No es solo una copa con hielo en una sobremesa nostálgica ni un destilado polvoriento olvidado en la estantería de los bares. El brandy de Jerez quiere reivindicar su lugar con argumentos de peso: historia, técnica y un proceso de elaboración único, que lo diferencia claramente de otros brandis del mercado y se traduce en un carácter singular. “En muchas ocasiones el consumidor no sabe qué es exactamente el brandy de Jerez. Lo confunde con otros brandis o con el coñac, e incluso utiliza ambos términos indistintamente, sin saber que se refieren a productos diferentes”, explica Ángel Piña, Global Chief Commercial & Marketing Officer de Terry, una bodega perteneciente a Bodegas Fundador dedicada a la elaboración de vinos y brandis de Jerez.
El Terry 1900, popular por su icónica malla, acaba de renovar su imagen tras 120 años de historia. Uno de los principales objetivos de esta transformación es, entre otras cosas, “explicar al mundo, sobre todo a los consumidores más jóvenes menos familiarizados con el brandy, que el de Jerez no es un brandy cualquiera, que no es como los demás: es otra categoría”. Y lo es porque, a diferencia de los brandis europeos, “tiene Denominación de Origen Protegida, igual que el Cognac o el Armagnac, que reconoce su historia, sus particularidades y su arraigo en el territorio”.
Así pues, a diferencia de los brandis que se encuentran en Europa —que no están regulados bajo una DOP específica— el brandy de Jerez cuenta con una normativa concreta y un vínculo directo con su lugar de origen. “Es uno de los tres únicos brandis en Europa con DOP. El cognac y el armagnac también la tienen, pero el resto, no. El Brandy de Jerez está protegido por un pliego del Consejo Regulador que marca rigurosamente cómo debe producirse, dónde y con qué condiciones”, resume.
El método de envejecimiento es una de sus principales singularidades. Mientras el cognac o el armagnac siguen un sistema estático (el destilado envejece en la misma barrica durante años), el brandy de Jerez se cría mediante el sistema de criaderas y soleras, heredado del vino de Jerez. “Es un envejecimiento dinámico. Se va pasando de una barrica a otra, mezclando metódicamente diferentes añadas, y se consigue una mayor complejidad en el resultado final”, apunta Piña.
Además del Brandy de Jerez, los únicos que cuentan con DOP en Europa son el cognac y el armagnac
Pero no es solo cuestión de técnica, sino también de madera: las botas donde reposa el brandy jerezano han contenido antes vinos de Jerez, y eso le aporta un perfil muy característico. “Esa es la gran diferencia. Las barricas que han tenido oloroso, amontillado o palo cortado están impregnadas y le dan al brandy un dulzor natural que no se encuentra en otros destilados. Es obligatorio usarlas. Por ley, el Brandy de Jerez debe envejecer en este tipo de barricas”, apunta Piña, quien recuerda que el resultado de este envejecimiento es tan especial que “también lo emplean algunos grandes elaboradores de whisky, que compran estas botas en Jerez para aportar matices”.
¿En qué se traducen estas particularidades para el consumidor? Según Piña, en una experiencia de cata distinta. “El brandy de Jerez es más naturalmente dulce, menos seco, con más matices. Por eso decimos que otros brandis son más afrancesados: más secos, más directos. El nuestro es más redondo y versátil, combina bien con refresco, con hielo o solo. Se puede tomar en casa o fuera, en una sobremesa o en una coctelería”, asegura. Esa versatilidad ha abierto también nuevas oportunidades de consumo: “Antes se asociaba mucho al brandy con una copa después de cenar. Ahora se incorpora en otros momentos, incluso mezclado”.
Combina bien con refresco, con hielo o solo. Se puede tomar en casa o fuera, en una sobremesa o en una coctelería
Marcas como Terry o Fundador llevan más de un siglo en el mercado y han ido evolucionando para adaptarse a las nuevas tendencias de consumo. Así, por ejemplo, en Terry 1900 se ha optado por el uso intensivo de las llamadas Sherry Casks, es decir, las botas jerezanas de roble americano envinadas previamente con vinos del Marco de Jerez, lo que da lugar a un brandy más potente y refinado pero con un dulzor característico de esta DO. “Todos los brandis de Jerez las emplean, pero en Terry 1900 se hace un uso intenso de estas barricas, y eso se percibe claramente en el resultado final”.
Aunque la DO Brandy de Jerez se creó en 1987, su producción en la zona se remonta al siglo XVIII, cuando ingleses y holandeses empezaron a importar aguardientes envejecidos desde El Puerto de Santa María. Existen tres tipos de brandy de Jerez: Solera, con un mínimo 6 meses de crianza; Solera Reserva, con un mínimo de un año; y el Solera Gran Reserva, para el que se exige un mínimo de 3 años de envejecimiento, aunque muchos pasan más de 10.
Aunque la DO Brandy de Jerez se creó en 1987, su producción en la zona se remonta al siglo XVIII
Según Piña, el brandy de Jerez convive a día de hoy con dos públicos muy distintos. “Hay un consumidor mayor que lo vincula a sus padres o abuelos, pero también uno más joven, menor de 28 años, que no tiene referencias previas y está abierto a descubrirlo. Eso permite comunicar de manera distinta. A unos se les habla de tradición y calidad, a otros de versatilidad, sostenibilidad y autenticidad”. Una autenticidad que reivindica todo el sector del vino y brandy de Jerez, ya que, según apunta Piña, “todo lo artesanal y lo local gana peso. Y Jerez, con tasas altas de paro, necesita también que se ponga en valor su patrimonio productivo. La sostenibilidad no es solo medioambiental, también es social”, concluye.

