Venga, lanzo este experimento. Si a usted le gusta el baloncesto y tiene entre cuarenta y sesenta años, me acompañará.
Ahí va el quinteto de los Lakers de los ochenta: Magic Johnson, Byron Scott, James Worthy, AC Green y Kareem Abdul Jabbar.
Lector, dígame de corrido un quinteto de la NBA actual; se lo ruego, hágalo sin ir a Google
El quinteto de los Celtics: Dennis Johnson, Danny Ainge, Larry Bird, Kevin McHale y Robert Parish.
Los Bad Boys de Detroit en los noventa: Isiah Thomas, Joe Dumars, Dennis Rodman, Rick Mahorn y Bill Laimbeer.
Los invencibles Bulls: Ron Harper, Michael Jordan, Scottie Pippen, otra vez Rodman y Bill Cartwright.
Y así podría seguir con los Blazers de Clyde The Glide Drexler (mi favorito, nadie flotaba como The Glide ), los Knicks de John Starks y Pat Ewing o los Sixers de Charles Barkley.
Y ahora venga, cíteme de corrido algún quinteto actual (no busque en Google, que le veo).
¿Nada? ¿No le sale ningún quinteto actual?
Pues a mí tampoco.
Y no estamos solos en este empeño.
(...)
El asunto preocupa a las mentes pensantes de la NBA, que ya no saben cómo mantener tensos a la afición de siempre, gente desconcertada que ve cómo se desnaturalizan los quintetos, las estrellas saltan de una franquicia a la otra sin ton ni son (Doncic...) y los jugadores de medio pelo se contagian de la desidia: ¿para qué matarte a presionar y defender si la fase regular se alarga hasta los 82 partidos por equipo?

Un partido de la NBA
El público local está empachado (los turistas ocupan el 75% del aforo del Madison Square Garden), la NBA es un show de saltimbanquis que abusan de los mates y los efectismos y los organizadores se devanan los sesos por bajar a tierra a esos saltimbanquis y hacer que la cita del All Star –se celebró el fin de semana pasado– se convierta en un espectáculo competitivo, y no en un aburrido correcalles en el que todos atacan y nadie defiende y se abren anchos pasillos ante el tedio del espectador: un mate en un partido es gracioso; cien mates son un tostón.
¿Qué piensan hacer estos pensadores?
Por ahora, recurren al corazoncito. En el All Star, formaron tres equipos liderados por veteranos (Shaquille O’Neal, Charles Barkley y Kenny Smith) y un cuarto con jugadores no estadounidenses, y diseñaron partidos cortitos, ganaba el primero que llegase a cuarenta puntos.
¿Y cómo funcionó?
Ni por esas. Funcionó mal: las estrellas ya están viciadas, aquí ya no defiende nadie.
La NBA se muere de aburrimiento y solo el bueno de Jaren acude al rescate. ¿Quién es Jaren? Pues es el anónimo que, en un intermedio del All Star, saltó a la pista, anotó desde el logo central de la cancha y se llevó 100.000 dólares, vamos, como en la subasta del Un, dos, tres .