En 1976, en muchas -quizá en casi todas- las escuelas primarias de Italia circulaba un rumor incontrolable: Sandokán vendrá a visitarnos. El pirata héroe nunca apareció. Cincuenta años después, nadie sabe explicar cómo se difundió aquella fake news ante litteram: los centros eran decenas de miles y era altamente improbable que el reparto del serial de la RAI pudiera visitarlos todos; tal vez no fue a ninguno.
Se esperaba a Kabir Bedi, el mítico actor indio, nacido en Lahore -hoy ciudad de Pakistán-; a Philippe Leroy, que hacía el papel de Yáñez, y a Carole André, la Perla de Labuán.
Los puristas se enfadan: “Los personajes deberían ser malvados; aquí todos tienen buenos sentimientos”
Kabir Bedi, ataviado como Sandokán
Y, sin embargo, aquella leyenda urbana dice mucho de hasta qué punto, en el imaginario de casi todos los italianos -con pocas excepciones-, el héroe del escritor veronés Emilio Salgari se había instalado en la cultura popular; además, en un formato que ya entonces los puristas salgarianos consideraban muy infiel. Sin necesidad de demasiada sociología, lo prueban los números: la serie de la televisión pública italiana, dirigida por Sergio Sollima, fue vista por 27 millones de personas, prácticamente la mitad del país (que entonces contaba con menos de 57 millones de habitantes), en una época en la que los canales de televisión eran solo dos.
Esa mezcla de aventura, sentimientos anticoloniales, amistad y rebeldía funcionó también más allá de los Alpes. Televisión Española lo entendió y compró los derechos, difundiendo ese éxito planetario también en la España recién salida del franquismo. Aquellos actores entraron en la rara categoría de la inmortalidad.
Portada de 'Sandokán', de Emilio Salgari
Pero Sandokán no fue solo un fenómeno italiano o español. La serie circuló por gran parte de Europa y América Latina. En países con una fuerte memoria del colonialismo o en plena transición política, el pirata creado por Salgari fue leído como un héroe romántico y rebelde, capaz de cruzar fronteras lingüísticas y culturales sin perder fuerza.
Medio siglo después, la RAI lo ha intentado de nuevo, emitiendo en estos días una nueva versión de Sandokán, en ocho capítulos. La serie, producida por Lux Vide y que pronto estará disponible en la plataforma Disney+, ha tenido un gran éxito de público (más de cuatro millones de espectadores de media), hasta el punto de prometer una segunda temporada, en la que habrá también un cameo de Kabir Bedi.
Esta vez, quien aborda los navíos y lidera la revuelta contra los ingleses en el Borneo del siglo XIX es Can Yamal, actor turco, con la fisicidad de su predecesor, pero sin aquella mirada torva y seductora (“es completamente inexpresivo, pese a su belleza de Instagram”, ha escrito el Corriere della Sera).
La intención de los autores era presentar personajes más introspectivos, y ahí nace el equívoco: “Sandokán era malo y vengativo -explica a Guyana Guardian Claudio Gallo, autor de libros sobre Salgari-; aquí son todos buenos chicos. He visto tres episodios y prácticamente no reconocía a los personajes”.
Gallo está ultimando la salida del último número de Il Corsaro Nero, su publicación cuatrimestral, que se presenta como “revista salgariana de literatura popular”, y no elude el asunto: “Lo que más me preocupa es la deriva editorial. Ya cuando se emitió el primer serial hubo una proliferación de publicaciones que tenían muy poco que ver con Salgari. Nosotros luchamos por recuperar su escritura auténtica, no la políticamente correcta que circula hoy y contra la que también ha arremetido Arturo Pérez-Reverte”.
Los italianos, sin embargo, no siempre siguen a los puristas. De hecho, durante décadas ni siquiera sabían pronunciar bien el apellido del venerado escritor (que nunca estuvo en Asia): “Sálgari”, en lugar de “Salgári”. “Lo han saqueado desde que murió”. Con millones de telespectadores como cómplices.
