Roma, noviembre de 1971. En una sala de reuniones cargada de tensión diplomática, el secretario del Tesoro estadounidense John Connally se enfrentaba a sus homólogos europeos, furiosos por la decisión unilateral de Nixon de suspender la convertibilidad del dólar en oro. Cuando le reprocharon las consecuencias devastadoras para sus economías, Connally respondió con una frase que se convertiría en emblema de la arrogancia imperial: “Es nuestro dólar, pero es vuestro problema”. Medio siglo después, Kenneth Rogoff, uno de los economistas más influyentes del mundo, sostiene en su última obra que Connally solo tenía razón a medias. El problema del dólar, argumenta, se ha convertido también en el problema de Estados Unidos.
La tesis de Rogoff en Our Dollar, Your Problem, publicado este año en Estados Unidos, tiene la fuerza de las grandes inversiones históricas. El mismo privilegio que permitió a Estados Unidos financiar guerras, déficits y el nivel de vida más alto del mundo durante décadas —lo que los franceses bautizaron como “privilegio exorbitante”— se tambalea por la disfunción interna de la propia hegemonía. No es China ni el euro quienes amenazan al dólar, sino la combinación letal de polarización política, deuda insostenible y la erosión de la independencia de la Reserva Federal. Como en las mejores tragedias griegas, el protagonista contiene en sí mismo las semillas de su propia destrucción.
El diagnóstico de Rogoff es demoledor precisamente porque procede de alguien que conoce el sistema desde dentro. Ex economista jefe del FMI, asesor de la Fed y profesor en Harvard, su curriculum le otorga la autoridad del insider que promete el subtítulo de su libro. Cuando advierte que “la era en la que el dólar era completamente dominante y confiablemente estable puede haber pasado su pico”, no lo hace desde la tribuna del apocalipsis financiero, sino desde el análisis frío de quien ha visto funcionar la maquinaria del poder monetario global. Su perspectiva tiene el valor añadido de la experiencia: ha presenciado crisis, negociado con primeros ministros chinos y observado cómo las certezas económicas se desvanecen una y otra vez.
Como en las tragedias griegas, el dólar contiene en sí mismo las semillas de su destrucción
La gran lección del libro trasciende la economía para adentrarse en el territorio de la psicología colectiva. Rogoff popularizó el concepto de “esta vez es diferente” para describir la arrogancia cíclica que precede a las grandes crisis financieras. Ahora aplica ese mismo diagnóstico a la propia Estados Unidos, atrapada en la creencia de que puede endeudarse indefinidamente porque los tipos de interés se mantendrán “bajos para siempre”. Es la misma complacencia que llevó a la Unión Soviética a creer en la superioridad de la planificación central, a Japón a inflarse hasta reventar en los noventa, o a Europa a construir una unión monetaria sin unión fiscal.
La metáfora que mejor captura la situación actual es la del “imperio deudor”, un oxímoron que Rogoff utiliza para describir la naturaleza paradójica del poder estadounidense. A diferencia de Roma o el Imperio británico, que extraían tributos de sus dominios, Estados Unidos se ha convertido en el mayor deudor internacional de la historia. Su fortaleza depende de la confianza continuada de sus acreedores, una forma de poder más sutil pero también más frágil. Cuando esa confianza se erosiona —y Rogoff argumenta que ya está ocurriendo—, el imperio se convierte en rehén de quienes financian su déficit.
El timing de esta advertencia no es casual. La elección de Trump, que Rogoff analiza en un postscriptum añadido tras las elecciones, intensifica todos los riesgos que identifica: mayor polarización, presión sobre la independencia de la Fed, y una aproximación transaccional a las alianzas que sostienen el sistema del dólar. Como escribió Tucídides sobre Atenas, el poder genera soberbia, y la soberbia, imprudencia. La imprudencia, a su vez, precipita la caída. Estados Unidos parece empeñado en recorrer ese mismo arco trágico.
Para Rogoff, no es China quien amenaza al dólar, sino Estados Unidos desde dentro
Sin embargo, la contribución más valiosa de Rogoff no radica en el diagnóstico —otros economistas han señalado los riesgos de la deuda estadounidense— sino en situar el momento actual en una perspectiva histórica de largo plazo. Los cambios de hegemonía monetaria, recuerda, se miden en siglos, no en décadas. La “Pax Dollar” puede estar tocando a su fin, pero su declive será gradual y la transición, caótica. Lo que viene después no será otro imperio monetario unipolar, sino un mundo más fragmentado, volátil e inflacionario. Un mundo en el que el problema del dólar será, efectivamente, el problema de todos.
La ironía final es que John Connally tenía razón y se equivocaba al mismo tiempo. Durante cincuenta años, Estados Unidos pudo socializar los costes de sus políticas monetarias mientras privatizaba los beneficios. Pero esa asimetría, como todas las que se basan en el poder puro, contenía un elemento de autodestrucción. El dólar sigue siendo “nuestro dólar”, pero su problema ya no es solo vuestro. En la era de la interdependencia global, cuando el hegemon se tambalea, todos caemos con él. Rogoff nos recuerda que en las finanzas, como en la política, la arrogancia siempre precede a la caída. Y que esta vez, una vez más, no es diferente.
Antonio J. es escritor y cofundador y director editorial de www.rrefugio.com, agencia especializada en contenido, ecommerce, estrategia digital y branding.