Mercè Ibarz: “A Barcelona se lo debo todo, es mi madre”

Barcelona, literaria y calidoscópica

En ‘Una chica en la ciudad’, Mercè Ibarz narra su llegada en los años setenta

Barcelona, literaria y calidoscópica

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Entrevista a la escritora Mercè Ibarz.

La escritora Mercè Ibarz, en la plaza Sant Felip Neri

Mané Espinosa

Hacía años que Mercè Ibarz ( Zaidín, 1954) pensaba en hacer un libro sobre sus años jóvenes e incluso tenía el título, pero no fue hasta que murió su marido, hace tres años, que se puso a escribir Una chica en la ciudad (Anagrama, también en catalán, se presentará en la FIL de Guadalajara el 2 de diciembre).

“Yo siempre amaré Barcelona, considero que es mi madre porque se lo debo todo, aquí me he formado, he encontrado las amistades, el oficio, la escritura y el amor, porque también conocí a Lluís”, explica la escritora, que en el libro se introduce en su llegada a la capital catalana desde el pueblo en 1971, y en cómo se arraiga, pasando por pisos de estudiantes, la universidad y el primer trabajo: “Quería escribir sobre cómo se llega a la ciudad desde un pueblo del traspaís, porque está poco escrito, no son migraciones dolorosas de entrada, tienen características diferentes de la emigración económica. Creo que no se ha escrito porque sería como recordar cuándo no éramos modernos, con aquella austeridad que no era pobreza”, explica. Y reivindica, ahora que hace 50 años de la muerte de Franco, que se hable de dictadura en vez de posguerra, recordando tanto los últimos asesinatos del franquismo como las grandes protestas obreras y la represión.

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La escritora Mercè Ibarz, en la plaza Sant Felip Neri

Mané Espinosa

Aunque el libro nazca a partir de la muerte de su marido –Lluís Pau, durante muchos años documentalista musical en Catalunya Ràdio–,“no es un libro de duelo”. Sí que es un libro de amor, a su marido, pero también al cine y a las amistades –los personajes, con dos excepciones, están solo citados con una letra, lo que de algún modo los universaliza–, y en una ciudad que recuerda muy oscura, aunque quizá la gente, especialmente las mujeres, no se sentía tan insegura como ahora.

Insiste en que no es tampoco un ejercicio de nostalgia: “No sabría decir si me gustaba más antes o ahora; las ciudades, ya lo dijo Baudelaire, cambian más deprisa que el corazón humano. Durante los años del cambio urbanístico pensaba que quizá estábamos haciendo un lavado de cara que dejaba bajo la estera muchas cosas, pero ahora lo que siento más es que deja fuera muchas cosas, y no es solo la vivienda, sino también el trabajo y la manera de vivir. Además, muchos barceloneses no conocen su ciudad excepto Ciutat Vella, el Eixample o el Park Güell, en general, pero tenemos que saber quiénes son nuestros vecinos. Lo que le falta a Barcelona en estos momentos es ser más igualitaria”.

Los escenarios de los que habla en el libro son sobre todo los humanos y los de Ciutat Vella, mientras que, en cambio, los del barrio donde vive, en el Guinardó, salen más bien en fotografías que define como “interludios poéticos” y que también estructuran el libro, una Barcelona al mismo tiempo íntima y compartida, cuando menos, por los lectores.

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