Una escena ilustra la potencia agonística del cross country.
La vemos este domingo, en Lagoa, en la cuesta excesiva, sobre una superficie sintética, apenas sesenta metros que conducen a los corredores hacia la meta.
Desde abajo, la afrontan el colosal Jimmy Gressier, el fondista del momento, campeón del mundo del 10.000 un par de meses atrás, en Tokio, y el pequeño Thierry Ndikumwenayo, español de apellido impronunciable, el tigre como lo llaman para simplificar, como hacían los béticos con Hadzibegic, que le llamaban Pepe: el tigre se ha metido en la pelea y no piensa rendirse.
Luchan ambos, se retuercen y se desgañitan.
Esprintan pendiente arriba por el oro europeo y las apuestas van con Gressier pero el tigre aprieta los dientes y fuerza una marcha más y ahí vemos la potencia agonística del cross country: a Gressier le falla un apoyo, se desmonta y se derrite y tiene que rendirse. Y así el tigre de apellido impronunciable, nacido en Burundi hace 28 años, español desde hace dos, le entrega a su país de adopción aquello que solo otro español de adopción, Alemayehu Bezabeh, le había dado antes: el título europeo de cross country en la categoría absoluta.
El sorprendente éxito de Ndikumwenayo, eterno actor secundario en los grandes acontecimientos internacionales (bronce en el Europeo de cross del 2024, finalista en Mundiales y Juegos en pista, siempre a la sombra de los más grandes, Gressier incluido), redondea una mañana sensacional para el atletismo español: los rojos abandonan Portugal con ocho podios, tres de ellos son oro, pues el equipo absoluto liderado por el tigre también se impone al resto (Abdessaman Oukhelfen es sexto; Aarón Las Heras, noveno; Ilias Fifa, duodécimo; Said Mechaal, el hermano pequeño de Adel, 47.º; y el obstaculista Dani Arce, 54º).
“Llevaba tres días con gripe pero al llegar aquí, el capitán Arce me dijo: 'Hay que luchar hasta el final por el equipo, y eso he hecho'”, confiesa luego el tigre, y así se sacude el runrún que le ha acompañado durante años, todo el tiempo que lleva compitiendo por España.
Hasta ahora, los sabios le veían encogerse en los grandes acontecimientos.
Cuando le veían competir en los Juegos de París 2024 o en los Mundiales de Tokio de este septiembre, los expertos insistían en que el tigre, activo y vehemente en sus intervenciones en territorio español, se dejaba llevar cuando se medía a los mejores: se reservaba un espacio en el centro del grupo, se limitaba a ver qué hacía el resto, pocas veces tomaba la iniciativa y se quedaba sin recursos en el tramo final, cuando la prueba se afilaba y acababan desbordándole los rivales, tipos más veloces, gente como Jakob Ingebrigtsen, Andreas Almgren, Yomif Kejelcha o el mismo Gressier.
Si le preguntaban entonces, en la zona mixta, el tigre bajaba la cabeza y se limitaba a asentir, tímido por naturaleza, y a contestar en su castellano afrancesado:
-Quizá tenéis razón.
Será que ya entonces estaba afilando las garras, listo para asomarse al fin al gran escaparate internacional, mala suerte para Gressier, que se topa con él en Lagoa y en este momento de espíritu revanchista.
La prueba es más corta de lo habitual, apenas 7.410m, y la distancia convierte una prueba de largo aliento en una prueba de fuego. Las piernas y los pulmones arden desde el primer paso, los atletas son purasangres y a los diez minutos de carrera, a Gressier le vienen las prisas, se pone estupendo.
Toma el mando de la cabeza y se lleva consigo al tigre, y el resto de rivales se convierten en comparsas, ven cómo ambos se marchan, y el mano a mano se prolonga por doce minutos, el tiempo que tardan en alcanzar la meta y Ndikumwenayo, a tomar conciencia de su éxito.
Lejos quedan sus orígenes como atleta, en su infancia en Burundi, el séptimo país más pobre del mundo en PIB per cápita, donde no hay pistas de tartán, sino de tierra, y los jóvenes talentos deben mostrar sus cartas en las competiciones internacionales, y también esperar a que les toque la diosa Fortuna.
Al tigre le había descubierto Llorenç Solbes, sabio del atletismo que había sido atleta y luego preparador físico y luego, esquiando en Andorra, se había golpeado con una roca para quedarse en silla de ruedas. Era el 2014 cuando Solbes se asomaba a los Mundiales de la Juventud en Nanjing (China) y allí descubría al pequeño Ndikumwenayo: le ofreció cobijo bajo el programa CET (Compromiso, Esfuerzo y Trabajo) en Alicante, una ONG que brinda oportunidades a atletas de países africanos, y allí se le abrieron al tigre las puertas de nuestro país.
María Forero, durante la prueba sub-23, en ruta hacia el oro
Español desde el 2023, afincado en Alicante, Ndikumwenayo lidera esta época de magníficos crossistas españoles, entre quienes destaca María Forero, oro en la categoría sub-23 en Lagoa, dominadora de las pruebas de base continentales (tiene otro oro sub-20 y una plata sub-23, más podios que cualquier otra atleta española; la siguen Julia Vaquero y Rosa Morató, ambas con dos podios), aquí se mezclan el presente del tigre y el futuro de Forero.
