Aceptar a los padres tal y como son puede convertirse en uno de los mayores retos emocionales de la vida adulta, un desafío silencioso que rara vez se reconoce en público. A medida que crecemos, la idealización infantil se desvanece y aparecen las contradicciones, las heridas y las limitaciones humanas de quienes nos criaron. Comprender esa complejidad exige un ejercicio de madurez que implica asumir que no siempre recibirán nuestras expectativas y que su capacidad de cambio es limitada.
La autora especializada en desarrollo personal, Mel Robbins, ha reflexionado sobre la dificultad de seguir esperando a que los progenitores cambien con el paso del tiempo. Según sus creencias, las personas son como son, y el verdadero aprendizaje está en quererlas por lo que son y no por lo que desearíamos que fueran.
Reconocer que los padres envejecen es como transitar un duelo.
“Cuando dejas de intentar que cambien, algo dentro de ti se aligera”
Esperanza. Muchas personas mantienen la esperanza, con el paso de los años, de que sus padres cambien. Desearían que fuesen más atentos, empáticos o conscientes de los errores del pasado. Sin embargo, esta expectativa puede generar una gran sensación de frustración. Hay que tener en cuenta que, la mayoría de adultos no empiezan a ir a terapia solo porque alguien lo desee.
Cambio auténtico. En la opinión de la experta, el auténtico cambio se produce cuando cada persona decide actuar de otra manera. Esa comprensión no borra el dolor, pero ayuda a relacionarse desde un lugar más compasivo.
Darse cuenta de que los padres envejecen no es fácil.
Aceptación. Robbins defiende que comprender que los padres no siempre pueden ofrecer lo que se necesita no implica rendirse, sino dejar de invertir energía en lo imposible y enfocarse en cuidar la propia respuesta: “Si estás intentando que cambien, te estás preparando para que tu corazón se rompa. Cuando dejas de intentar que cambien, algo dentro de ti se aligera”, termina diciendo.
Madurez emocional. La especialista subraya que la madurez emocional no consiste en cambiar a los demás, sino en transformar la propia actitud. Aprender a aceptar lo que hay, sin resignarse ni idealizar, permite construir relaciones más sanas y menos dolorosas. El verdadero cambio empieza cuando uno modifica la manera en la que se muestra ante los demás, porque entonces, de manera natural, el vínculo también se transforma.
Abuela con una teléfono móvil
Otras voces. Varios especialistas en psicología coinciden en que aceptar a los padres tal y como son es uno de los desafíos más complejos de la madurez emocional. La psicóloga clínica Harriet Lerner, experta en relaciones familiares, sostiene que muchas personas pasan años atrapadas en el deseo de que sus padres cambien, lo que genera frustración y estanca el crecimiento personal. El terapeuta familiar Esther Perel señala que aceptar la imperfección de los padres permite redefinir los vínculos desde un lugar más realista y menos cargado de expectativas. Por su parte, el psicólogo Carl Rogers ya advertía que las relaciones sanas requieren reconocer los límites del otro, algo especialmente difícil dentro del entorno familiar. Estas perspectivas coinciden en que la aceptación no implica resignación, sino un paso necesario para liberarse de cargas emocionales heredadas y avanzar hacia relaciones más equilibradas.
Datos. Diversas investigaciones coinciden en que la distancia entre lo que los padres esperan y lo que los hijos sienten que pueden cumplir tiene consecuencias profundas en su bienestar. Un estudio muestra que cuando los adolescentes perciben expectativas parentales muy superiores a sus propias aspiraciones, su felicidad disminuye y aumenta el malestar emocional. Otro trabajo apunta a que esta misma desalineación afecta también a la motivación escolar, la autoestima y, en general, a la salud mental de los jóvenes. En conjunto, estas conclusiones revelan que las expectativas excesivas dentro del entorno familiar pueden convertirse en una fuente sostenida de presión y desgaste psicológico para muchos hijos.

