El renacer del aluminio francés: Coralium inaugura una nueva era baja en carbono
K·Line
El proyecto, fruto de la colaboración de los grupos Liebot y Corre, inaugura una nueva etapa en la fundición francesa del aluminio: más circular, más local y más sostenible.

Vista aérea de Corialum, la primera fundición de aluminio bajo en carbono
En el corazón de Vendée, una región francesa con una fuerte tradición industrial y familiar, acaba de ponerse en marcha un proyecto que marca un antes y un después para el reciclaje y la fundición de aluminio en Europa. Su nombre es Coralium y busca demostrar que es posible fundir y producir aluminio secundario de forma competitiva y responsable, sin renunciar a la sostenibilidad ni depender de mercados externos.
Todo comenzó con una preocupación compartida por dos familias empresarias —los Liebot y los Corre—, unidas por el deseo de mantener el valor del aluminio en Francia y reducir su huella de carbono. De esa visión común nació la primera planta de fundición francesa de aluminio bajo en carbono que integra el tratamiento y la valorización de residuos dentro de su propio proceso productivo. Más que una planta industrial, Coralium representa una nueva manera de entender la industria: más circular, más local y más consciente de su impacto.

Hasta hace poco, la mayoría de los residuos de aluminio franceses se exportaban para ser refundidos y reutilizados en otros países. Esa “fuga” de materia prima suponía una pérdida económica y ecológica. “Ya no es aceptable que los residuos de aluminio, que son una materia prima de gran valor medioambiental, salgan de Francia por falta de medios industriales para tratarlos”, explica Christian Chevrel, Director de Compras del Grupo LIEBOT.
Tras una inversión de 42 millones de euros y enmarcado bajo el programa de sostenibilidad K·Line Planet, surgió Coralium, dedicado a impulsar la reindustrialización y las tecnologías limpias. Con una primera colada realizada en junio y una capacidad prevista de 40.000 toneladas anuales en 2027, la planta simboliza el renacer de una industria más limpia y autónoma. Coralium se sitúa al inicio del circuito del aluminio reciclado: allí el material se funde y se transforma en tochos, que después se extrusionan en otras plantas de K·LINE para fabricar perfiles, ventanas y otros componentes.

El propósito de Coralium es cerrar el ciclo del aluminio. Esto significa producir tochos con bajas emisiones a partir de residuos locales y con una trazabilidad total desde el origen hasta el producto final. La empresa ha logrado crear un ecosistema industrial circular que involucra a proveedores, recicladores y fabricantes del oeste de Francia.
En el centro de ese proceso se encuentra el tocho Coralium R80, el resultado directo del proceso de fundición y reciclaje del aluminio local. Está compuesto por más del 80% de aluminio reciclado y tiene una huella de carbono de apenas 1,67 kg de CO₂ por kilo de aluminio, un 70% menos que el promedio europeo. Este producto —validado por una declaración ambiental de producto (DEP) independiente— se ha convertido en el estándar de la empresa y está destinado tanto a la construcción como a la industria.
Tenemos la oportunidad de contribuir de manera significativa al objetivo de neutralidad en carbono para 2050 fijado por el Plan Climático
Para lograrlo, Coralium combina una cadena productiva 100% integrada —desde la recogida y clasificación de los residuos hasta la fundición y colada final— con tecnologías de eficiencia energética y control de emisiones. “El control del tratamiento de residuos es la clave del éxito de una fundición con bajas emisiones de carbono. Esta decisión nos permite producir tochos con más del 80% de aluminio reciclado con la misma calidad que un lingote primario”, afirma Thierry Corre, director general del negocio.
El impacto económico y social también es significativo: 60 nuevos empleos directos, ahorro en transporte y energía y el fortalecimiento de un tejido industrial local que apuesta por la innovación responsable. “Con Coralium tenemos la oportunidad de contribuir de manera significativa al objetivo de neutralidad en carbono para 2050 fijado por el Plan Climático. Es una visión colectiva que beneficiará a toda la profesión”, destaca Jean-Pierre Liebot, presidente de la compañía.

Los próximos años serán decisivos para consolidar el papel de Coralium como modelo de referencia en Europa. La empresa prevé alcanzar las 40.000 toneladas anuales de aluminio bajo en carbono para 2027 e incorporar una planta eléctrica alimentada por calor residual, que reducirá aún más su consumo energético.
Más allá de los objetivos industriales, la ambición es más amplia: construir un circuito francés autosuficiente de aluminio, capaz de reducir la dependencia exterior y de garantizar una cadena de valor transparente, trazable y respetuosa con el entorno. En palabras de Corre, “cada tocho lleva un código QR que permite conocer su composición química y su porcentaje de aluminio reciclado. La trazabilidad no es un discurso, es una práctica diaria”.
En paralelo, Coralium impulsa colaboraciones con universidades y centros tecnológicos para seguir mejorando la eficiencia energética de sus procesos y reforzar su papel como punto de partida del nuevo ciclo del aluminio en Europa. “Lo que fabricamos hoy es lo que se reciclará en un mañana en Coralium, cerrando así nuestro círculo bajo el programa de sostenibilidad K·Line PLanet”, acaban desde la compañía.

