Daniela Martín Heras, ser una misma en el flamenco

Futurísimos

Con dieciséis años, ha obtenido el premio Ciutat Batalla en su primera edición

Daniela Martín Heras, ser una misma en el flamenco

Daniela Martín Heras, ser una misma en el flamenco

TOMAS GONZALEZ CARBO

Cuando se presentó al Ciutat Batalla, estaba tranquila: era de la más jóvenes entre las participantes –“todas increíbles”–, y no esperaba pasar ni la primera fase. El concurso pone a prueba la creatividad, la ejecución y capacidad de improvisar de intérpretes de flamenco y danza española. Y al ver el video de la convocatoria este verano, ella pensó: “A ver, Daniela, vas a empezar segundo de bachillerato y, además de las horas de clase, te tocará hacer el trabajo de investigación, ¿tendrás tiempo para todo?”.

Pero Daniela Martín Heras sabe encontrar tiempo para dedicarlo a lo que más le gusta. Empezó a bailar con dos años, su madre la apuntó a una escuela de Sant Andreu de la Barca. Viven en Corbera de Llobregat. Sus abuelos paternos son del pueblo sevillano La Lantejuela y los maternos, de Fuenteovejuna, en Córdoba. Quizá por eso siente que el flamenco tiene algo especial. Con cinco años, entró en la Peña Sevillista La Giralda. Es una escuela de la que han salido grandes referentes, “bailarinas a las que admiro muchísimo”, como Irene Tena, Nuria Tena o Andrea Antón. Pero el primer faro fue su prima Sofía Lasheras. En cuarto de primaria asistió a sus muestras de final de curso en el conservatorio. Y lo tuvo claro: también quería entrar.

Dos veces por semana, al salir del colegio, aprendía clásico y contemporáneo en la escuela Dansarah's de Pallejà, otros días iba a la Peña, además se apuntó a extraescolares de inglés. Y los viernes, a la Hermínia Espejo, en Barcelona, porque nunca había hecho danza española y la formación en el Conservatori Professional de Dansa Institut del Teatre “es bastante equivalente a la de un deportista de élite”, explica. Para las pruebas de acceso hay que pasar una revisión, hacer clásica, estilizada, escuela bolera, y ella nunca había cogido unas castañuelas.

Un complemento esencial.“Los zapatos son un elemento fundamental para el flamenco, son nuestro elemento de percusión”, explica esta joven

Un complemento esencial.“Los zapatos son un elemento fundamental para el flamenco, son nuestro elemento de percusión”, explica esta joven

TOMAS GONZALEZ CARBO / Shooting

El último curso de preparación fue online por culpa de la pandemia: retiraba los sofás del comedor para tener espacio. Durante el desconfinamiento, hacía las clases en el garaje de su profesora con una silla plegable y un altavoz, ambas con la mascarilla puesta. El día de las pruebas, el suelo del conservatorio estaba marcado y los aspirantes no podían acercarse unos a otros. Eran diez, y entraron siete. Es un centro integrado donde ella pasa doce horas al día. Por las mañanas cursa bachillerato artístico. Tienen una hora y media para comer, peinarse, cambiarse de ropa, descansar o reforzar algún aspecto en el servicio de fisioterapia y ámbito de salud. Por las tardes, las clases de danza acaban a las ocho, y luego empieza un taller libre de piezas coreografiadas. Su madre pasa a recogerla en coche después del trabajo. Los sábados va al Espacio flamenco La Capitana, en l’Hospitalet de Llobregat, con José Manuel Álvarez.

Bailar es una manera de expresar eso que no siempre puede explicar con palabras, sentimientos que no sabe reconocer. “Es una vía de escape, permite desconectar y entrar en un mundo en el que ser tú y dejarte llevar”, dice. Ha bailado de todo, le encanta el hip hop: “Aunque no tenga que ver con su estilo principal, cuanto más aprende un bailarín, más se nutre y más completo es”. En el Ciutat Batalla, fluyó, disfrutó, y al pasar a la final, no se lo creía. Mucho menos imaginaba ganar el galardón que lleva el nombre del concurso, celebrado el mes pasado en el Ateneu Popular 9 Barris y en el que su prima obtuvo el premio del público.

Este año, Daniela Martín acaba el conservatorio y dice que Barcelona no es fácil para los bailarines, especialmente de danza española; faltan oportunidades para consolidar una carrera. Su idea inicial es ir a Madrid, estudiar el superior y entrar en alguna compañía. Seguramente vivirá en casa de familiares una temporada y buscará la manera de poder vivir de esto. Echa en falta un reconocimiento por la danza, “cuando el número de artistas que han salido de aquí es impresionante, y en otros sitios las compañías son muy importantes”. Añade: “Tanto Catalunya como España tienen una cantidad de cultura increíble que no aprovechamos, y me parece raro que haya tantísimos bailes regionales –folclore gallego, sardanas, jotas...– y tantísimo bagaje del que apenas se hable”. Pronto cumplirá diecisiete años, y dentro de veinte espera estar dedicándose profesionalmente a la danza y quién sabe si a crear su propio proyecto: “De momento estoy absorbiéndolo todo para poder decidir”.

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