Lejos de los grandes gestos heroicos, la bondad auténtica se expresa en lo cotidiano: en quien escucha con atención sin interrumpir, en quien ayuda sin hacerlo notar, en quien defiende lo justo aunque no le convenga. Son personas que no buscan tener razón, sino construir puentes; que saben pedir perdón y también perdonar. Quizá no haya una fórmula exacta para identificarlas. Pero hay señales: su coherencia entre lo que dicen y lo que hacen, su manera de tratar a quienes no pueden devolverles nada, su capacidad de hacer el bien sin necesidad de publicarlo.
Jaime Higuera es un emprendedor español especializado en comercio electrónico y marketing digital. En uno de sus vídeos más recientes ha hablado de las claves que podemos utilizar para reconocer a una buena persona.
Las buenas personas transmiten magnetismo
“Cualquier persona puede decir palabras bonitas”
Huye de las primeras impresiones. Jaime afirma que a una buena persona no se la reconoce por lo que dice: “Cualquier persona puede decir palabras bonitas. Tampoco se le reconoce por lo que hace ocasionalmente, porque hacer algo una vez no te convierte en alguien bueno”, empieza diciendo.
Un tipo de atmósfera muy particular. El empresario afirma que las buenas personas crean una atmósfera especial a su alrededor, pero también es importante fijarse en los detalles: “No me hables de cómo te comportas de cara al público cuando hay que quedar bien, cuando hay que sonreír, cuando hay que dar una buena impresión, porque eso lo hace cualquiera”, comenta.
Los seres humanos intentamos ser buenas personas
Los momentos de intimidad son reveladores. Lo que realmente dice quién eres es cómo te mueves en la intimidad: “El ambiente creas cuando nadie está mirando, con tu pareja, con tu familia, con tus trabajadores, con tus clientes, cuando no llevas una máscara. Porque todos conocemos a esa persona que de puertas hacia fuera es un encanto, pero en casa es una tormenta constante, y eso no es ser una buena persona, eso es actuar”, advierte Jaime.
Esencia. El millonario termina hablando de la importancia de la esencia que dejamos al salir de una habitación: “Si me muestras esa esencia, yo no necesito ver más”, comenta. Es el eco de la actitud, de las palabras elegidas, del respeto mostrado, de la empatía ejercida. Se percibe, aunque no se nombre. Se siente, aunque no se entienda del todo.

