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Ai! La misèria ens farà feliços
Autoría y dirección: Gabriel Calderón
Intérpretes: Pere Arquillué, Daniela Brown, Joan Carreras y Laura Conejero
Lugar y fecha: Teatre Lliure de Gràcia ( 4/XII/2025)
La primera media de la nueva obra de Gabriel Calderón, Ai! La misèria ens farà feliços , es uno de los inicios más asombroso que he visto en un teatro. Treinta minutos en los que el autor y director consigue que veamos a tres intérpretes de primer nivel (Pere Arquillué, Joan Carreras y Laura Conejero) fuera de registro y nos coloca, como espectadores, en un lugar nuevo. Los dos actores y la actriz ocupan cinco metros cuadrados, elevados, en una especie de camerino de tercera división. Están el uno encima del otro, hablan de la nada, pero no se dejan nada. Sabemos que son actores y descansan, pero llevan un vestuario como de operario y se comportan de manera extravagante.
¿Quiénes son? ¿Qué hacen?, nos preguntamos. Cuando cae el cuarto personaje, Daniela ( Daniela Brown), la cosa se complica. Viste de negro, no sabemos de dónde sale, aunque ya nos ha hecho un prólogo intenso en el que nos ha hablado de Shakespeare, Chéjov y Molière. Entonces, empezamos a intuir que, entre verso de La vida es sueño y verso inventado por el dramaturgo uruguayo, entre la distopía y la realidad, los cuatro no son nada más que Clov, Hamm, Nagg y Nell, los cuatro personajes del Fin de partida de Beckett colocados en un futuro (quizá) no muy lejano.
Todo lo que dirán no vale nada y vale mucho, exactamente como el teatro en sí mismo, un artificio creado por los humanos como mímesis de la vida, cuando hay vida que explicar
Y eso significa que todo lo que dirán no vale nada y vale mucho, exactamente como el teatro en sí mismo, un artificio creado por los humanos como mímesis de la vida, cuando hay vida que explicar. En el mundo creado por Calderón, Joan, Laura y Pere son los últimos humanos que trabajan en un teatro, cuando ya todo ha sido ocupado por las inteligencias artificiales. De hecho, son los encargados del mantenimiento, exactores que conocen bien el Siglo de Oro. Daniela quiere formar parte del grupo y les hará repetir una y otra vez escenas de La vida es sueño .
Con Història d’un senglar, Calderón hizo que Carreras desmontara, solo, el Ricardo III de Shakespeare, en una función magnífica. Aquí se ha acercado al teatro canónico de Calderón de la Barca con cuatro personajes que parecen surgidos de una obra de Beckett, quien, en Fin de partida , también hizo pasar a Hamlet por su trituradora existencial. La acción es mínima y todo está atravesado por la palabra. Los personajes entran y salen, se enfadan, discuten y ríen. ¿De qué? Solo lo saben ellos. Hablan de teatro. O de la vida.
Y tenemos cuatro actores y actrices que nos dejan boquiabiertos. De entrada, por su profundidad cómica. Y finalmente por su disposición a acompañarnos en esta montaña rusa emocional y metateatral que Calderón nos propone gracias, muy especialmente, al trabajo que ha llevado a cabo su traductor al catalán, Joan Sellent. Nadie diría que ha visto una traducción, sino una creación nueva y genuina.

