Frío. Implacable. Cruel. Con una inquebrantable seguridad en sí mismo. Y una exagerada autocomplacencia que pudo ser su perdición. Franco, ese personaje sin carisma y apenas ideología, el último que se sumó al golpe de Estado, consiguió imponerse a todo y a todos hasta moldear a su imagen y semejanza un país durante casi cuarenta años. No por visión política, sino por disciplina, cálculo oportunista y una capacidad insólita para sostenerse en el poder.
La obediencia, el silencio y el miedo fueron los pilares en los que basó su dominio. Su figura proyecta una sombra larga sobre la historia contemporánea de España. Esa sombra sigue viva, y el británico Giles Tremlett la disecciona con precisión en su libro Franco, el dictador que moldeó un país (Debate).
¿Qué aporta esta nueva biografía sobre Franco? ¿Se ha contado todo sobre él?
Yo creo que se ha contado casi todo sobre Franco. Hay muy pocas cosas nuevas por descubrir, sobre todo en el aspecto más íntimo, biográfico. Fue un hombre que dejó muy poco escrito, muy poca información que se pueda calificar como intimidades.
Me considero primero biógrafo y luego historiador. Lo que he querido hacer es un ejercicio de empatía; no simpatía. Comprender al personaje e imaginarte a ti mismo dentro de su cabeza para entender cómo piensa y cómo ve el mundo.

Francisco Franco inaugura el pantano del Ebro situado en la cabecera del río en 1952
Soy hijo de militar, lo cual me ha ayudado un poco, ya que Franco es un militar militar. Su dictadura tiene mucho de militar. Franco es la personificación de esta idea. Como ocurre en la era Trump, podemos decir que para él también funciona el Make Spain great again. Desde la tradición militar de su infancia en Ferrol hasta la guerra en África, donde él se convierte en lo que es. Los africanistas se sentían ejemplares, dispuestos a dar la vida por la patria, es una idea casi samurái.
También es importante entender el síndrome postimperial de España, una caída desde las alturas que sucede en el siglo XIX. El personaje de Franco surge de esta necesidad, de un país que pasa por una crisis identitaria y de un militar que quiere volver a sentirse especial, sobre todo entre los militares.
Franco continúa siendo una figura controvertida en nuestros días. ¿Cree que la sociedad española pasará página definitivamente?
Yo creo que se pasó página en la Transición. Cuando llegué a España a mediados de los ochenta aluciné. Era como si no hubiera existido nunca ese señor que había muerto nueve años antes. Había un cierto silencio entre mis amigos, pero se palpaba que consideraban todo lo anterior muy casposo. Lo que está pasando ahora es una suerte de cainismo español. Es un sinsentido. En parte se debe al silencio y a que no se haya estudiado el franquismo durante la Transición.
Podemos aprovechar este año, que es el 50 aniversario de su muerte, para pensarlo, pero ya con cierta distancia. Es muy difícil tener el poder durante cuatro décadas y no moldear un país. Hay generaciones que salen del franquismo y no conocen nada más.

Traslado de los restos mortales de Franco desde el Palacio Real al Valle de los Caidos
¿Quiso entonces moldear el país a su imagen y semejanza?
Es una dictadura pura y dura, pero apenas tiene ideología política. Sus iniciales nociones de la autarquía y el imperialismo desaparecen pronto por pura obligación. La autarquía es un desastre, provoca hambrunas y muchos problemas económicos. Más que una ideología, es un sistema de control social. Tiene una apariencia de orden, pero también un aspecto reaccionario muy personal, porque Franco odia el siglo XIX español, por las ideas extranjeras que en su opinión envenenaron a sus compatriotas: el liberalismo, la masonería, el comunismo. Todo eso es malo porque es extranjero, y no puramente español.
Tiene una visión de la sociedad casi del siglo XVIII, muy tradicional. Todo lo que hace a nivel legislativo para “corregir” los errores de la República condena a las mujeres a una situación de inferioridad.

