El gabinete de curiosidades londinense de sir John Soane

Coleccionismo

Viajar a Londres puede ser en una oportunidad para descubrimientos insólitos, como el museo de sir John Soane, arquitecto y gran coleccionista, creador de un magnífico gabinete de curiosidades

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Busto en mármol de sir John Soane en el museo que lleva su nombre 

Foto: Mihail Moldoveanu

De las colecciones privadas de arte que han sobrevivido al paso de los siglos, una de las más curiosas y más bellas es la que se puede visitar en el Sir John Soane’s Museum, en Londres. Aunque se trata de una proeza del siglo XIX, su espíritu es más bien próximo a los primeros gabinetes de curiosidades                    –studiolo, wunderkammer, chamber of wonders– que florecieron en Europa después del Renacimiento. Extravagante, repleta, a menudo anómala, sumamente brillante.

El carácter tan singular de la colección y del lugar se debe enteramente a la compleja personalidad de John Soane. Gran arquitecto, educador apasionado, amante de la literatura y de las artes, muy ambicioso, vanidoso, esnob, erudito, irritable, generoso, rencoroso, cada uno de estos rasgos a veces contradictorios se reflejan en su museo.

Su reputación como arquitecto empezó a consolidarse debido a su extenso trabajo en el Banco de Inglaterra, de Londres, que remodeló y amplió por más de treinta años a partir de 1788. Otras creaciones muy originales como la Dullwich Picture Gallery –primera galería de arte abierta al público de Gran Bretaña, inaugurada en 1817– y su propia casa-museo (1794- 1837) le aposentaron como figura de primer plano de la arquitectura inglesa. “Maestro de la luz misteriosa”, gran defensor de la “poesía del espacio”, Soane es percibido hoy como un precursor de la arquitectura moderna. Su sofisticación en filtrar la luz diurna así como su preocupación de difuminar los límites de los espacios ha inspirado a creadores como Le Corbusier, Alvar Aalto, Louis Kahn, Robert Venturi, Rafael Moneo, Jean Nouvel o Alvaro Siza.

Sir John Soane’s Museum. Foto Mihail Moldoveanu

Bajo la cúpula de la casa-museo, rodeado de múltiples piezas de la colección, se encuentra el busto en mármol de John Soane, obra de Francis Chantrey 

Foto: Mihail Moldoveanu

Hijo de John Soan, un albañil, John Soane nació en 1753 en el condado de Oxford; en su vida adulta evitaba hablar de su infancia y de su tierra natal. Aprovechando su boda añadió una ‘e’ a su apellido. Teniendo la escolaridad subvencionada por su tutor, el joven Soane aprendió matemática y latín; desarrolló también una pasión por leer que iba a acompañarle toda la vida. Desde aquel entonces radica también su pasión por Shakespeare. Por pura casualidad, en 1768 un conocido le presentó a George Dance, un arquitecto emergente de Londres que le contrató como ayudante: un encuentro muy significativo. En 1771 ganó una plaza para estudiar arquitectura en las escuelas de la Royal Academy.

⁄ Es una colección tan singular como extravagante, repleta, a menudo anómala, sumamente brillante

Iba con prisas, como si sus orígenes humildes hicieran que tuviese menos tiempo para conseguir metas que otros obtenían de por sí. En 1776 obtuvo la medalla de oro de la Academia, y como consecuencia se le abrió la posibilidad de beneficiarse de una beca ofrecida por el rey para un viaje de estudios en Italia, el Grand Tour. Soane se quedó fascinado por los nuevos horizontes que se le abrieron allí, y encontró maneras de volver luego y seguir sus exploraciones, estudiando ruinas clásicas y familiarizándose con la cultura italiana. Su vocación de coleccionista empezó a fraguarse en aquel tiempo, en Roma quizá, a partir de cuatro grabados (Vedute di Roma) que Piranesi –ya muy viejo en aquel entonces– le regaló hacia 1780.

Sir John Soane’s Museum. Foto Mihail Moldoveanu

Fachada de los tres edificios donde se encuentra el museo, en los números 12, 13 y 14 de Lincoln Inn’s Fields, en  el céntrico Holborn londinense 

Foto: Mihail Moldoveanu

Al regresar a Londres consiguió un número sorprendente de encargos y se casó con Eliza Smith, heredera de un próspero promotor inmobiliario; en 1800 se instalaron en el Pitzhanger Manor, mansión elegante cerca de Londres restaurada y ampliada por George Dance, obra que Soane no tardó en remodelar a su manera. En 1792 la pareja ya había adquirido        –con parte de la herencia de Eliza– un edificio en el céntrico Holborn londinense, el n° 12 de Lincoln Inn’s Fields, la primera casa de la sucesión de tres que luego compondrán el célebre museo.

