“La batalla de los vinos”: el texto que divulgó los mejores vinos blancos del mundo

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Un poema medieval donde los vinos pelean en la mesa frente al rey de Francia

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Poema de 'La Bataille des Vins'

Poema de 'La Bataille des Vins'

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¿Cuáles son los mejores vinos? Hoy los expertos divulgan sus listas para toda ocasión y precio en redes y a través de artículos en distintos medios, pero en el siglo XIII, fueron los versos del poeta Henri d’Andeli, autor de La Bataille des Vins (1224) los que sentaron cátedra sobre cuáles vinos blancos tenían la mejor calidad de la época.

“La batalla de los vinos es una enumeración curiosa y hábilmente dispuesta de todos los crûs que tenían reputación en la Edad Media. (...) Tiene el mérito de darnos a conocer más de sesenta regiones, villas o burgos, célebres entonces por sus viñedos”, explica Alexandre Héron, editor de sus obras completas (1881), que se sorprende por la pérdida de calidad de los vinos de Île-de-France, que provienen de la época romana, y defendidos por D’Angeli y considerados “muy mediocres” por él mismo, y hoy asociados bajo una IGP con su mismo nombre.

'La Bataille des Vins'

'La Bataille des Vins'

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De su autor se sabe poco. Henri d’Andeli habría sido, presuntamente, canónigo en la catedral de Rouen. El vino fue solamente uno de los temas de los que escribió, entre los que también se cuentan las artes y Aristóteles.

La Bataille des Vins, de 204 versos, fue escrita en honor al rey Felipe II de Francia, que aparece en los primeros versos de este fabliaux, como se llama a este tipo de poemas narrativos breves, en tono ligero, “humedeciéndose el gaznate con un buen vino blanco”. El inicio prosigue diciendo que el rey ordenó a tres de sus hombres para que salieran a buscar los mejores vinos que pudieran encontrar. Y los encontraron.

'La Bataille des Vins', de 204 versos, fue escrita en honor al rey Felipe II de Francia, que aparece en los primeros versos de este 'fabliaux'

Se empieza hablando del vino de Chipre “que no es cerveza de Ypre [Bélgica] y tan pronto como en el verso 22 se menciona el vino de España entre los vinos notables del mundo. Aparecen también el vino de Chablis y del de Beaune, cuya reputación se confirma todavía hoy, de los que se dice “que no son tan amarillos, si no más bien como del color del cuerno de un buey”. Los vinos de Épernay, Sancerre, Provenza y Anjou también son de los que D’Andeli destaca. En suma, según el poema, la mayoría de los mejoers están en las regiones que hoy corresponden a Champagne, Loire y Borgoña.

Pero el poema no solamente tiene a bien divulgar cuáles son los buenos vinos sino que también señala los que considera malos: el de Châlons (que no sería en Champagne sino a l’oeste de Reims, según aclara Aurélien Nouvion en Revue Internationale d’Histoire de la Vigne et du Vin, 6, 2023), “que hincha el vientre y los talones”, el Rogel d’Étampes, “que provoca gota y calambres”, el Beauvais o el de Rennes.

'La Bataille des Vins'

'La Bataille des Vins'

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Más adelante, algunos vinos toman la palabra. Es el caso del vino de Mosela, de origen alemán. “Servimos a los alemanes y haremos lo que nos digan. Cogemos el dinero de los coloneses, de donde nos beben sus gentes”. También algunos vinos franceses, los de Berry, critican a los de Île-de-France: “Chauveni, Montrichart, Laçoy, Châteauxroux, Busançais, Montmorillon e Issoudun responden ante los comentarios otros vinos, alegando que ellos “aunque vosotros sois más fuertes que nosotros, nosotros somos sabrosos y suaves. No causamos tormenta en el corazón, el cuerpo, los ojos ni nada por el estilo. Pero el de Vermenton, el de Saint-Bris y el de Auxerre hacen que la gente se doblegue”.

Un cura inglés hace de árbitro en esta batalla entre los vinos que se libra en la mesa, ante el rey de Francia. “Sé muy bien que si tuvieran pies y manos se matarían”, dice el poeta, y describe como el vino brillaba y hacía que el gran salón “pareciera lleno de bálsamo y de ámbar, como un paraíso terrenal en el que todo el mundo quería estar”.

Un cura inglés hace de árbitro en esta batalla entre los vinos que se libra en la mesa, ante el rey de Francia

Finalmente, el rey corona el mejor vino: un vino de Chipre, quizás el mítico Commandaria, que fue un vino dulce que todavía hoy se produce. El monarca lo sirve junto al resto de los más valorados para que el clérigo inglés los evalúe, y del que se dice emborrachó y durmió “dos noches y tres días sin despertarse”. El poema acaba con un consejo del rey, que insta nadie se apene si no puede comprar el mejor vino. “El vino de plebeyo o el vino del noble o el vino del clérigo, tomemos el vino que Dios nos da”.

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