig es un gran referente. No la tienen cocinas tan consagradas como las de Xavier Pellicer, la de Gresca, uno de los restaurantes favoritos de los gastrónomos que visitan la capital catalana o Coure, por poner sólo tres ejemplos en Barcelona.
“Tenemos que aprender a convivir con el éxito y con el fracaso, que forma parte de la vida”, afirmaba un Albert Adrià a quien nunca ha quitado el sueño la gala de Michelin (no se burlaba de nadie cuando ayer dijo en el escenario que acababa de despertar de la siesta y aún no había reaccionado). Un Albert Adrià que nunca pensó en tatuarse una estrella en el brazo como si en ello le fuera la vida, como tantos colegas. “Tampoco me tatué un Bulli”.