El máximo anotador del Barça era Will Clyburn, con 16 puntos de media. Este jueves apenas lanzó tres veces y no acertó en ninguna de ellas, dejando virgen su estadística. No es que toda la culpa fuera suya, pero el dato sirve para ejemplificar la noche de Halloween que decidió adelantar una semana el conjunto azulgrana para acabar eligiendo susto y muerte al mismo tiempo. Explotó hastiado el Palau contra los suyos después de que el Zalgiris jugueteara con el Barça con un superioridad que rozó lo intolerable.
Ya comenzó la noche torcida, con los lituanos montados en AVE mientras su rival se iba quedando atrás sin bajarse del Cercanías. Un parcial de 0-9 inauguró el duelo. Les salía todo a los de Masiulis, regreso discreto el suyo a su antigua casa –segundo de Jasikevicius en la última época dorada del equipo azulgrana–. Hasta las cosas malas se transformaban en buenas. Como la lesión de Williams-Goss, su indiscutible faro, lastimado tras anotar las dos primeras canastas. Su sustituto, Maodo Lo, martilleó al Barça sin piedad en su lugar (5/5 en triples), firmando 14 puntos ya antes del descanso, y no fueron más porque tuvo que irse al banquillo con tres faltas personales.
No ofrecía solución alguna el banquillo del Barça o, si lo hacía, no eran capaces los jugadores de hacerlas efectivas. Porque la cosa se iba poniendo cada vez más fea y la paciencia del respetable se empezaba a agotar. Un triple de Lo estiraba hasta el 20-38, la primera gran máxima, que no la última. Parra intentó vehiculizar una tímida reacción, buena demostración de personalidad la suya, incluido un triple y tiro adicional para firmar 8 puntos consecutivos, llegando a recortar el Barça hasta el 34-40 antes del descanso. Pero un último minuto de primera parte de nuevo nefasto mandó a los azulgrana a vestuarios contra las cuerdas.
Lejos de reaccionar, el Barça confirmó que había elegido una noche de susto y muerte al mismo tiempo tras el descanso, completado un tercer cuarto de auténtico terror en el que un triple de Sleva situó un sonrojante (48-73) en el marcador, provocando la irrupción de pañuelos blancos en la grada en señal de protesta y silbidos generalizados.
Una laboriosa sesión de maquillaje final, adobada con una pizca de orgullo de Parra y Shengelia, evitó que el duelo acabara de pasar a la historia negra del Palau. Todo quedó en una noche de susto, pero qué susto.
