El Romántico, a base de roastbeef de ternera con salsa café de París, el Maradona, de secreto ibérico con salsa especiada con chimichurri y cebolla caramelizada, o el cubano, de pierna de cerdo asada a baja temperatura con queso, pepinillos y mayonesa de mostaza, son algunos de los bocadillos más exitosos que sirven en el barcelonés B de Bocata (Granada del Penedès, 21).
Cuando el empresario de 26 años Borja Poal cuenta el origen del negocio que puso en marcha con su socia Berta Argenté, recuerda que ya de niño le entusiasmaba encajar entre dos trozos de pan los guisos suculentos que preparaba su abuela. A él le gusta hablar de bocadillos de alta cocina y le ilusiona que los clientes repitan por la calidad de esas elaboraciones que venden in situ y para llevar en sus dos locales; el primero lo abrieron en Calella de Palafrugell (calle de la Vela, 1), y el segundo en Barcelona, hace solo unos meses.
El primero lo abrieron en Calella de Palafrugell (calle de la Vela, 1), y el segundo en Barcelona, hace solo unos meses
El engranaje ajustado para que todo esté en su punto y los empleados se sientan bien haciendo su trabajo, hace posible que esta sea una empresa ejemplar de inclusión social. Pero con toda la importancia que eso tiene, porque quienes forman parte de esa cadena humana son personas en riesgo de exclusión -ex presidiarios, personas que han tenido problemas de adicciones o mujeres víctimas de violencia de género-, eso es algo que Poal no suele contar a los clientes hasta que se han rendido a los bocadillos.
Este emprendedor protagoniza el capítulo más reciente del podcast “Quédate a comer”, donde comparte su labor empresarial y social y comparte su historia de superación.
