Vinos y setas: el maridaje otoñal que celebra los sabores de la tierra en 7 botellas

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Con la llegada del otoño, los bosques se llenan de aromas y los viñedos ofrecen el compañero perfecto: vinos que realzan el sabor de cada seta

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Risotto acompañado de una copa de vino blanco

Risotto acompañado de una copa de vino blanco

lisabauer-foodfoto.de Elizaveta Bauer

España es un país generoso en vinos y setas, ambos tan diversos como sus paisajes. Con la llegada del otoño, los bosques se llenan de aromas y los viñedos ofrecen el compañero perfecto: vinos que realzan el sabor de cada seta.

Un vino fresco y mineral que equilibra la untuosidad y el sabor terroso con toque umami, haciendo una armonía muy natural. Este Ribeiro se elabora con variedades autóctonas y recuperadas, envejeciendo 9 meses en roble francés de 500 litros. Es muy puro, con aromas de manzana verde, flores blancas y toques cítricos. Tiene una viva acidez en el paso de boca, su textura es sedosa y su final mineral.

Una buena combinación sería un vino elaborado con Mencía por su perfil floral y frutal con Níscalos, que aportan notas de tierra y ligeramente dulces. Se trata de un vino con aromas de mora, frambuesa, violeta y toques balsámicos. En la boca los taninos son finos, es fresco y jugoso. Se elabora con viñas de diferentes parcelas en Valtuille de Abajo, buscando siempre las exposiciones más frías. Su crianza se realiza en barricas de roble francés.

Para unas colmenillas que podemos encontrar en la zona de Levante, de sabor a tierra húmeda, ligeramente umami y dulce, se me antoja un vino tipo Orange. Este vino es tan original como vibrante. Es muy cítrico con notas de naranja y limón, toques de membrillo, albaricoque y flores blancas. En la boca es turgente, con ligero amargor en su final y buena acidez en todo su recorrido. El vino se cría en barricas de roble francés y se embotella sin filtrar ni clarificar. Se trata de un Orange wine elaborado a la antigua usanza y con variedades autóctonas.

Las setas de cardo salteadas con una malvasía volcánica tinerfeña, sería pura poesía de perfume y elegancia. Estas viñas se asientan en suelos con ceniza volcánica y estos terrenos serán ingrediente clave en la personalidad del vino. Se aprecian notas de jazmin, cítricas, fruta de hueso como albaricoque y notas minerales. La boca es refrescante, untuosa y deja para el final un toque salino.

En Andalucía encontramos trufa negra, una de las setas que más puede presumir de intensidad aromática. Este vino blanco, profundo, fragante y salino estará muy a la altura. Responsable de este estilo serán los 8 meses bajo velo de flor y 3 en botas jerezanas. Su color es ligeramente dorado, en nariz destacan frutas de árbol tipo pera y manzana, que se funden con frutos secos y de levadura. En la boca es terso, salino, punzante y de largo final.

En la Mancha se elaboran deliciosos guisos con el marzuelo, que es una seta delicada, con aromas de bosque umbrío. Una cencibel con cierta crianza armonizaría a la perfección. En este caso el vino envejece en roble francés y americano durante 12 meses. En nariz encontramos diferentes notas como frutos rojos y negros, torrefactos, tierra mojada, finos ahumados y especias. La boca es amable, pero intensa y afrutada, con tanino delicado.

Para un Pinetell catalán que es la variedad de níscalo más oscura y aromática, pensaría en un vino blanco elaborado con una garnacha perfumada y con personalidad. Se trata de un vino emblemático en la región, reposado 5 meses en hormigón. Nos sorprende en nariz con aromas de fruta de árbol tipo pera y manzana, ofrece además notas florales y de hierbas aromáticas. La boca es refrescante, frutal y su final ligeramente especiado.

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