“Cuando voy a clase los jueves por la mañana, suelo estar estresada por mi vida, pero 90 minutos después, siento alivio porque solo soy una mota sobre una mota”. Con esa frase, tras una clase de Astronomía, sorprendió a comienzos de su carrera una estudiante a Arthur C. Brooks, profesor de la Harvard Business School. “No mencionó nada sobre las estrellas, pero sí dijo algo conmovedor sobre la existencia terrenal”, asegura el docente.
El experto explica que con esas palabras la joven estudiante estaba expresando, probablemente sin saberlo, una profunda verdad filosófica. “Tendemos a creer que para ser más felices, necesitamos crecer en nuestra propia mente y en la mente de los demás. Pero eso es un error”, comienza explicando.
Arthur C. Brooks: “Encontrar paz y perspectiva en la pequeñez es el camino duradero hacia el bienestar”.
Sin embargo, como señala el especialista, “lo que realmente necesitamos para alcanzar la perspectiva de vida que necesitamos y la paz que anhelamos es hacernos más pequeños en relación con todo y con todos los demás”.
Cuando experimentamos nuestra propia pequeñez, dejamos de bloquear nuestra capacidad de ver nuestra vida en su justa medida. Brooks explica que es en esos momentos cuando “podemos relajarnos en la humilde realidad de no ser objeto de atención y crítica”, siendo capaces de poder apreciar todo lo que nos rodea, “sin arruinarlo con nuestro egocentrismo y preocupaciones”.
Brooks: “La clave para encontrar la felicidad es reducir tu tamaño”
El experto insiste en que dejemos de creernos el centro del universo, porque “el mundo seguiría funcionando sin apenas interrupciones si no estuvieras presente. Pensar en ti mismo todo el tiempo te hará sentir miserable a largo plazo”. Según las investigaciones más recientes, este creciente egocentrismo puede llegar a provocar problemas emocionales, llegando incluso a que realizar tareas especializadas sea menos placentero.
En un estudio sobre jugadores de baloncesto publicado en 2002, psicólogos deportivos instruyeron a un grupo de jugadores a centrarse en su propio rendimiento durante el calentamiento. Estos jugadores experimentaron mayor ansiedad que otros que no recibieron esta instrucción.
“El mundo te invita constantemente a intentar parecer más grande ante los demás y ante ti mismo”, señala Brooks.
“El mundo te invita constantemente a intentar parecer más grande ante los demás y ante ti mismo”, señala Brooks. “La clave para encontrar la felicidad es reducir tu tamaño”. Por eso, al igual que las estrellas, para ser feliz, la clave está una vez más en la introspección. El experto aconseja trabajar para conseguirlo siguiendo solo tres simples recomendaciones: sentir asombro con actividades como “pasar tiempo en la naturaleza, disfrutar de buena música o arte, y presenciar actos de belleza moral”, como señala el psicólogo Dacher Keltner, de la Universidad de Berkeley, sobre cómo sentir asombro es esencial para la felicidad.
Otro estudio de la Universidad de Columbia (Miller et al., 2019) ha demostrado que la conexión con nuestra parte más espiritual es esencial para la salud mental. “Los neurocientíficos han demostrado que recordar experiencias espirituales reduce la actividad del tálamo medial y el núcleo caudado, regiones cerebrales que controlan el procesamiento sensorial y emocional”, explica. “Esto nos permite trascender nuestras preocupaciones cotidianas y centrarnos en cuestiones más profundas”.
La personas con un ego alto pueden contemplar la realidad de forma distorsionada.
Brooks también señala que practicar el servicio a los demás es esencial para poder lograr la felicidad plena. “Prácticamente todos los experimentos sobre comportamiento caritativo demuestran que dar aumenta el bienestar, especialmente cuando es anónimo, sin que se resalten tus actos virtuosos”, explica. “Simplemente da más de ti mismo, sin esperar reconocimiento ni recompensa”.
El experto, para terminar, aconseja tomarse las cosas con calma. “Así que relájate en la realidad de tu pequeñez cósmica. La pura verdad es que eres una mota dentro de una mota. Pero eres una mota encantadora, y amada por otras motas. Esa es una buena vida”.