Dos mujeres trapichean en una calle de Madrid en la década de 1940. Una tiene cigarrrillos de racionamiento y la otra espárragos
Franco piensa que los españoles no sirven para gobernarse a sí mismos. Es lo que dice en las múltiples entrevistas a los corresponsales extranjeros: “Los españoles nos matamos y no hay más”. La otra parte de su proyecto es provocar la apatía política. Cuando ves las encuestas de los últimos años del franquismo adviertes que gran parte de la población pasa de la política, porque cree, como Franco, que la política es mala, aunque él es un político. Eso es el franquismo, no es una ideología porque no deja nada bueno. Solo una idea de control y obediencia militar.
Sin carisma y sin ideas complejas, ¿cuál fue el motor para tener esa eficacia tan abrumadora que tuvo?
Yo no soy de los que piensan que Franco fue mediocre. A nivel intelectual puede que sí, pero no tienes que ser brillante para ser un político, un militar o un hombre de negocios exitoso. Para mí Franco es un buen militar, tiene una parte heredada de su padre y de la manera de pensar de la Armada que se basa en una idea de resolver problemas, más que en memorizar cosas. Es algo que Franco hará toda su vida. Y le da cierta ventaja desde muy joven. Está muy bien formado, mejor que la inmensa mayoría de los oficiales del Ejército. Y tiene una capacidad de mando que es muy importante. En cierto modo, también sabe delegar.
Entiende, además, lo que es saber imponerse, como hizo en Marruecos. Los legionarios son en su mayoría maleantes a los que hay que imponer disciplina. Hay que convertir a esos delincuentes en héroes nacionales con un orden muy duro. Tiene una capacidad para usar la violencia que le viene de África, de su época militar, y que aplica en los primeros años de la dictadura. Como dice Paul Preston, esa “temprana inversión en terror” de la que luego sacará réditos durante muchos años.
¿Hubo algún momento revelador durante su investigación en el que sintiera que ya había entendido al personaje?
Son varios momentos. Cuando llegas a entender lo que son los africanistas. O cuando habla de que solo responde ante Dios y ante la historia, ya ha pasado a creerse el Redentor, un Mesías militar. Te das cuenta de que no se cuestiona a sí mismo ni a su propia capacidad.
¿En Marruecos se forja el liderazgo de Franco?
Lo bueno del Ejército es que las jerarquías están muy claras. No tienes que impresionar al otro, porque ya lo llevas puesto. Y si eres uno de los pocos oficiales más jóvenes en llegar al máximo rango, ya te tienen respeto. En Marruecos se forja la idea de lo que es Franco. Esa idea africanista de que son militares ejemplares porque están dispuestos a jugárselo todo por la honra de la patria. Y ese ejemplo puede aplicarse a todo el pueblo español.

Francisco y Ramón Franco, en Marruecos, en 1925
Siempre se ha hablado de la baraka, esa especie de suerte o bendición divina que muchos le atribuyeron a Franco. ¿Cultivó el dictador esa leyenda?
Él no vendía la baraka como un atributo personal. Creo que es un militar muy preparado, trabaja las cosas mucho más que los demás. Él no se va con prostitutas los fines de semana. Se toma todo muy en serio y tiene a sus batallones perfectamente entrenados y engrasados. Eso te da réditos en el campo de batalla y te trae suerte, pero es una suerte que creas tú.
Es cierto que tuvo suerte, porque las bajas en África eran muy elevadas, pero no podemos dejar de lado su ambición. La ambición de escalar, de ser el número uno dentro del Ejército. Pone todo su esfuerzo para conseguir ese propósito. Tiene una seguridad en sí mismo colosal, pero su mayor problema es la autocomplacencia, creer que sabe más cosas de las que sabe.
¿Su participación en la represión en la revolución de Asturias fue un ensayo de lo que haría en la Guerra Civil?
No es un ensayo, pero sí es la primera vez que el Ejército de África entra en la península y aplica sus métodos a la población civil española. Es un experimento previo en el que pasan dos cosas: aprende a usar al Ejército contra el pueblo, contra los propios españoles, por un lado; y, por otro, el intento de la huelga revolucionaria de hacerse con el poder de manera antidemocrática cala mucho en la derecha y condiciona el pensamiento posterior de los conservadores.

La Revolución de Asturias se extendió por diferentes partes de la Península. En este caso, los detenidos son un grupo de mineros en Brasoñera (Palencia).
Sanjurjo, Mola, Jose Antonio Primo de Rivera. Potenciales rivales que desaparecen y le allanan el camino. ¿Suerte u oportunismo?
Para mí todo es suerte, no creo que haya ningún tipo de conspiración. Tenía muy mala relación con José Antonio y quizá podría haber hecho algún esfuerzo más para rescatarle. Siempre queda esa sospecha. José Antonio es una figura potente, carismática e intelectual, y con un concepto moderno de la vida. A Franco le conviene tenerle apartado. A nivel personal le favoreció su muerte, aunque no participó en ello. En cuanto a las desapariciones de Sanjurjo y Mola, hablamos de suerte. Aunque Mola se ha apartado ya de su camino, no tiene la misma ambición de Franco.
Franco es un personaje muy hábil y es capaz de concentrar todo el poder en la parte nacionalista. Ser capaz en pocas semanas de ser Caudillo, Generalísimo y Jefe de Estado sin límites temporales. Es una maniobra brillante, aprovecha la situación de guerra para imponerse a los falangistas, a los carlistas y a todos. Fusionar algo tan antiguo como el carlismo con algo tan moderno como el fascismo es una jugada maestra.
¿Le costó implicarse en el golpe de Estado?
Está habituado a tomar decisiones importantes en el campo de batalla, pero fuera de él no. Y menos cuando está en juego su carrera militar. No quiere participar en un golpe de Estado que puede fracasar, y esa es su gran duda. Tiene esa capacidad que algunos llaman retranca gallega, pero que para mí es Franco en estado puro: hacer creer tanto a unos como a otros que él está de acuerdo con ellos. Cuando despega de Canarias en el Dragon Rapide, no está comprometido todavía al cien por cien. Es increíble pensar cómo él, que es el último en apuntarse, consigue ser el jefe de todos.