Miembro de la Royal Academy desde 1802 y profesor de arquitectura en la escuela de la misma academia a partir de 1806, Soane impartió un número impresionante de conferencias en estas instituciones a lo largo de las décadas siguientes. Tenía relación estrecha con varios artistas destacados de su tiempo, como los pintores Turner, Joshua Reynolds o Thomas Lawrence –que le hizo un célebre retrato– así como el escultor Francis Chantrey, quien le hizo un busto en mármol blanco que acabó presidiendo el espacio central de la futura casa-museo. Fue también miembro de la sociedad de anticuarios y siguió de cerca la actividad de los arqueólogos.

Sir John Soane’s Museum. Foto Mihail Moldoveanu

Detalle de la Breakfast Room 

Foto: Mihail Moldoveanu

Algo de las prisas y la energía que se evidenciaron en sus años de formación caracterizaron luego toda su manera de ser. John Soane tenía la ambición de explicarse a sí mismo y a los demás, y sentía que para conseguirlo necesitaba presentar ejemplos de su propia obra y de la de otros artistas, así como ejemplos significativos de la cultura universal, presentar también sus gustos, los libros para él imprescindibles, su fascinación por mundos remotos…

⁄ Su vocación de coleccionista empezó a fraguarse con unos grabados que Piranesi le regaló hacia 1780

Para hacer realidad su aspiración, Soane acabó comprando, derribando y reconstruyendo tres casas en Lincoln Inn’s Fields: al n°12 se añadió el n° 13 y luego el n° 14, las tres conectadas entre sí. Las obras –con sus varias etapas– empezaron en 1792 y se acabaron en 1824. La fachada tiene una parte que sobresale, coronada por unas cariátides –un guiño a las esculturas de soldados griegos que decoran un edificio enfrente, obra de George Dance, con quien Soane se había peleado brevemente por unos asuntos de competencia–.

Sir John Soane’s Museum. Foto Mihail Moldoveanu

Gabinete de Pinturas, con su sistema de paneles móviles 

Foto: Mihail Moldoveanu

Darse a conocer fue una noción que Soane absorbió rápido en el medio muy competitivo de la Royal Academy: cuando en 1802 compró en una subasta The Rake’s Progress El progreso del libertino, famoso grupo de ocho pinturas de William Hogarth de 1735– organizó a continuación una dinner-party de presentación para un selecto grupo de académicos. Dos decenios más tarde, en 1825, invitó a la elite de Londres a una party de tres días celebrando la instalación en el sótano del n° 13 del enorme sarcófago de un faraón egipcio, Seti I, que Soane acababa de comprar por un precio extravagante. Entre los invitados estaba el primer ministro, aristócratas de primer plano, sus amigos Turner y Thomas Lawrence, varios otros artistas y muchos dignatarios extranjeros.

Por muchos años, Soane mantuvo la morbosa premonición de que su residencia se convertiría en ruinas: su extensa colección, el hogar de su familia, su despacho de arquitecto, sus libros, sus dibujos… Ya antes de mudarse al flamante n°13, en 1812, escribió una pequeña narración que habla de la perplejidad de un erudito visitante del futuro delante de las aterradoras ruinas del n°13: “Mucha mampostería del siglo XIX hecha polvo, algún fragmento de escultura antigua, nada coherente”, dando pie a varias hipótesis –igual habrá sido un convento, o un templo, o el palacio de un adivino…–.

Sir John Soane’s Museum. Foto Mihail Moldoveanu

Drawing Office 

Foto: Mihail Moldoveanu

Las ruinas le fascinaban. Su casa estaba llena de fragmentos de arquitectura antigua y medieval, de maquetas de corcho de ruinas célebres de Pompeya o de Roma, presentadas al lado de los grabados de ruinas de Piranesi, que fueron el inicio de su colección. Lo incompleto de las ruinas estimula la imaginación –un leitmotiv romántico–, y al mismo tiempo, invita a pensar sobre el carácter temporal de la empresa humana. Soane le añade también un sentido de fatalidad, como se puede apreciar en una gran acuarela que encargó a Joseph Gandy –un discípulo suyo– en 1830: “Una perspectiva en vista de pájaro del Banco de Inglaterra”, su obra más conocida, presentada como ruina, sin techo, las columnas sin capiteles y los arcos rotos. Exponerla en aquel momento fue un insólito acto de autodramatización por parte del arquitecto más prestigioso del país, recién nombrado caballero, un Sir. Como en la visión de Próspero, en La tempestad de su admirado Shakespeare, temía que todo lo que había logrado acabaría siendo percibido como insignificante, inconsistente.

⁄ Soane, amante de la literatura y de las artes, era ambicioso, vanidoso, esnob, erudito, irritable, generoso...

