Hace veinte años, quienes se deleitaban con la magia cercana de Antonio Díaz en el ambiente íntimo del Teatreneu de Gràcia ya sospechaban que ese joven seguro de sí mismo alcanzaría el éxito. Solo era cuestión de que las cartas de sus barajas, que manipulaba con gran velocidad, se dispusieran favorablemente para que se materializara la predicción, no un prodigio (el triunfo de los artistas que pulen su habilidad con prácticas arduas y una larga preparación no tiene nada de milagroso).
Díaz, ahora conocido como Mago Pop, reveló ayer en su teatro Victòria el que será el truco más desafiante de su carrera: culminar la asombrosa trayectoria que comenzó en sus inicios como ilusionista, llevando su arte a los estadios de fútbol, desde el Bernabéu de las estrellas hasta el Camp Nou de los talentos. El objetivo, que emprenderá a partir del 2027, es considerable. Por un lado, los grandes escenarios demandan una considerable inversión en recursos técnicos, y es conocido que la tecnología no siempre favorece a la magia; un uso excesivo de la misma puede mermar su atractivo. ¿Acepta de esta manera Díaz el reto más inverosímil de su existencia?
El mago Antonio Díaz da un gran paso hacia los estadios con su espectáculo.
El Mago Pop, con la oscarizada Helen Hunt en el Teatre Victòria
No obstante, su fundamento es firme. Existían pormenores en sus primeras actuaciones que ya presagiaban al ilusionista de renombre, del mismo modo que, en sus actuales y ostentosas presentaciones, aún se percibe al joven que cautivaba a los niños de mesa en mesa con sus rutinas a medida.
Aquellos que tuvieron la fortuna de presenciar su actuación en el teatro de Gràcia rememorarán que Díaz ya empleaba en aquel entonces un uso sofisticado de las proyecciones de vídeo, en las que aparecía un colega ataviado como el sota de bastos escapando de la baraja por las vías del barrio. Desde aquel momento, al Mago Pop le surgían cartas por doquier, un efecto que ha experimentado una continua mejora a lo largo de su trayectoria. Por consiguiente, de aquella habilidad manual derivan ahora estos espectáculos grandiosos.
De la misma manera que Díaz ha logrado prosperar sin sacrificar su destreza mágica en persona, también ha comprendido que es posible disfrutar del reconocimiento global sin abandonar la urbe que lo vio formarse y lo impulsó en su desarrollo artístico. Su renovado compromiso de posicionar a Barcelona como el epicentro mundial de la magia es un acontecimiento muy positivo para una metrópoli que con frecuencia ignora su propio encanto.