El Dragon Rapide, que trasladó a Franco desde Marruecos
¿Prolongó la guerra Franco deliberadamente para exterminar completamente al enemigo?
Yo no lo veo así. Para mí Madrid es un momento de cambio. Él cree que va a tomar la capital muy pronto. Su error es desviarse a Toledo, porque da tiempo a que lleguen las brigadas internacionales y el material soviético. Es un error estratégico tremendo, quizá el mayor error militar de su carrera. Queda la duda de si ese desvío pudo beneficiarle para concentrar el poder, pero lo cierto es que quería tomar Madrid y no pudo.
A partir de ese momento, va más lento con el proyecto de hacer una limpieza brutal en la retaguardia y con el propósito de purificar el país a medida que lo conquista. Y entonces ya no tiene prisa. Pero casi se le escapa de las manos la situación internacional, con la invasión de Checoslovaquia y el conflicto mundial que se avecinaba, que él no es capaz de leer. Si hubiera sido capaz, habría acelerado en la conquista de España. En definitiva, hay un antes y un después de Madrid.
¿Qué papel juegan el miedo y la autocensura en el mantenimiento del régimen?
Esa inversión temprana en el terror le funciona muy bien. Tiene a la gente amansada. El franquismo sociológico se basa en este juego psicológico: aceptas tu miedo, el miedo te obliga a comportarte de cierta manera, se interioriza y se justifica de diferentes maneras. No es fácil vivir en un estado dictatorial. Se podía ser opositor o apático y apoyar todo a la vez. No podemos negar que hubo un apoyo social al franquismo. Es imposible de medir, pero existió.
¿Qué le diferencia de líderes como Mussolini o Hitler? ¿Cómo logra sobrevivir políticamente?
Franco tiene una ventaja, y es que España no puede participar en la Segunda Guerra Mundial, porque está gastada por su propia guerra civil. Pudo haberlo hecho, pero a Franco le costaba tomar decisiones fuera del ámbito de lo militar. Tiene la ventaja de ser un personaje menor, mucho menor que Hitler o Mussolini, y eso le ayuda a sobrevivir.

Hitler y Franco pasan revista a las tropas en Hendaya, en octubre de 1940
Convierte a España en un estado paria. El mundo le da la espalda a España. Y eso lo sufren los españoles. Si Franco se hubiera apartado, la historia de España habría cambiado radicalmente y se hubiese reconstruido tras la Segunda Guerra Mundial como otras naciones. La ventaja de Franco es que no representa una amenaza para nadie.
¿Temía Franco una posible conspiración interna que acabara con su régimen?
Como buen conspiranoico, pensaba que el comunismo internacional tenía a España como objetivo. Lo pensaba antes, durante y después de la Guerra Civil. Es uno de los principales rasgos de Franco, no cambia nunca. Cuando llega la relación con los norteamericanos en la Guerra Fría, es el mejor aval para demostrar al pueblo español que tenía razón y el gran enemigo era el comunismo.
¿La Transición fue una verdadera reconciliación o un pacto de silencio para proteger a las élites?
La Transición tiene elementos de continuidad importantes. Nadie paga por lo que hizo durante el franquismo. Las élites financieras no sufren nada. Hay otro elemento interesante: esa misma apatía del franquismo estaba tan interiorizada que una parte importante del pueblo español estaba dispuesta a seguir al gobierno de turno hasta donde fuera. La Transición se relata como una heroicidad, pero este miedo al cambio, especialmente en la clase obrera, no se cuenta. Hay una parte de la Transición que, en mi opinión, responde al seguidismo.
Si tuviera que definir a Franco con una sola palabra, ¿cuál sería?
Es un reaccionario. Un reaccionario puro. Quiere volver atrás, a la época de los conquistadores. Con una visión romántica de lo que significa ser español.