El inmobiliario que lleva dentro Donald Trump, con gustos más que dudosos según los analistas arquitectónicos, se ha puesto manos a la obra para convertir la Casa Blanca en una reedición de su mansión de Mar-a-Lago, muy a su gusto y al de su esposa, la primera dama Melania.
Así, el icónico jardín de rosas, junto al ala oeste y legado de Jackie Kennedy, escenario de discursos y ceremonias oficiales, ha perdido el césped, sustituido por una superficie pavimentada y mucho plástico.

El llamado jardín Jackie, legado de la esposa del presidente Kennedy, ha sido encimentado
Además del oropel con el que ha decorado el Despacho Oval, máxima representación del poder, y de colocar un nuevo asta de bandera frente al edificio de la Casa Blanca, Trump se prepara para otra gran transformación, esta vez en el ala este. El presidente estadounidense ya ha desvelado uno de sus proyectos más deseados, que consiste en la adición de un gran salón de baile para los agasajos de estado. Su proyecto supone, en época de recortes, la inversión de 200 millones de dólares.
Consiste en un recinto de más de más de 8.000 metros cuadrados. Esto representa la mayor transformación que se llevará a cabo en el edificio histórico en muchas décadas.
El proyecto plantea numerosas cuestiones sobre potenciales conflictos de intereses y la viabilidad de esta iniciativa, que Trump espera concluir antes de que se le acaba el mandato a primeros del 2029. Dicen que lo pagará él y donantes.