El proyecto de un nuevo Museo Guggenheim en la reserva de la biosfera de Urdaibai (Bizkaia) está a punto de encallar. El Patronato del museo debe tomar en las próximas semanas la decisión de seguir adelante con el proyecto o de aparcarlo de manera definitiva, y todas las fuentes consultadas apuntan a que la decisión será esta última. Las trabas administrativas, la contestación social, el coste político que puede suponer y el riesgo reputacional para el universo Guggenheim inclinan la balanza del lado de la renuncia al proyecto.
La necesidad de un pronto pronunciamiento alrededor de este proyecto viene de un emplazamiento previo. En enero de 2024, el anterior lehendakari, Iñigo Urkullu, y la actual diputada general de Bizkaia, Elixabete Etxanobe, anunciaron “un periodo de reflexión de dos años” a fin de analizar la viabilidad del proyecto. La idea de construir un museo en la reserva de Urdaibai, zona protegida en el estuario de Mundaka, nunca había convencido a Urkullu, pero el proyecto había sido rescatado con decisión por la Diputación de Bizkaia, después de un intento previo en torno a 2008.
La oposición al proyecto, las trabas legales o el riesgo reputacional complican la operación
Pese al anunciado stand-by, la Diputación de Bizkaia siguió dando pasos para seguir adelante con el proyecto. Y el actual lehendakari, Imanol Pradales, se mostró partidario de impulsarlo ya en la campaña electoral que precedió a su elección. ¿Qué ha ocurrido para que dos años después el proyecto se tambalee? Uno de los factores clave tiene que ver con el complicado encaje del proyecto en un entorno protegido, como es una reserva de la Biosfera.
El proyecto exige un sinfín de cambios urbanísticos y administrativos para seguir adelante con el planteamiento de dos sedes, en Gernika y Murueta, unidas por una vía verde de seis kilómetros. Por citar un ejemplo, a fin de facilitar el proyecto, el Ministerio de Transición Ecológica aprobó la reducción de la zona de protección de la Ley de costas, pasando de 100 a 20 metros en Murueta, donde se encuentra un astillero aún en funcionamiento. Pues bien, Greenpeace y otras plataformas que se oponen al proyecto han recurrido este cambio y tienen muchas opciones de ganar el pulso. De ser así, la operación sería inviable, de manera que resultaría sumamente imprudente dar pasos para su construcción sin tener un horizonte de certidumbre.
Lo mismo ocurre con otros aspectos legales y administrativos vinculados con el encaje del proyecto, que exige indemnizar al astillero, descontaminar los suelos, cambiar usos urbanísticos y, en general, una larga lista de trámites que, según fuentes conocedoras del expediente, se podrían dilatar más de una década.
La Fundación Guggenheim ha percibido un riesgo reputacional en torno a una cuestión sensible como la medioambiental
“A la hora de aterrizar el proyecto se han dado cuenta de lo que suponían todos los trámites legales y administrativos. Y han visto que no lo íbamos a dejar pasar. Ha habido una gran irresponsabilidad”, indica Eider Gotxi, de Guggenheim Urdaibai Stop. Esta plataforma ha sido la punta de lanza de la oposición al proyecto y ha conseguido movilizar a miles de personas de diferentes sensibilidades.
Esta oposición llevó a las instituciones a impulsar un proceso de escucha no vinculante en el que, de nuevo, se han topado con muchísimas voces en contra de la operación. En un contexto de máxima rivalidad política en el País Vasco, el PNV ve que el coste político de la operación es elevado, y el proyecto ha ido perdiendo el aliento político con el que nació.
Finalmente, la Fundación Guggenheim ha percibido un riesgo reputacional alto en torno a una cuestión tan sensible como la medioambiental. La ampliación del Guggenheim de Bilbao, emblema de la Fundación y motor de la transformación de la ciudad, sigue apareciendo como prioritaria en todos los análisis que se hacen sobre el futuro del museo, aunque todo apunta a que deberá llevarse a cabo fuera de la reserva.

