Durante décadas, el envejecimiento cerebral se aceptó como un proceso inevitable: con el paso del tiempo, las neuronas se deterioran, la memoria se vuelve más frágil, y la agilidad mental se ralentiza. Sin embargo, investigaciones recientes están desafiando este relato. Hoy, la ciencia se atreve a plantear una pregunta que hasta hace poco sonaba a ciencia ficción: ¿es posible revertir el envejecimiento del cerebro?
Gladys Kali es experta en neurociencia aplicada a la gestión del estrés. A través de su libro ha explicado en qué consiste el neurohacking: “De forma sencilla, podemos decir que se trata de un conjunto de técnicas y estrategias para optimizar el funcionamiento del cerebro. Es la práctica de recablear y optimizar el cerebro mediante técnicas neurocientíficas que transforman hábitos, pensamientos y emociones para mejorar tu rendimiento y bienestar”, empieza diciendo.

El uso de la tecnología es clave para poder analizar el cerebro
De la misma forma que trabajamos los músculos, también se puede entrenar el cerebro. Kali afirma que el objetivo es reducir el estrés, potenciar la creatividad, adquirir flexibilidad cognitiva y tener más resiliencia y capacidad de adaptarte a los cambios. Y, además, esa reducción del estrés puede ayudar a fortalecer la memoria”, comenta.
El neurohacking ayuda a la memoria optimizando el funcionamiento de tu cerebro. Utilizando técnicas basadas en la neurociencia puedes calmar la amígdala (la parte del cerebro que se activa con el estrés). Y evitar que el cortisol dañe el hipocampo, la zona clave para aprender y recordar. Además, estrategias como el aprendizaje espaciado, los sonidos binaurales y suplementos naturales estimulan la neuroplasticidad, haciendo que tu memoria sea más rápida y resistente.

La computación neuromórfica se basa en las estructuras del cerebro humano
Las bases del neurohacking
Neuroplasticidad como pilar. El concepto clave detrás del neurohacking es la neuroplasticidad: la capacidad del cerebro para reorganizarse, formar nuevas conexiones neuronales y adaptarse al entorno. Esta propiedad permite que intervenciones cotidianas —como aprender un idioma, practicar mindfulness o cambiar patrones de pensamiento— tengan un impacto físico medible en la estructura cerebral.
Sueño, ejercicio y alimentación: los fundamentos olvidados. Lejos de soluciones mágicas, el neurohacking comienza con lo básico: dormir bien, mover el cuerpo y alimentar el cerebro con nutrientes reales. La evidencia muestra que el sueño profundo favorece la consolidación de la memoria, que el ejercicio aeróbico estimula la producción de nuevas neuronas (neurogénesis) y que alimentos ricos en omega-3, antioxidantes y polifenoles tienen un efecto protector sobre las células cerebrales.
Tecnología al servicio del cerebro. El uso de herramientas como la estimulación transcraneal, el neurofeedback o aplicaciones de entrenamiento cognitivo también forma parte del repertorio neurohacker. Algunas de estas técnicas buscan aumentar temporalmente la plasticidad cerebral o reforzar ciertos patrones de actividad neuronal, aunque los resultados todavía se debaten en la comunidad científica.

Manos mostrando un cerebro
Nootrópicos: ¿ayuda o placebo? El uso de sustancias conocidas como nootrópicos —desde la cafeína hasta compuestos más experimentales como la colina, el modafinilo o el L-teanina— es común en este entorno. Su objetivo: mejorar la atención, reducir la fatiga mental o potenciar la memoria. Sin embargo, su efectividad a largo plazo y sus posibles efectos secundarios siguen siendo objeto de estudio.
Mentalidad y autoconocimiento. Uno de los componentes más importantes del neurohacking no tiene que ver con aparatos ni suplementos, sino con la gestión emocional y la mentalidad de mejora continua. Cultivar la curiosidad, reducir el estrés crónico, practicar la gratitud y fortalecer el sentido de propósito son prácticas que, lejos de ser intangibles, tienen efectos concretos sobre regiones clave del cerebro como la corteza prefrontal o el sistema límbico.