Nunca estuvo nominada porque así lo quisieron sus compañeros. En Gran Hermano 11, una edición del reality en España para siempre marcada por la división inicial de los concursantes en dos casas, Saray Pereira fue la única que llegó a la gran final porque el resto de participantes con los que convivía no la votaron para salir a la palestra. De ahí que consiguiese colarse en la gran final, a la que llegó muy bien acompañada. No solo por Ángel Muñoz, que resultó ganador de la temporada y se llevó el codiciado maletín con los 300.000 euros, sino también por su madre: la inolvidable Pilarita.
De eso han pasado ya 14 años, y la vida ha dado muchas vueltas. Hoy, Saray tiene 43 años, está casada, es madre de un niño de seis y trabaja en una tienda de moda en el centro de Ferrol. En una entrevista con La Voz de Galicia en 2023, la gallega recordaba su paso por la televisión como una experiencia “bonita” que supo disfrutar, pero también cerrar. “Viví el bum de Gran Hermano, lo disfruté y supe pasar página, cerrar un libro y abrir otro”, contaba entonces. Aquel foco que brilló con fuerza en su día, hoy se ha convertido en una luz tenue que ilumina solo lo necesario.
“Me pasma que se acuerden”
Del ‘reality’ a la rutina con nombre propio en su ciudad natal
En ese mismo encuentro, la gallega compartía cómo aún le sorprende el recuerdo que la audiencia guarda de su paso por el programa: “Me hace mucha ilusión que la gente se siga acordando de mi madre y de mí. Me pasma después de catorce años. Eso es que algo hicimos bien”. Evidentemente, Pilarita sigue muy presente en su vida. Continúan viviendo cerca y compartiendo no solo recuerdos, sino también la crianza del pequeño Diego, hijo de Saray y primer nieto para ella.
Cabe destacar que no vivió la vuelta a Ferrol como un retroceso, sino una decisión firme. “Tuve que venir para aquí y es lo mejor que he podido hacer”, aseguraba en su última aparición pública este mismo año para el suplemento local Quincemil de EL ESPAÑOL. Atrás quedaron los platós, los bolos y las fotos en la noche madrileña. A cambio, encontró una vida estable, lejos del ruido mediático, pero cercana al calor familiar. De acuerdo con la información difundida dos años atrás, por entonces trabajaba en la tienda de moda Memories on Wheels, donde admitía sentirse muy a gusto: “Me gusta mucho asesorar, el contacto con la gente y ayudar a sacar lo mejor de cada uno”.
“Aproveché el tirón cuando me tocaba”
La importancia de recordar que esa fama intensa tenía fecha de caducidad
Saray fue de las pocas concursantes que supieron digerir la exposición mediática sin quedar atrapadas en ella. Precisamente, en una de las entrevistas antes citadas, explicaba que todo en el programa “se vive a lo superlativo” y que salir de ahí requiere un proceso mental: “Llevaba tres semanas fuera del concurso y me hizo clic la cabeza, es como si despertara de la nube de Gran Hermano”. Pidió ayuda profesional y aprendió a gestionar una fama repentina que, reconoce, puede “hacer mucho daño si no tienes formación emocional”.
De su paso por el concurso guarda anécdotas, récords –véase el hecho no haber sido nunca nominada por sus compañeros– y un recuerdo compartido con su madre que le acompaña aún hoy. “Lo que pasa en Gran Hermano no es la vida real, es la vida en directo, que es muy diferente”, reflexionaba. Y por eso, cuando se apagaron las cámaras, no dudó en cerrar esa etapa con agradecimiento, pero sin nostalgia.

Ángel Muñoz y Saray Pereira en la final de 'Gran Hermano 11'.
Un reencuentro inesperado y un amor de juventud
La historia de su vida en Ferrol empezó con un cruce de miradas
De vuelta en Galicia, el destino le tenía preparado un nuevo comienzo. Un día, desde el solárium en el que trabajaba, vio pasar a Diego, un antiguo amor de juventud. “De repente, un día, desde el trabajo, veo que pasa por la calle. Quise salir a hablar con él, pero ya no lo encontré. Y a los dos días, ¿no me escribe por el Messenger? ¡Y él no me había visto! Las cosas pasan por algo”, contó. Desde entonces, no se han separado. Se casaron en 2016 y han formado una familia con su hijo, que tiene el mismo nombre que su padre.
Hoy, su vida gira en torno a su trabajo, su hijo y su entorno más cercano. Ya no hay cámaras ni entrevistas constantes, pero tampoco las echa de menos. A pesar de que reconoce que Supervivientes se llegó a interesar por ella y su progenitora, su respuesta también es prudente. “[Gran Hermano] fue la experiencia de mi vida, pero cuando entré estaba sola. Ahora me podrían hacer daño”, explicaba en 2023. La televisión, al menos de momento, no entra en sus planes.

Saray junto a Pilarita, en una imagen más reciente.
Por supuesto, está claro que la conexión con su tierra natal nunca se rompió. “Boas noites, Ferrol”, decían cada noche madre e hija en el confesionario. Un gesto sencillo que las convirtió en embajadoras improvisadas de su tierra. A fecha de 2025, a la vista está que Ferrol sigue siendo su refugio. Su escenario diario, el lugar al que volvió cuando más lo necesitaba. “La tierra me tiraba muchísimo”, reconocía la exconcursante en su más reciente reaparición. Allí ha echado raíces con la misma naturalidad con la que se mostró ante millones de espectadores hace más de una década. Por aquello de que la vida, al final, sigue. Y en el caso de Saray Pereira, sigue en el lugar que la vio crecer antes de brillar en el prime time.