La incursión romana en Britania en el 43 d.C. Generó una profunda conmoción social en las islas. Si bien las legiones y sus comandantes pensaban que estaban introduciendo la “civilización” en Britania, en realidad estaban exponiendo a los habitantes locales a patógenos letales y desconocidos. Y eso no fue todo.
Los historiadores señalan que la instauración de divisiones de clases limitó el acceso a los recursos naturales, llevando a la creencia generalizada de que la conquista, al igual que ocurrió en América tras la llegada de los españoles, afectó negativamente la salud de las poblaciones nativas.
El estado de salud en las urbes empeoró.
La investigación de esqueletos hallados en Inglaterra, que datan de antes y durante el período de ocupación romana, respalda las hipótesis de que la salud de los habitantes empeoró en las áreas urbanas bajo el dominio romano. Esto sugiere que las costumbres previas a la llegada de los romanos se mantuvieron en las regiones rurales.
Investigadores de la Universidad de Reading en un artículo publicado en la revista Antiquity señalan que la expansión urbana impulsó a muchos individuos a residir en zonas con alta densidad poblacional y considerable polución. Adicionalmente, estuvieron expuestos al plomo, un elemento fundamental en la infraestructura de las ciudades romanas.
Restos de la calle principal de la ciudad romana de Itálica
Esta situación afectó gravemente y de forma duradera la salud, además de incrementar la tensión en poblaciones que no estaban acostumbradas a tales circunstancias vitales. El grupo de investigación encabezado por Rebecca Pitt examinó 646 restos óseos, de los cuales 372 pertenecían a adolescentes o infantes y 274 a mujeres mayores.
Los vestigios se originaron en sitios de asentamientos tanto urbanos como rurales del sur y centro de Inglaterra, abarcando el período de la Edad del Hierro y la era romano-británica. La meta era examinar la influencia de la dominación romana en Britania, pero los especialistas se toparon con una dificultad inesperada.
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“Los ritos funerarios de la Edad de Hierro británica son muy diferentes a los cementerios organizados que solemos asociar actualmente con los muertos. Esas antiguas costumbres creían que era necesario fragmentar el cuerpo para liberar el alma hacia el más allá”, declares the lead author of the study.
No obstante, esta situación dificulta la evaluación de este lapso temporal, que abarca aproximadamente desde el 750 a.C. Hasta el 43 d.C., debido a la escasez comparativa de vestigios humanos para su investigación y a la imposibilidad de examinar siempre el esqueleto en su totalidad.
Señales de tensión en algunos esqueletos de mujeres adultas del periodo romano
A diferencia de los adultos, los infantes en la Gran Bretaña de la Edad de Hierro eran habitualmente enterrados completos, en contraposición a ser cremados o desmembrados. Para beneficiarse de esto, Pitt emplea una metodología novedosa, aplicando la teoría DOHaD, la cual postula que las vivencias de un niño menor de dos años influirán en su evolución vital.
“Esto significa que los factores que denominamos 'estresores', esencialmente enfermedades, desnutrición o incluso un evento traumático, pueden influir en las características epigenéticas de un individuo, lo que a su vez puede provocar problemas de salud más adelante e incluso afectar a las generaciones posteriores”, dice.
Factores de tensión que impactan a las distintas generaciones
Al contrastar las vivencias de los jóvenes y los niños con el estado de salud de las mujeres adultas, es posible comprender los factores de tensión que impactan a las distintas generaciones, brindando así una perspectiva más fiel de las transformaciones socioeconómicas duraderas vinculadas a la presencia romana.
“Las madres y los bebés -añade la experta- están subrepresentados en los relatos históricos. Al analizar conjuntamente las experiencias progenitoras-hijos, podemos observar el impacto duradero que la urbanización tiene en la salud de las personas, con señales negativas de salud transmitidas de una generación a otra”.
Se identificaron indicios de diversas patologías en infantes y adolescentes de la Gran Bretaña durante el período romano.
Pitt y su equipo determinaron la edad de los esqueletos al momento del fallecimiento y señales de bienestar, tales como dolencias óseas, y los examinaron mediante métodos estadísticos para calibrar las disparidades entre los grupos de la Edad del Hierro, los habitantes del campo romano y los residentes de la ciudad romana.
Se percataron de que, a pesar de un incremento estadísticamente relevante de indicadores de salud adversos durante la época romana, esto solo aconteció en entornos citadinos, tales como las sedes de civitas (una demarcación territorial, legal, financiera y de culto con cierta independencia, si bien sujeta a la autoridad principal).
Costumbres que perduraron
Los restos óseos de las zonas rurales exhibieron una leve mayor exposición a agentes patógenos, sin embargo, no se detectaron diferencias estadísticas significativas en la salud entre el período de la Edad de Hierro y la época romana en estas áreas. De hecho, es factible que las costumbres locales de la Edad de Hierro se mantuvieran vigentes en las regiones fuera de los núcleos urbanos.
Esto incluso pondría en duda la noción generalizada de que el gobierno romano provocó una transformación cultural radical también en las poblaciones de la Edad de Hierro. Lo que los descubrimientos de Pitt sí evidencian es una historia de adversidades originadas por la urbanización romana que perduró por varias generaciones.
“Creo que esto tiene importantes connotaciones para la salud de las comunidades modernas”, concluye la arqueóloga. Actualmente, los niños nacen en un mundo cada vez más contaminado, y un número cada vez mayor de familias se enfrentan al coste de la vida, lo que puede afectar gravemente el desarrollo de los bebés y tener un impacto significativo en su salud y bienestar que perdurará durante toda su vida y posiblemente en las generaciones futuras.