Shakespeare fue una influencia importante para Soane, lo citaba a menudo y lo consideraba un maestro de moral. Adquirió los muy valiosos primeros cuatro folios del Bardo y le dedicó un espacio en su casa-museo, el Shakespeare Recess presidido por un busto del poeta. El rey Lear era su tragedia favorita: como Lear, había perdido a la persona que más quería (Eliza había muerto en 1815) y como Lear había sido traicionado por sus hijos, que no quisieron seguir su camino.

Sir John Soane’s Museum. Foto Mihail Moldoveanu

Detalle de la Biblioteca 

Foto: Mihail Moldoveanu

Con uno de ellos, George, tuvo un grave y duradero conflicto        –siempre rechazó pagar sus deudas de juego–, enfrentamiento que le determinó a buscar una protección muy especial para su colección. Después de una larga campaña, en 1833 lo consiguió: la Sir John Soane’s Museum Act, una ley del Parlamento que entró en vigor a partir de 1837, cuando Soane murió. La ley requiere que el n° 13 se mantenga lo más fiel posible al estado que tenía en el tiempo del deceso de sir Soane, meta que ha sido alcanzada de forma asombrosa.

En sus conferencias de la Royal Academy, Soane reflexionaba a menudo sobre el aspecto “espectacular” de su arte. Estaba fascinado por la capacidad de la arquitectura de afectar la mente y el espíritu, y hablaba mucho del “poderío” de la luz –o de su ausencia– en la percepción. La luz del n°13 fue minuciosamente coreografiada, con la idea de crear una sucesión de espacios distintos entre sí, alternando oscuro con luminoso, claustrofóbico con muy abierto. La columnata sombría y misteriosa de la planta baja se abre sorprendentemente hacia la cúpula con su generosa iluminación cenital, en donde Soane ubicó sus piezas más importantes. El Salón del Monje en el sótano está parcialmente en sombra, recibiendo a través de un tragaluz una delicada iluminación amarillenta que resalta la materialidad de los manuscritos y reliquias que Soane dispuso allí.

Sir John Soane’s Museum. Foto Mihail Moldoveanu

Morning Room 

Foto: Mihail Moldoveanu

Ciertas particularidades de sus refinados espacios interiores son el reflejo del interés por lo “indefinido” de los jardines ingleses: una aspiración a no delimitar visualmente los espacios, dejando así más libertad a la imaginación. En la Biblioteca y en la Breakfast Room de al lado hay pequeños espejos convexos dispuestos en los extremos del techo que muestran imágenes deformadas del suelo, y espejos dispuestos hábilmente entre los estantes: es un trompe l’oeil en tres dimensiones, bajo varias fuentes de luz diurna amarillenta. Espacios misteriosos, muy poéticos.

⁄ Creado en el siglo XIX, su espíritu es más próximo a los gabinetes que florecieron después del Renacimiento

En su casa-museo las sorpresas son a la vez visuales y narrativas. El Salón del Monje hace referencia a un ermitaño que Soane inventó, el Padre Giovanni; diseñó un apartamento medieval en el sótano para este alter ego ocasional, y le proporcionó una compleja biografía. En el Gabinete de Pinturas hay un ingenioso sistema de presentar varias obras sobre paneles móviles, como puertas de un gran armario. El Salón de las Maquetas da pie a unas asociaciones visuales insólitas de obras famosas. En el Despacho de Dibujo –el Drawing Office, donde venían también sus alumnos– hay una maqueta grande del Partenón colgada bocabajo en medio del techo, “para estimular la imaginación”.

Sir John Soane’s Museum. Foto Mihail Moldoveanu

Salón de las Maquetas 

Foto: Mihail Moldoveanu

La colección es magnífica. El sarcófago del faraón Seti I es la más valiosa pieza, pero la Antigüedad y la Edad Media están presentes en muchas formas: bustos griegos y romanos, muchos fragmentos de escultura y de decoración arquitectural o piezas de vidrio romano, piezas de Westminster, cerámica chinesca y peruviana, mobiliario de India… Entre las esculturas hay el retrato del mismo Soane –un busto de mármol, obra de Francis Chantrey, expuesto bajo la Cúpula– y muchos moldes de yeso de célebres obras antiguas. Entre sus pinturas hay obras de Canaletto, Piranesi, Hogarth, Fuseli, Hamilton, Reynolds o de su amigo Turner. De gran interés son también sus maquetas de arquitectura y sus dibujos de arquitectura –más de 30.000– así como una biblioteca extensa incluyendo catálogos de dibujos originales de Giorgio Vasari o de Carlo Fontana.

Soane decía que su casa-museo es una suma de reflexiones sobre la poesía de la arquitectura y una manera de conocerse mejor a sí mismo. Su capacidad de metamorfosearse en sus múltiples identidades conservando su genuino hilo conductor es admirable.

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