Delante de casa de Natalia pasa algo raro. Un hombre sin techo dejó su carrito allí olvidado. Del carromato se desprenden unas malas energías que traen de cabeza a algunos de los vecinos del barrio. Pero a Natalia le traen sin cuidado, porque tiene sus propias preocupaciones.
La joven se enamoró de Diego. Las cosas le iban bien, pero de repente ha aparecido Silvia, una chica algo mayor que se las da de haber vivido mucho y por la que Diego parece beber los vientos. Por si fuera poco, Rita, la abuela de Natalia, ha acogido en casa a un niño, Quechu. Es el hijo de una vecina que está enferma. Natalia se encariña con el pequeño, aunque sabe que tarde o temprano tendrá que dejarle marchar.
“En la película hay una magia que encarnan una suerte de brujas domésticas y de barrio”
Así arranca La virgen de la tosquera , una inquietante película dirigida por Laura Casabé, que pasó por el festival de Sundance, que esta basada en varios relatos de la escritora Mariana Enríquez y que ayer se proyectó en la segunda jornada del festival de Sitges.
Casabé se sienta a hablar con La Vanguardia en los jardines del hotel Melià de Sitges y la primera pregunta es obligada: ¿qué es una tosquera? “Es un agujero donde se saca la tosca, un material que se usa para hacer cemento. Como se va tan abajo para extraer la tierra, sale el agua de las napas. Y se crea una especie de laguito. El agua es muy cristalina, pero las tosqueras, que se conocen como las piscinas de los pobres, son bastante peligrosas”.
Silvia lleva a Diego a Natalia y a otras dos amigas del grupo, Josefina y Mariela, a una tosquera que conoce. Por el lugar sobrevuela una leyenda: unos niños murieron atacados por perros muy peligrosos y sus almas todavía atraen a los incautos a lo más profundo de las aguas.
En paralelo, Natalia le pide a su abuela Rita que haga un hechizo contra “alguien que me ha robado algo que era mío”. A Casabé le interesaba ese elemento fantástico, “esa magia propia latinoamericana, que Enríquez captura tan bien, que es el sincretismo que se da entre nuestra tradición católica europea mezclada con una tradición propia del territorio que tiene que ver con magia más vinculada con las culturas originarias, vinculada con el paganismo”.
“Una magia que encarnan una suerte de brujas domésticas y de barrio. Yo misma tenía una tía que era vidente”, añade la realizadora argentina. Lo mundano y lo mágico discurren por La virgen de la tosquera cuyo telón de fondo transita por una de las incontables crisis económicas que ha sufrido Argentina, la de 2001.
Para Casabé, “lo importante no era hablar de por qué nos sucede esto como país, sino de lo que nos genera nosotros, a los argentinos, como individuos en el día a día, en el cotidiano. Y es esta sensación de mucho desamparo y mucha vulnerabilidad por el miedo a perderlo todo”.
“La crisis de 2001 fue extrema, fue literalmente perder tu casa, perder tus ahorros. Es una forma de violencia muy particular. Al abordar el cuento de Enríquez sobre el carrito, lo sentí como una alegoría, una suerte de metáfora sobre el 2001, y luego, charlando con Mariana me dijo que ella al escribir se había referido a la crisis de 1989”.
Una serie de crisis cíclicas, una pesadilla de la que Argentina no acaba nunca de despertar: “Lamentablemente, hoy estamos nuevamente en una situación de crisis muy profunda.hay una gran descomposición social en mi país”, concluye la cineasta.




