Si un argentino pide frutillas en Madrid, lo más probable es que lo miren con extrañeza. En Argentina, Uruguay y Chile, frutilla es la forma natural de referirse al pequeño fruto de color rojo, mientras que en España y gran parte de América Latina se utiliza fresa. El origen del término frutilla proviene de la palabra fruta, con un sufijo diminutivo que se adaptó culturalmente en el Río de la Plata, mientras que fresa tiene raíces latinas (fraga). Algo parecido ocurrirá con un peruano que pide choclo en México, donde llaman elote al maíz, o con el chileno que unta palta en su pan y descubre que en otros países debe pedir aguacate. El español, hablado por más de 500 millones de personas en el mundo, se adapta a cada tierra y cada mesa. Y la gastronomía es quizá el terreno donde más se notan esas diferencias.

Fresas del Maresme .
Las palabras viajan tanto como los alimentos. Según la Real Academia Española, el término maíz, por ejemplo, proviene del taíno –el idioma indígena del Caribe– y se extendió en España tras la llegada del grano desde América en el siglo XVI. En cambio, choclo viene del quechua chuqllu y se asentó en la región andina.
Lo mismo sucede con la palta, cuyo nombre proviene del quechua, frente a aguacate, que deriva del náhuatl ahuacatl. Estos términos no son solo nombres distintos: revelan la huella cultural de los pueblos originarios en cada región. Esta fruta, rica en nutrientes y de origen mexicano, conserva el nombre de aguacate en España, Guatemala, El Salvador y Colombia. Sin embargo, en Bolivia y Chile se la conoce como palta; en Venezuela recibe el nombre de cura o avocado, y en Cuba se llama comúnmente pagua, que hace referencia a una variedad del fruto de un sabor similar aunque con una pulpa mas fibrosa.

Patatas crujientes
El tubérculo Solanum tuberosum es conocido como patata en España (península y Baleares). En cambio, en América Latina y en Canarias se mantiene el nombre quechua papa, tal como se le denomina en Perú, el país del que fue exportada al resto del mundo tras la conquista de América.
“Los colonizadores españoles llamaron erróneamente patata al camote o batata como se decía en taíno”, explica el lingüista Antonio Díaz. “Cuando en Perú vieron la patata que en quechua se dice papa no vieron la diferencia entre las dos cosas y decidieron llamar a la papa y a la batata de la misma forma: patata”. Por eso patata es el termino preferido en la mayor parte de España y papa se usa en Hispanoamérica, aunque también en Canarias y en algunas partes de Andalucía.
Las palabras plátano, banana y cambur son sinónimos, y su uso depende de razones culturales o comerciales
Las palabras pueden adquirir incluso matices políticos, como ocurre con las patatas fritas en inglés. En el inglés británico, el término chips proviene del inglés antiguo cipp, en referencia a su forma fina y alargada. En el inglés estadounidense, french fries nació durante la Primera Guerra Mundial, cuando soldados estadounidenses destinados en Bélgica probaron por primera vez este plato. En 2003, la expresión cobró un significado político: como protesta contra la invasión de Irak impulsada por Estados Unidos, algunos restaurantes —incluida la cafetería del Capitolio— rebautizaron las patatas fritas como freedom fries (“patatas de la libertad”), aunque el intento no prosperó.
La papaya, otra fruta tropical apreciada por sus múltiples propiedades, también presenta diversidad léxica. En España y varios países latinoamericanos recibe este nombre, pero en Venezuela y República Dominicana es papayón, olocotón, papayo, lechoza o lechosa; en Cuba se le llama frutabomba; y en Paraguay y Argentina, mamón. Hay que tener cuidado con este último término, porque en muchos lugares de América Latina e incluso en España puede tener connotaciones muy distintas, llegando a sonar ofensivo.
El delicioso aperitivo de maíz recibe distintos nombres según el lugar: en España se le llama palomitas, en Argentina pochoclo o pororó, en Chile cabritas y en Venezuela cotufas.
En España (península y Baleares) es común hablar de zumo, aunque jugo se entiende como sinónimo, usado más para líquidos derivados de la cocción en guisos. En Canarias, Colombia y la mayoría de América Latina se usa jugo para referirse a frutas exprimidas. En México, sin embargo, el término habitual es licuado, que designa un batido.
Las habas también presentan variaciones: en España, alubias (pintas o blancas), mientras que en México y Centroamérica son frijoles; en República Dominicana, habichuelas; y en Venezuela, caraotas. La versión verde y sin madurar se llama en España judías verdes; en Colombia, ejotes; en Argentina, chauchas; y en Perú, vainitas.

en la Edad Media manteca podía referirse a cualquier grasa blanda, y en América mantuvo un significado más amplio
Las palabras plátano, banana y cambur son sinónimos, y su uso depende de razones culturales o comerciales. En España se reserva plátano para los producidos localmente y banana para los importados de América. El término plátano procede del griego platos (ancho), en referencia a las hojas de la planta; banana proviene del árabe banānah (dedo); y cambur tiene origen guanche, lengua de los antiguos habitantes de Canarias.
La manteca es otro ejemplo de confusión lingüística: en España es grasa animal, generalmente de cerdo; en países como Argentina, México o Cuba, es lo que en la península llaman mantequilla. Esto refleja diferencias históricas en la evolución del castellano: en la Edad Media manteca podía referirse a cualquier grasa blanda, y en América mantuvo un significado más amplio.
La lista de variaciones continúa creciendo. Aunque en ocasiones pueden generar confusiones, estas diferencias enriquecen tanto el idioma como su vínculo con la gastronomía.