En Japón existe un enfoque pedagógico que podría resultar radical en otros países: el llamado Mimamoru (見守る), que literalmente alude a “observar y acompañar” sin intervenir. Esta técnica ha convertido algunas aulas niponas en entornos donde los enfrentamientos entre alumnos se gestionan casi sin que el docente intervenga directamente.
Según describe el citado modelo, los profesores permiten que los estudiantes gestionen sus propios desacuerdos y aprendan de la experiencia: “En lugar de imponer disciplina mediante órdenes o castigos, los profesores permiten que los niños gestionen sus propios desacuerdos, aprendiendo a través de la experiencia.”
¿Cómo funciona realmente?
Este enfoque parte de una premisa esencial: la autonomía es un pilar en el desarrollo emocional y social del niño. En las escuelas que aplican Mimamoru, el conflicto no se ve como algo a eliminar inmediatamente, sino como una oportunidad para que el alumnado reflexione, negocie y repare por sí mismo.
En las escuelas que aplican Mimamoru, el conflicto no se ve como algo a eliminar inmediatamente
El método contempla tres niveles de intervención docente:
- Intervención mínima: únicamente cuando la seguridad del alumnado está comprometida.
- No interferir: si el conflicto es asimilable por los propios estudiantes.
- Ausencia total: cuando el grupo cuenta ya con suficiente madurez para gestionar los desacuerdos por sí mismo.
El objetivo es que los alumnos aprendan a comprender las consecuencias de sus actos y desarrollen empatía hacia los demás.
Varios niños en un aula el día en el que se inicia el curso escolar
¿Funciona? Evidencias de investigación. Un estudio publicado en la revista Early Childhood Education Journal (2021) analizó este enfoque en 9 centros japoneses de educación infantil y comparó las opiniones de 34 docentes japoneses y 12 de EE.UU. Sobre su aplicación. Los resultados muestran que la prácticamente no intervención permite que los niños experimenten el conflicto, desarrollen estrategias propias de resolución y aumenten su autonomía.
Una de las conclusiones clave fue que, aunque el enfoque Mimamoru parece pasivo, en realidad plantea un reto al docente para permanecer paciente, observar y esperar a que los niños piensen y actúen por sí mismos.
Este análisis abre la puerta a que otras culturas educativas reconsideren los modelos de disciplina y autoridad tradicionales.
Aula de colegio
Desafíos
A pesar de que en la teoría parece un modelo ideal, esta técnica presenta diferentes retos que pueden dificultar en gran medida su aplicación directa en las aulas:
- Requiere tiempo, paciencia y profesionalidad docente para calibrar cuándo intervenir y cuándo no.
- Puede generar inquietud en contextos donde se exige una actuación inmediata del adulto.
- Su aplicabilidad puede verse condicionada por el tamaño de la clase, cultura escolar y normativa local.
