Anunciar un montaje nuevo de La Calòrica quiere decir: “¡Ganas!”. Ganas de ver qué han pergeñado en esta ocasión, ganas de dejarse sorprender, ganas de reír y emocionarse, con el convencimiento de que no fallarán y que tendrá su sello inconfundible. Son quince años de trayectoria ascendente, desde una carta de presentación sensacional (Feísima enfermedad y muy triste muerte de la reina Isabel I) recién salidos del Institut del Teatre, hasta Le congrès ne marche pas, que estrenaron en la sala histórica de Gràcia del Teatre Lliure.
Ahora celebran este aniversario por todo lo alto, estrenando en la sala Fabià Puigserver, el mayor espacio del Teatre Lliure, La brama del cérvol, una comedia de urbanitas que se van a pasar el fin de semana a la montaña para cargar pilas y resolver los problemas que el día a día no les permite abordar. El subtítulo es explícito: “Una experiència única en un marc incomparable”.
‘La brama del cérvol’ es una comedia de urbanitas que se van a pasar el fin de semana a la montaña para cargar pilas
Para esta ocasión, han convocado a los de siempre, con Joan Yago como dramaturgo, Israel Solà como director, y Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher, Esther López y Júlia Truyol en el escenario, acompañados de Oriol Casals y Mel Salvatierra. Solo falta Marc Rius, que está rodando la nueva serie de Dani de la Orden, La casa nostra.
“La sala grande del Lliure da miedo, pero no podíamos decir que no a la propuesta”, explica Yago. “La brama del cérvol también es un reto porque es la primera vez que creamos una obra contándonos la historia de modo más intuitivo. Pero hay un tema sobre la mesa que nos ayuda a avanzar: la búsqueda de sentido a todos los niveles: a nivel personal, en la vida, en la profesión... Nos afecta en todas las relaciones: de pareja, como ciudadanos...”
Una escena de 'La brama del cérvol', de La Calòrica, al Teatre Lliure
Los personajes se reúnen en un hotel de montaña: “Tomamos la salida a la naturaleza, una escapada de fin de semana, para aguantar tres meses más en la ciudad”, continúa el dramaturgo. ¿La excusa? El bramar del ciervo, que “es un sonido muy auténtico, muy telúrico”, que contrasta con estos visitantes “que se ponen una chaqueta de marca y alquilan un turismo rural”.
El fregolismo está servido, pero los personajes principales son “una pareja en la cuarentena en crisis; dos raveras, hartas del Primavera Sound, que van buscando la última fiesta real en un valle secreto con la luna llena; y unos profesionales de las artes escénicas que buscan construir un mundo mejor”. Pero que no son ellos, aclara Yago. “Es una comedia de puertas, de estructura muy clásica, corre que viene por aquí, corre que viene por allí”.
Por su parte, el director declara que en la obra “hay elementos muy calóricos, con momentos muy frenéticos, como una apisonadora; creo que es la obra donde gritamos más”. ¿Pero de qué habla La brama del cérvol ? “Habla del misterio, habla de Dios, pero no lo entendemos, como no entendemos la vida”. Y profundiza: “Desde este espacio donde estamos ahora, donde estamos bien, nos formulamos preguntas sobre esta estabilidad, quizá como la crisis de los 40. Estamos en una llanura donde no ves el objetivo, y te preguntas qué harás el resto de tu vida. Pero no solo nosotros, sino el mundo”.
Otro sello de calidad de La Calòrica es el uso de la lengua, de los registros y de los acentos. En esta ocasión, “hablamos central porque somos los de Barcelona que vamos al Pirineo, pero también hemos trabajado el acento de la Vall Fosca”, concluye Solà.
El libro con el texto de La brama del cérvol se publica en Comanegra, dentro de la colección Llum de guàrdia. La obra, producida por el Teatre Lliure y La Calòrica, se estrena hoy y estará en Montjuïc hasta el 22 de junio. Y ya se han vendido un 70% de las entradas. ¡Ganas!


