Triplete de Lluïsa Cunillé en la cartelera barcelonesa, ahora en la sala Petita del TNC con Boira, inaugurando la temporada en tres teatros. En el Atrium, con un extraordinario Oriol Genís contando cada paso que da, y en el caso de La Fàbrica, además, estrenando un nuevo espacio, con un sainete previo a Freshwater, la pieza de Virginia Woolf.
Boira fue escrita hace un decenio, cuando hacía un cuarto de siglo que había caído el muro de Berlín. Cunillé supo ver ya entonces el desmantelamiento de una Europa idílica, que está llegando hoy a uno de los peores momentos de su historia reciente. En esta ocasión es Lurdes Barba quien dirige la pieza: “Es la quinta que dirijo de Cunillé y he trabajado en un montón de obras suyas, por lo tanto queda clarísimo mi compromiso y mi admiración por ella”.
La pieza resulta visionaria porque diez años atrás ya apuntaba el desmantelamiento de una Europa idílica
Pero siempre hay un pero: “Las obras de Cunillé no son nunca fáciles de montar, piden mucha dedicación. Cuando escribe Boira lo hace con la idea de que la caída del Muro había sido una esperanza para mucha gente, y acabó siendo muy triste. Las diferencias sociales son increíbles, la calidad democrática es muy baja”, apunta.
La acción se sitúa en una exrepública soviética, en un país pequeño, que Barba sopesa que bien podría ser Bulgaria. “Pasa durante una noche y la mañana. Una viajera que quiere salir del país en avión se ve atrapada por la niebla y va a parar a casa de un matrimonio de cierta edad que alquila una habitación para sacarse un sobresueldo. La mujer de la casa tiene unas limitaciones porque padece fibromialgia y vive prácticamente encerrada, mientras que el mundo del marido se empequeñece cada vez más”.
“Aparece inesperadamente el hijo, inmerso en una alternativa vital opuesta, buscando el dinero fácil –continúa Barba–. Y aún hay otro personaje que ha ido del éxito al fracaso, de estar a punto de ir a la Luna como cosmonauta, pasa a una bajada imparable, casi un sintecho. La viajera que aterriza en esa casa se plantea si todavía queda una brizna de esperanza para salvar algo”.
Lina Lambert, que forma parte del reparto con Quim Àvila, Jordi Collet, Àurea Márquez y Albert Pérez, es impulsora de este proyecto: “Veo a estos personajes sin pies. Es como si la niebla hubiera entrado en casa y nosotros no vemos sus pies, viven en un limbo, hacen lo que pueden, luchan contra todo, con poca energía y poca esperanza. El deterioro de la casa también simboliza la niebla que tienen en el corazón”.
Sobre la fibromialgia de su personaje, manifiesta: “También es una enfermedad nebulosa, con consideraciones diferentes por parte de los médicos. No hay un diagnóstico fácil y es una enfermedad que está relacionada con las mujeres. Mi personaje también va olvidando cosas, y eso está relacionado con otras enfermedades con este aspecto nebuloso”.
Y Pérez, que es la cuarta obra que interpreta de la autora, confiesa: “ Cunillé no lo pone fácil ni al actor ni al espectador. Como actor tienes que hacer un trabajo muy importante, que ella como autora no te lo explica pero que está pasando y que lo tienes que trabajar. Y eso hace su obra muy interesante. Como espectador, igual, tiene que acabar de hacerse su historia”, concluye.


