Un infantil Francisco I de Medici sostiene una carta entre las manos. Bronzino lo pintó reflexivo, serio, elegante, absorto en sus pensamientos a pesar de su corta edad. El futuro gran duque de la Toscana poco se imaginaba en aquel entonces que su padre, Cosme I, mandaría construir para su importante boda con Juana de Austria, la hija pequeña del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, uno de los atractivos arquitectónicos más discretos y fascinantes de Florencia, el corredor vasariano.
Francesco de Médici pintado por Bronzino
Cerrado al público en el 2016 por problemas de seguridad, su reapertura se ha convertido en el último gran reclamo de una ciudad que respira arte. El recorrido visitable parte de las entrañas de la Galería de los Uffizi. Y, casualidades del destino, el acceso se encuentra justo al lado del retrato de ese niño Francisco que, sin proponérselo, parece dar la bienvenida al visitante.
“Que haya permanecido cerrado todo este tiempo se ha vivido como una vejación para los florentinos, porque es un lugar simbólico, mítico”, valora Simone Verde, el director de los Uffizi que inauguró el pasado diciembre el corredor tras unas largas obras de adecuación y restauración de ocho años. Valoradas en unos diez millones de euros, los trabajos se iniciaron durante el mandato del anterior responsable de la institución museística, Eike Schmidt.
Casi un año después de la reapertura, más de 150.000 personas han podido recorrer gran parte del túnel aéreo, de cerca de un kilómetro, que une el Palazzo Vecchio con el Palazzo Pitti cruzando el río Arno por encima del Ponte Vecchio. Toda una proeza arquitectónica que Giorgio Vasari, considerado el primer historiador del arte gracias a la célebre obra Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos, ejecutó en 1565 en un tiempo récord: tan solo cinco meses. Ese fue el escueto tiempo que el todopoderoso Cosme I dio a su artista y arquitecto de cabecera. “Hoy en día, con las actuales normas laborales, sería imposible construirlo en tan poco tiempo”, reflexiona Simona Pasquinucci, responsable de la división curatorial de la Galería de los Uffizi. “Fue prácticamente un milagro”, remarca.
Imagen antigua del corredor vasariano del Regio Archivio Fotografico delle Gallerie degli Uffizi i
Vasari cumplió con sudor el encargo, que supuso también una “oportunidad para la ciudad”, según relata la responsable de los historiadores de arte del museo. Y no solo para sorprender a los selectos invitados de la boda. “Hacía poco que Florencia había sufrido uno de sus históricos aluviones y la situación económica era difícil, con lo que la construcción permitió dar trabajo a muchas personas necesitadas”, detalla Pasquinucci. El aretino ideó un proyecto que priorizaba el trayecto más corto y que cruzaba interiores de viviendas e incluso la parte superior de una iglesia. Vasari, responsable también de la construcción de los Uffizi, se encontró, no obstante, con un percance: la negativa de la familia Manelli de ceder parte de su torre para que pasara por su interior el camino privado de los Medici.
El tiempo apremiaba y para evitar entrar en largos pleitos, el artista optó por rodear con su corredor la fachada de la torre, la única de las cuatro que sigue en pie en los flancos del Ponte Vecchio. Esta misma torre resultó crucial en la II Guerra Mundial, convertida en sede de los partisanos. Una agonizante Oriana Fallaci, que a sus 14 años fue una destacada miembro de la resistencia, pidió morir aquí, en la torre Manelli, como recuerdo de su primera lucha personal. Los médicos finalmente la convencieron para que ingresara en la clínica Santa Clara, donde la florentina expiró contemplando otro gran símbolo de su ciudad, la cúpula de Brunelleschi.
⁄ Más de 150.000 personas han recorrido el túnel aéreo, de cerca de un kilómetro, durante este primer año
La reapertura del corredor no solo recupera un referente de Florencia, símbolo primero del poder de los Medici, cuyos miembros podían circular por la ciudad desde las alturas y sin problemas de seguridad; sino que también permite redescubrir una de las vistas más privilegiadas de la cuna del Renacimiento desde su mismo ombligo, desde lo alto del Ponte Vecchio. En la época del Risorgimento se desvirtuó el proyecto original con la apertura de unos grandes ventanales junto a las pequeñas ventanas circulares ideadas por Vasari que permitían ver sin ser visto. “El uso de estos ojos redondos enmarcados con la típica piedra serena de Florencia proviene de la arquitectura del Quattrocento, de Brunelleschi. Vasari los utilizó para demostrar que era heredero de los grandes maestros del Renacimiento”, apunta Pasquinucci.
