Alcaraz y su partido del siglo en Roland Garros

Tenis

El murciano firma uno de los triunfos más épicos de la historia del tenis ante Sinner como hizo, a lo largo de su carrera, su ídolo Rafa Nadal

PARIS, FRANCE - JUNE 08: Carlos Alcaraz of Spain greets Jannik Sinner of Italy following his victory in the Menâ#{emoji}128;#{emoji}153;s Singles Final match on Day Fifteen of the 2025 French Open at Roland Garros on June 08, 2025 in Paris, France. (Photo by Clive Brunskill/Getty Images)

Jannik Sinner y Carlos Alcaraz se dan la mano en la pista Philippe Chatrier tras la épica victoria del murciano en la final de Roland Garros

Clive Brunskill / Getty

Rafa Nadal ganó su quinto torneo de Grand Slam en el llamado partido del siglo. Fue en Wimbledon en el 2008 y ante una leyenda como Roger Federer. El mallorquín se tiró extasiado al césped del All England Club con 22 años, un mes y tres días. Con esa misma edad, Carlos Alcaraz se rebozó en la arcilla de Roland Garros para celebrar su quinto grande. Al murciano le ha perseguido desde sus primeros pasos en el circuito la sombra del de Manacor, también el caprichoso destino, y desde este domingo Carlitos ya tiene en su haber una victoria al estilo del balear, ahora también marca registrada del de El Palmar.

La Philippe Chatrier asistió a un duelo con un nivel tenístico que los más veteranos del lugar no recuerdan. Un intercambio de golpes a mil revoluciones con un porcentaje de acierto enorme durante más de cinco horas, en la final más larga del torneo, que tuvo en Jannik Sinner a un más que digno perdedor. El italiano, una máquina que parecía infalible, inabordable durante muchos momentos por el español, solo sucumbió ante un genio con una fe inquebrantable que se repuso a dos sets abajo y tres bolas de partido en contra.

El de El Palmar gana su quinto grande con 22 años, un mes y tres días, igual que Nadal en Wimbledon en 2008

Allí donde yace la placa de su ídolo con el 14, Alcaraz hizo honor a su figura con un duelo épico sin casi comparación en la historia. Mitos como Navratilova, Edberg y Agassi, encargado de entregar la Copa de los Mosqueteros, no daban crédito a lo visto. Ni siquiera Spike Lee o Dustin Hoffman, también en la grada, se veían capaces de crear una película más espectacular. Pasarán más de 100 años y aún se rememorará la segunda corona en Francia de Carlitos.

“La victoria pertenece a los más tenaces”, se puede leer en una de las gradas de la Philippe Chatrier, una frase dicha por Roland Garros. El aviador dijo esas palabras en el contexto de la I Guerra Mundial, pero que en el ámbito deportivo, y más de cien años después, bien podrían ajustarse a la actuación de Alcaraz. Lejos de alimentar a sus detractores, los que ahondan en sus desconexiones durante los partidos, el pupilo de Ferrero cuajó un partido sobresaliente durante cinco sets muy disputados. Compitió pese a luchar contra un robot tenístico, impasible e inexpresivo ante la presión. 

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Sinner utilizó su raqueta como un compás que trazó con precisión todos los ángulos posibles en una pista a una velocidad endiablada, sin casi fisuras en su juego. Al término del segundo set y con un break arriba en el tercero, todo a favor del italiano, ninguno de los 15.000 presentes veía la forma de derribar una muralla que hubiera destrozado mentalmente a cualquiera. Salvo al murciano. A diferencia de su hierático oponente, Alcaraz expresaba su frustración sin reparos y se animaba con cada golpe ganador, pese a su delicada situación en el electrónico.

En otro deje de Nadal, el español siguió peleando punto a punto, sumando golpes ganadores sin pensar más allá. Incluso cuando cedió un break cuando sacaba para ganar, su juego no se resintió y sacó su mejor tenis en un supertiebreak inmaculado. Al final, con un gran passing que le daba la victoria, el superhéroe de El Palmar, ya leyenda de la raqueta, logró sacar una mueca, en este caso de decepción, a Sinner, que fue de inmediato a abrazarle en un gran gesto deportivo. Después, la grada en pie y Alcaraz entre lágrimas en el suelo, esa imagen repetida tantas veces en París por otro icono que ya tiene, por derecho propio, su sucesor, en todos los sentidos.

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