El acto era de carácter empresarial y económico. Pero a los cinco minutos el conferenciante había insistido hasta en tres ocasiones sobre la importancia de las cuestiones morales en los debates de fondo economicista. También había recomendado ya dos libros y citado a varios economistas. No fue pedantería gratuita. Sucede simplemente que el presidente de Aena, Maurici Lucena, es un hombre que disfruta del pensamiento libre y bien armado. Como buen liberal humanista, con marcado compromiso socialdemócrata en su actividad pública, podríamos imaginarlo dando clases en cualquier universidad de prestigio con la misma naturalidad con la que se maneja al frente de una gran empresa de gestión aeroportuaria.
Lucena vendió este jueves optimismo –también prudencia– sobre la futura ampliación del aeropuerto de Barcelona y sobre el transporte aéreo en general que multiplica por dos el número de vuelos en el mundo cada quince años. Y lo hizo, ha quedado ya dicho, apuntalando su argumentación sobre principios de base moral y ética, no sólo cifras y datos, que trasladó al auditorio con convicción.
Lucena vendió optimismo sobre la ampliación y sobre el transporte aéreo en general
Por ejemplo, para Lucena el decrecimiento económico sólo pueden defenderlo quienes se muestran ciegos ante las abundantes lecciones que proporciona la historia sobre la involución desastrosa que provocan, en todos los frentes, las contracciones económicas. Ante quienes propugnan la limitación del número de vuelos en el futuro, apelando a la sostenibilidad, Lucena también aportó argumentación de corte similar. ¿Quiénes somos nosotros para limitar el disfrute del transporte aéreo a las futuras generaciones que no han hecho nada malo para merecer un castigo similar?, inquirió al auditorio. Para responder a esa pregunta recurrió al optimismo vital que lo caracteriza: no va a ser necesario. Porque con crecimiento económico habrá recursos para invertir en tecnologías disruptivas que ahora nos son desconocidas y que nos permitirán dar grandes saltos en la descarbonización.

Maurici Lucena con Javier Godó, conde de Godó y presidente-editor de 'La Vanguardia'
Los hombres que se muestran felices explicando aquello que saben siempre acaban con los auditorios en el bolsillo. Este viernes no fue diferente. El auditorio entero, hay que decir que la mayoría ya lo estaban, salió convencido de la necesidad de ampliar el aeropuerto barcelonés. Algunos hasta nos habríamos ido directamente a El Prat con pico y pala para empezar el movimiento de tierras.
Inquirido sobre su opinión sobre los proyectos de ampliación alternativos al de Aena que han ido apareciendo con el tiempo, Maurici Lucena echó mano del humor de raíces históricas, disciplina esta de la que también es un adicto. Citó como respuesta a Azaña: si en España –él añadió también a Catalunya– sólo manifestaran su opinión sobre temas complicados los especialistas, se produciría un gran silencio que podríamos aprovechar para estudiar. Si el público ríe te está dando la razón. Y en la platea las carcajadas fueron atronadoras.
Lucena acudió al Foros Vanguardia a contestar las preguntas de Ramon Rovira, Manel Pérez y Jordi Basté. Pero la pregunta más importante fue la que él mismo dejó en el aire: ¿Quiere Catalunya quedar fuera de la ola inversora que en los próximos años va a realizarse en los aeropuertos españoles? La respuesta va intuyéndose y será que no.