Los Uffizi han recuperado el tramo central del corredor sobre el río Arno como galería de arte, tal y como ya hicieron los Lorena en el siglo XVII y los Saboya en el XIX.
Otro gran cambio se produjo solo treinta años después de su inauguración. El gran duque Fernando I, aborrecido de los olores que subían de las carnicerías que despachaban en el Ponte Vecchio, mandó cerrarlas y ordenó abrir en su lugar las famosas joyerías que todavía dan fama al célebre puente, el único que quedó en pie en Florencia tras la retirada de las tropas nazis. Se dice que el propio Hitler decidió amnistiarlo en el último momento. Los bombardeos, no obstante, dañaron el corredor, que, tras la guerra, encaró su primera gran restauración ejecutada en el siglo XX. También hizo falta intervenir en su estructura cuando Florencia quedó anegada por el gran aluvión de 1966 y tras un atentado mafioso con coche bomba en 1993, que además afectó la Galería de los Uffizi.
El trayecto del corredor vasariano cruza la fachada de esta iglesia, hecho que fue aprovechado por la familia gran ducal para asistir a los oficios religiosos desde el mismo corredor.
La nueva recuperación permite descubrir los entresijos del túnel aéreo, como el desvío obligado que sortea la torre Manelli o el interior de la iglesia de Santa Felicita, donde los grandes duques de la Toscana se hicieron habilitar con el tiempo un palco para asistir a misa desde las alturas y sin pisar la calle. Si la visita ya resulta atractiva por sí sola, los Uffizi han aprovechado este espacio para recuperarlo como sala expositiva. Los Lorena, sucesores de los Medici, fueron los primeros en utilizar las paredes del corredor para exponer obras de arte a principios del siglo XVII. Más tarde, los Saboya lo abrieron al público en 1866 con una colección de retratos de los Medici. Luego, tras la II Guerra Mundial, se expuso la colección de autorretratos de pintores del cardenal Leopoldo de Medici, visitable actualmente en el interior de los Uffizi. Y ahora, con la nueva recuperación del corredor, se ha apostado por otra colección, la de bustos romanos, que observan desde el pasado mes de julio el tramo ubicado sobre el Ponte Vecchio. La intención del museo, según explica Simone Verde, es que los retratos de piedra permanezcan permanentemente en este lugar privilegiado, iluminados por la cálida luz del atardecer sobre el Arno.
Vista aérea del Corredor vasariano
No se trata de una simple colección. Las 50 esculturas expuestas, que dormían ocultas al público en el depósito del museo desde hacía 30 años, dialogan con la colección de los Museos Capitolinos y configuran una muestra del mejor arte escultórico de la época imperial. Destacan, por ejemplo, las efigies de Cicerón, los emperadores Augusto, Antonino Pío o Cómodo, así como las emperatrices Sabina (esposa de Adriano) y Faustina (de Antonino Pío). “Esta exposición permite comprobar la continuidad del modelo antiguo con su renacimiento en la época moderna”, apunta Verde. La recuperación de este patrimonio olvidado es uno de los objetivos de la nueva dirección de los Uffizi, que busca revalorizar las colecciones del museo. En este caso, el conjunto arqueológico de los Medici, posteriormente alimentado por las adquisiciones en el mercado de antigüedades de Luigi Lanzi, historiador y subdirector de este mismo museo durante la segunda mitad del siglo XVIII.
⁄ Los Uffizi han añadido contenido expositivo al corredor, que albergó en el pasado la colección de autorretratos
El niño Francisco I no está solo en el actual acceso al corredor vasariano. Su madre, Leonor de Toledo, retratada también por Bronzino, aparece a su lado en otro espectacular retrato. Es desde sus aposentos del Palazzo Vecchio donde parte en realidad el también llamado il passetto fiorentino . La puerta de entrada se encuentra en la sala verde, donde la esposa española de Cosme I solía recibir a sus secretarios. El corredor sobrevuela después la Via della Ninna hasta llegar a los Uffizi. De momento, este primer tramo seguirá cerrado al público, aunque no se descarta que se amplíe en breve el final del trayecto, actualmente situado en los jardines de Bóboli, junto a la gruta Buontalenti. “Existe un pequeño paso final de unos 20 metros que se tiene que restaurar”, señala Verde. Otro cometido para los Uffizi, que permitirá al visitante finalizar el recorrido en el interior del mismísimo Palazzo Pitti, tal como lo hicieron durante casi tres siglos los grandes duques de la Toscana. /

